Tesoro de los romanceros y cancioneros españoles, recogidos y ordenados por E. de Ochoa

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Página 88 - Ayer era rey de España, hoy no lo soy de una villa; ayer villas y castillos, hoy ninguno poseía; ayer tenía criados y gente que me servía, hoy no tengo una almena que pueda decir que es mía.
Página 521 - En los pinares de Júcar vi bailar unas serranas al son del agua en las piedras y al son del viento en las ramas. No es blanco coro de ninfas de las que aposenta el agua o las que venera el bosque, seguidoras de Diana. Serranas eran de Cuenca, honor de aquella montaña, cuyo pie besan dos ríos por besar dellas las plantas. Alegres corros tejían, dándose las manos blancas de amistad, quizá temiendo no la truequen las mudanzas ¡Qué bien bailan las serranas, qué bien bailan!
Página 497 - Zenetes eran deste rebato la causa, que los rayos de la luna descubrieron las adargas ; las adargas avisaron a las mudas atalayas, las atalayas los fuegos, los fuegos a las campanas; y ellas al enamorado...
Página 523 - Virtud y filosofía peregrinan como ciegos ; el uno se lleva al otro, llorando van y pidiendo. Dos polos tiene la tierra, universal movimiento, la mejor vida el favor, la mejor sangre el dinero. Oigo tañer las campanas, y no me espanto, aunque puedo, que en lugar de tantas cruces haya tantos hombres muertos.
Página 506 - Dame ya, sagrado mar, a mis demandas respuesta ; que bien puedes, si es verdad que las aguas tienen lenguas ; pero, pues no me respondes, sin duda alguna que es muerta, aunque no lo debe ser, pues que yo vivo en su ausencia ; pues he vivido diez años sin libertad y sin ella, siempre al remo condenado, a nadie matarán penas.
Página 498 - Y no quiero por rescate que tu dama me presente ni las alfombras más finas ni las granas más alegres. Anda con Dios, sufre y ama. y vivirás si lo hicieres, con tal que cuando la veas pido que de mí te acuerdes.
Página 314 - La más bella niña De nuestro lugar, Hoy viuda y sola Y ayer por casar, Viendo que sus ojos A la guerra van, A su madre dice, Que escucha su mal: Dejadme llorar Orillas del mar.
Página 499 - Enfrénanle de la bella las tristes piadosas voces, que los firmes troncos mueven y las sordas piedras oyen. Y la que mejor se halla en las selvas que en la corte, simple bondad al pío ruego cortésmente corresponde.
Página 367 - Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida; moro que en tal signo nace no debe decir mentira. — Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que decía: — Yo te la diré, señor, aunque me cueste la vida...
Página 4 - ¡Quién hubiese tal ventura sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la mañana de San Juan! Con un falcón en la mano la caza iba a cazar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar.

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