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rón en el colegio de Padua, donde estaba bien asistido por nuestros Padres y Hermanos (1). El cardenal escogió este segundo partido, y así Laínez, acompañado del B. Canisio, se dirigió luego á Bolonia. No tardó en juntarse con ellos Salmerón, que recobró pronto la salud por las oraciones de San Ignacio, según él reconocía, pues habiéndose notificado al santo la enfermedad, éste dirigió á Salmerón una carta cariñosa, animándole á confiar en Dios y prometiéndole el auxilio de sus oraciones (2). Entretanto, el P. Jayo había logrado con buenos modos desprenderse de los prelados que permanecían en Trento; y reuniéndose en Padua con Salmerón, ambos se presentaron en Bolonia á fines de Abril.

Allí encontraron á Laínez y Canisio engolfados en las tareas conciliares. El 23 de Abril disertó Laínez sobre el sacramento de la penitencia. Declaró su materia y su forma; demostró la necesidad de la confesión, de la contrición y de la satisfacción, disipando las nieblas con que los modernos herejes procuraban oscurecer estas verdades católicas. Tres horas, según dicen, estuvo hablando sobre estas materias, aunque no un solo día, porque habiendo empezado su discurso el 23, y no pudiendo concluirlo por falta de tiempo, lo terminó el 25. Posible es que, sumados los dos trozos, llegase á durar su discurso tres horas (3). El 28 de Abril dijo Salmerón su parecer sobre el mismo asunto (4). El 30 habló Laínez sobre la extremaunción, y en los primeros días de Mayo explicaron Salmerón, Jayo y Canisio lo perteneciente á los sacramentos del orden y del matrimonio (5).

Á todo esto, iba languideciendo la actividad del concilio. No había modo de llevar los obispos españoles á Bolonia, ni de vencer la resistencia del emperador, que pedía á todo trance el retorno de los Padres á Trento. El 21 de Abril se había celebrado la sesión nona; pero fué tan sólo para prorrogar la decisión de los puntos propuestos hasta el 11 de Junio, esperando que en este intermedio se reunirían en Bolonia los Padres ausentes. Fallidas salieron estas esperanzas, y como en vez de venir los ausentes se iban retirando los pre

(1) La contestación del cardenal, en Epistolae Cardinalium. Bolonia, 31 de Marzo de 1547.

(2) Epistolae P. Salmeron. A San Ignacio. Venecia, 16 de Abril de 1547. Es tierno el afecto con que agradece al santo sus oraciones, atribuyendo á ellas su inesperada curación, que, según él, puede llamarse resurrección. No se conserva la carta de San Ignacio á que responde el P. Salmerón.

(3) Arch. sec. del Vat. Conc. di Trento, t. xvii, f. 68. (Véase también Epistolae P. Lainez. Bolonia, 27 de Abril de 1547.)-(4) Ibid., f. 74.—(5) Ibid., £f. 84-90.

sentes, llegado el 11 de Junio lo único que se pudo resolver fué prorrogar indefinidamente la sesión. Viendo las cosas en tal estado, juzgó el cardenal Cervini que podía Laínez partirse para Florencia, pues la situación decadente del concilio anunciaba su próxima disolución. Despidióse, pues, Laínez de Salmerón y Jayo, y acompañado del B. Pedro Canisio, salió para Florencia el 17 de Junio de 1547 (1).

Continuaron en Bolonia los otros dos jesuítas, y en las juntas de teólogos que aun se celebraron, aparecen sus nombres entre los que discurrieron acerca de los sacramentos. El 9 de Julio disertaron ambos sobre el purgatorio y la penitencia (2). Dos días después habló Salmerón todo el tiempo de una junta de teólogos. Tratábase de las indulgencias, materia entonces sumamente interesante, pues como todos saben, por este artículo había empezado Lutero á combatir el dogma católico. Declaró Salmerón lo que son las indulgencias; estableció la diferencia que hay entre ellas y la absolución sacramental. probó la potestad que tiene la Iglesia para concederlas; declaró las condiciones necesarias para la validez de ellas; explicó, finalmente, cómo pueden las indulgencias aprovechar á los difuntos, aduciendo gran copia de erudición sagrada para demostrar cada una de estas aserciones. Á juzgar por el resumen de su discurso, que leemos en las actas, debió hacer Salmerón un elegante compendio de todo cuanto enseña nuestra santa fe acerca de este artículo importante (3).

