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famoso de su tiempo. Entraron en Calahorra (1) en Marzo de 1366, donde proclamaron como Rey de Castilla y de Leon á D. Enrique, que empezó á obrar como tal y á dispensar mercedes (2). Siguieron á Navarrete y Briviesca; y, el Rey D. Pedro que estaba en Búrgos, se dispuso á abandonar la ciudad y marchar á Andalucia. Los burgaleses le suplicaron no les desamparase, y al preguntarle cómo podrian ellos solos defenderse de Don Enrique y sus tropas, les respondió: mandoos que fagades lo mejor que pudieredes; entónces pidieron les relevase del juramento de homenaje y fidelidad que le tenian hecho, y él lo concedió, levantándose escritura firmada por notarios. Hizo matar en aquella misma mañana en el castillo de Búrgos á D. Juan Fernandez de Tovar, hermano de D. Fernando, porque este habia entregado Calahorra á D. Enrique (3).

Relevados los de Búrgos del juramento de fidelidad y en cuanto marchó D. Pedro, enviaron à decir á D. Enrique que le acogerian y reconocerian como á Rey siempre que jurara guardarles sus fueros y libertades. Accedió, entrando en Búrgos, coronándose solemnemente en Huelgas (4), y concurriendo á la misma ciudad caballeros y procuradores de todo el reino á prestarle homenaje. Los judios de Búrgos le sirvieron con un cuento de maravedis (5).

Siguió á Andalucia, y al aproximarse á Sevilla, D. Pedro mandó embarcar su tesoro en un bajel y llevarlo á Portugal; se alborotaron los sevillanos, se embarcó para Galicia; en Santiago mandó matar al Arzobispo y al Dean apropiándose sus

(1) Ciudad de 7106 habitantes, cabeza de part. jud., obispado sufragáneo del arzobispado de Burgos, prov. de Logroño (8 leg.)

(2) Lafuente, Hist. de Esp., t. VII, p. 268.

(3) Crónicas de Ayala, t. I, p. 403.

(4) Berganza, Antig. de Esp., t. II, p. 206.

(5) Crónicas de Ayala, t. I, p. 408

bienes y marchó á Francia para solicitar la ayuda del príncipe de Gales.

Volvió á Búrgos D. Enrique, convocando córtes del reino que juraron como heredero y sucesor á su hijo primogénito Juan; le ofrecieron ayudarle en la guerra contra D. Pedro y le otorgaron el diezmo de todo lo que se comprase y vendiese (1). Concedió á Búrgos la villa de Miranda de Ebro y recibió á los embajadores del Rey de Aragon que venian á recordarle algunas concesiones que D. Enrique habia ofrecido á aquel monarca cuando era pretendiente.

Salió de Burgos para celebrar una conferencia en Santa Cruz de Campezu (2) con el Rey de Navarra, jurando este auxiliarle é impedir que entrase por Roncesvalles (3) D. Pedro y el príncipe de Gales, uno de los mejores caballeros de su siglo. Vuelto D. Enrique á Búrgos supo con sorpresa que olvidado el de Navarra de su juramento, habia permitido el paso sin oposicion de ninguna clase.

Tuvo lugar la batalla entre ambos hermanos, siendo derrotado D. Enrique, que tuvo que huir á Francia (4). Entró el ejército vencedor en Búrgos ya disgustados D. Pedro y el principe de Gales, porque habiendo jurado el primero que no mataria á ningun prisionero, lo hizo por su misma mano (5) á D. Iñigo Lopez de Orozco y pedia se le entregasen todos los que estaban en poder de los ingleses, á lo cual no accedió el príncipe.

Se alojó D. Pedro en el castillo, el principe de Gales en el monasterio de Huelgas, y su hermano el duque de Alencaster en el de San Pablo, continuando la desavenencia por las pagas que D. Pe

(1) Lafuente, Hist. de Esp., t. VII, p. 276.

(2) Villa de 1700 habitantes, part, jud. de Laguardia, prov. de Álava.

(3) Pueblo de la prov. de Navarra, part. jud. de Aoiz (6 leg.) célebre por la derrota que sufrió en el año 778 el ejército de Carlomagno.

(4) Crónicas de Ayala, t. I, p. 453.

(5) Lista, Hist. de Esp., t. XXVIII, p. 37.

dro debia entregar á las tropas inglesas, el señorio de Vizcaya y Castrojeriz que habia ofrecido al príncipe, y que lejos de cumplirlo juraba en el altar mayor de la catedral (1) respetar lo pactado, y al mismo tiempo escribia cartas á Vizcaya para que no entregasen al príncipe el señorio (2). Siempre la perfidia, la crueldad y la doblez eran los distintivos de D. Pedro.

Marchó de Búrgos con el pretesto de recaudar mas pronto el dinero que debia entregar á los ingleses, despues de hacer matar muchas personas de distincion y del pueblo, sin perdonar á las mujeres (3), y en Toledo, Córdoba y Sevilla siguió el sistema de sacrificar á todos los partidarios de D. Enrique y á su fiel servidor Martin Yañez, que fué al que confió su tesoro cuando fué destronado y que no pudo impedir que cayese en poder del almirante Bocanegra.

Viendo el príncipe de Gales que su gente enfermaba, que D. Pedro á pesar de recojer dinero no la pagaba y que no le ponia en posesion de los dominios ofrecidos, abandonó á Castilla maldiciendo la falsedad del monarca y renegando de haberle auxiliado á reconquistar su trono.

Penetró D. Enrique en España con los auxilios que le dieron el Rey de Francia y el Duque de Anjou, animado por las rebeliones que en contra de D. Pedro habian empezado en los dominios castellanos. Entró en Calahorra en Setiembre de 1367, donde fué recibido con entusiasmo. Continuó su marcha y Logroño le cerró sus puertas. Envió á Búrgos mensajeros para saber si seria bien recibido, y la ciudad le abrió sus puertas recibiéndole en procesion el clero y el pueblo; pero la judería y el castillo que estaba al mando

(1) Crónicas de Ayala, t. I, p. 482.

(2) Lafuente, Hist. de Esp., t. VII, p. 288. (3) Madoz, Diccion. geog., t. IV, p. 601.

de un burgalés llamado Alfonso Fernandez, determinaron resistirle. Combatió à la judería empleando máquinas, minas y cabas (1), y se rindieron, teniéndole que entregar para salvar sus vidas un cuento de maravedis. Empezó á combatir el castillo, rindiéndosele su alcaide y haciendo prisionero al Rey de Nápoles que estaba en él, el cual tuvo que dar por su rescate 80.000 doblas de oro. (2)

D. Pedro, abandonado de todos, tuvo que pedir auxilio al Rey de Granada, y esta alianza solo sirvió para que este último se apoderase de Jaen, Úbeda, Marchena (3) y Utrera (4), incendiando casas y templos, cogiendo rico botin y gran número de cautivos.

D. Enrique tenia sitiado á Toledo y decidió D. Pedro marchar en ayuda de aquella ciudad. Salió el primero á su encuentro, y cerca del castillo de Montiel (5) se dió la batalla el 14 de Marzo de 1369 (6), en la que quedó derrotado el segundo, teniendo que refugiarse en aquel castillo y cercándole D. Enrique (7).

D. Rodriguez de Sanabria, caballero del partido de D. Pedro, habló á Duguesclin para que dejase escapar al Rey, y convenidos al parecer, determinaron que este viniese á su tienda donde encontraria los medios de fugarse. Avisado de toda esta trama D. Enrique, al llegar la noche y cuando entró D. Pedro en la tienda de Bertrand, se encontró con su hermano, luchando ambos cuerpo á cuerpo y cayendo debajo D. Enrique que lo hubiese pasado muy mal á no haberle dado la vuelta

(1) Lafuente, Hist. de Esp., t. VII, p. 295.

(2) Crónicas de Ayala, t. I, p. 516.

(3) Villa, cabeza de part. jud. de la prov. de Sevilla (9 leg.)

(4) Villa de 13895 habitantes, cabeza de part. jud. de la prov. de Sevilla (5 leg.)

(5) Villa de la prov. de Ciudad Real, (16 leg.) part. jud. de Infantes, (2 leg.) (6) Mariana, Hist. de Esp., t. I, p. 539.

(7) Lafuente, Hist. de Esp., t. VII, p. 304.

Bertrand, diciendo aquellas célebres palabras: ni quito ni pongo rey, pero ayudo á mi señor. Entonces Enrique hundió la daga en el cuello de su hermano y le mató alevosamente el 23 de Marzo de 1369, debiéndolo á una falta de caballerosidad que siempre le reprobará la historia (1).

Por la narracion lijera que hemos hecho de todos los principales sucesos del reinado de Don Pedro, comprenderán nuestros lectores que el dictado de sanguinario y cruel es el único que corresponde á este monarca, sin que podamos comprender cómo algunos escritores han tratado de aplicarle el de justiciero, ni han podido defender sus actos. Pero no era solamente la crueldad la mala cualidad que es preciso reconocer en este Rey, sino que la codicia, la falsedad, la lujuria y ningun respeto á lo divino ni á lo humano, le adornaban tambien, pudiendo asegurarse que verdaderamente era un mónstruo de crueldad, que en nada reparaba ni nada le detenia cuando se trataba de satisfacer el menor de sus caprichos.

Sentimos tener que ser tan duros en la calificacion de este Rey; pero obrar de otro modo seria decir lo contrario de lo que nos dictan nuestras convicciones, basadas en el estudio que hemos hecho de las opiniones favorables y contrarias á nuestro aserto.

LECCION XIV.

¿Cuáles fueron los primeros actos de D. Pedro I? Poner presa y consentir que su madre mandase asesinar á Doña Leonor de Guzman favorita de su padre.

(1) Crónicas de Ayala, t. I., p. 556; y Lista, Hist. de Esp.,t. XXVIII, p. 43.

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