El 18 y 19 de Agosto encontramos á Salmerón disputando doctamente sobre el sacrificio de la misa y defendiendo de las calumnias de los herejes las preces y ceremonias con que' la Iglesia acompaña la oblación de la víctima incruenta (4). Esta es la última mención de nuestros Padres que hallo en las actas del concilio en su primera reunión. Pocos días después, amenazada Italia de una conflagración guerrera por la muerte violenta del duque de Parma, Pedro Luis Farnesio, hijo de Paulo III, ocurrida el 10 de Setiembre, se reunieron los Padres, y el día 14 decretaron la dilación indefinida de la sesión. Terminado este acto, salieron de Bolonia muchos de los Padres, con lo cual pudo darse por disuelta la asamblea. Aun quedó una sombra de concilio en Bolonia hasta el año 1549; pero nada

(1) Epistolae P. Lainez. Florencia, 2 de Julio de 1547. (2) Arch. sec. del Vat. Conc. di Trento, t. XVII, f. 205. (3) Ibid., f. 208.

(4) lbid., ff. 293-297.

hizo de particular, si no fué conservar el nombre de concilio de Trento (1).

(1) Pallavicino, Storia del concilio di Trento, 1. x, c. V y siguientes. La razón de que subsistiera todavía en Bolonia aquella apariencia de concilio, era principalmente la oposición firmísima que hacía Paulo III á la disolución, pues de ningún modo podía determinarse á disolver un concilio cuya reunión le había costado tan inauditos afanes,

CAPÍTULO XVII

LAÍNEZ Y SALMERÓN EN EL CONCILIO DE TRENTO

DURANTE LA SEGUNDA REUNIÓN

1551-1552

SUMARIO: 1. Llegan á Trento Laínez y Salmerón el 27 de Julio de 1551.-2. Duodécima sesión del concilio el 1.o de Setiembre.-3. Pónese orden entre los teólogos para hablar, siendo los primeros nuestros dos Padres.-4. Diserta Laínez sobre la Eucaristía el 8 de Setiembre, y Salmerón sobre la comunión bajo ambas especies. 5. Décimatercia sesión el 11 de Octubre.-6. Cuartana del P. Laínez.-7. El 20 de Octubre hablan Laínez y Salmerón sobre el sacramento de la penitencia, y luego se retira unos días de Trento Laínez para curarse.-8. ¿Redactaron nuestros Padres el texto de la sesión catorce?-9. Por Diciembre empiezan los teólogos á discurrir sobre el sacrificio de la misa.-10. Paralízase el concilio á principios de 1552, y se disuelve el 28 de Abril.-11. Nuestros Padres dan noticia de la Compañía á los obispos y teólogos.-12. Laínez y Melchor Cano.-13. Vocación del Dr. Olave.

FUENTES CONTEMPORÁNEAS: 1. Archivo secreto del Vaticano, Concilio di Trento 2. Epistolae P. Lainez.-3. Epistolae P. Salmeron.-4. Epistolae P. Nadal.-5. Cartas de San Ignacio.-6. Polanco, Historia S. J.-7. Epistolae mixtae.-8. Ribadeneira, Vida del Padre Laínez.-9. Idem, Tratado de las persecuciones de la Compañía.-10. Persecutiones Fratrum.

1. Cerca de cuatro años transcurrieron desde que nuestros Padres se apartaron del concilio, hasta que éste volvió á reunirse en la primavera de 1551. Muerto Paulo III el 10 de Noviembre de 1549, habíale sucedido á principios de 1550, con el nombre de Julio III, el cardenal Del Monte, que había sido el primer legado presidente del concilio. Al punto dirigió el nuevo papa todos sus cuidados á la continuación de tan importante asamblea. En el consistorio de 4 de Marzo de 1551 nombró presidente al cardenal Marcelo Crescencio, dándole por asistentes en la presidencia al arzobispo de Manfredonia, Sebastián Pighini, y al obispo de Verona, Luis Lipómano (1).

Llegados á Trento los tres, inauguraron las tareas conciliares el 30

(1) Pallavicino, Storia del Conc. di Trento, 1. XI, c. 13.

de Abril de 1551. Al día siguiente se celebró la sesión undécima, en que se declaró solemnemente abierto el concilio, y se señaló para celebrar la próxima sesión el día 1.o de Setiembre. Poco se adelantó en los primeros meses, ya por las dificultades extrínsecas que siempre entorpecieron más ó menos la marcha del concilio, ya por la escasez de Padres y de teólogos. Unos y otros iban llegando poco á poco, y el 27 de Julio se presentaron Laínez y Salmerón, mandados, como la otra vez, por teólogos de Su Santidad. Visitaron á los legados presidentes, y éstos los recibieron con muestras de mucho amor. Lo mismo hicieron otros ilustres prelados, á los cuales fueron los Padres á presentar sus respetos. Cuenta Polanco que algunos, al ver en Trento á nuestros Padres, exclamaban gozosos: «Ahora va de veras el concilio, una vez que han venido estos dos hombres» (1).

Moderó Dios estos honores con un disgusto económico que humilló y mortificó bastante á los recién llegados. Dice Bartoli (2), que el legado presidente, el cardenal Madrucci y los más ilustres personajes se disputaban cortésmente el honor de hospedar á Laínez y Salmerón. No sabemos si habría, en realidad, esa cortés disputa, cortese gara, de que habla el historiador italiano. Lo que sí nos consta es que el secretario Massarelli, á cuyo cargo estaban los hospedajes, metió á los dos Padres en el aposento de un mozo de mulas, donde ni siquiera había una luz para estudiar (3).

(1) Historia S. J., t. 11, p. 249.

(2) Storia della Compagnia di Gesù. Italia, 1. 11, c. 5.

(3) Gustarán nuestros lectores de conocer la amena relación de este incidente, hecha á San Ignacio por Laínez. Hela aquí: «Por no escribir sin hijuela, avisaremos á V. R. de lo que nos ha acaecido sobre nuestra llegada acá y aposento, no para deeir faltas de nadie, si no fuesen nuestras, sino para informarle de la verdad, por si allá de otra manera informasen. Llegados aquí, el Rmo. Legado nos vió y recibió, cierto, á lo que podemos comprender, de muy buena gana, porque aun antes que viniésemos lo había ya dicho á muchos prelados, holgándose de nuestra venida, los cuales también le informaban, diciendo mucho bien de nosotros, según que de él y de ellos sabemos. Así que llegados nos dijo, que por entonces nos recibiría entrambos en su casa en una cámara, y que se buscaría luego una posada, la cual quería que fuese allí cerca, por podernos más gozar, y que quería que comiésemos con su Sria. Ria., con esto, que cuando quisiésemos comer en nuestra cámara, se nos diese. Besámosle las manos, y con tanto nos partimos de él.

>> Después, según pensamos, le debió hablar el secretario del concilio, y decirle que él nos acomodaría entretanto que se había la otra posada. Y así nos lleva á su casa y nos dice que, por no estar en la hostería, por aquella sola noche viniésemos allí, y danos por aposento á todos tres una estufilla muy pequeñita y ahumada, con un lecho y una carrivola, la cual sacada, no quedaban dos pasos vacíos en la cámara, sin mesa ninguna para poder estudiar ó escribir una letra, y con un solo escabello, y con

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