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Poco antes de empuñar el báculo de pastor y de recibir la mitra de prelado de la arquidiócesis de La Plata, habia acometido de un modo formal la empresa de escribir la historia de Bolivia. Su gran preparación en la materia lo llamaba a realizar tan importante trabajo. Desgraciadamente, el árduo y difícil período por el que atravssó en el gobierno de la Iglesia, que demandaba toda su atención, le obligó a renunciar a tan noble empeño.

El trabajo realizado y publicado, comprende la Idea de una introducción a la Historia de Bolivia, que parece completo, aunque se prestaba a más extenso desarrollo. Es un bosquejo general y a grandes rasgos, que principia con el descubrimiento de América y la conquista, presentando después el estado en que se encontraba la colonia del Alto Perú antes que hubiese principiado la guerra de la emancipación.

La relación histórica comprende desde los apóstoles del sentimiento de independencia, y concluye con los acontecimientos de 1812, habiendo dejado la inmensa laguna de la revolución del 16 de julio de 1809 en La Paz, el movimiento más audaz, que siguiendo el pronunciamiento o la insurrección de Chuquisaca, 52 dias después definió temeraria y categóricamente el pronunciamiento de la guerra de la independencia.

Los capítulos comprendidos en la relación de monseñor Taborga, tienen la más alta importancia en nuestra historia.

El último libro publicado, en 1912, es el Bosquejo de la Historia de Bolivia, por Manuel Ordónez López y Luis S. Crespo, «única obra premiada en el certamen nacional de 1906».

Es un libro de mérito en su conjunto, que abarca un plan general, desde los tiempos primitivos hasta el congreso ordinario de 1882. En la primera parte parece que sus autores hubieran seguido y ampliado el plan del compendio de José María Camacho.

La obra de los señores Ordóñez López y Crespo, ha dado lugar a severas críticas y rectificaciones por la prensa.

Lo que nos llama la atención es que, los autores del Bosquejo han publicado los «documentos relativos a su obra, principiando por el decreto de convocatoria a un certamen nacional, y no han hecho conocer el informe que prestó el tribunal calificador, aun que en su prólogo se refieren a las observaciones hechas por este tribunal; y si bien dicen que han sido cuidadosamente atendidas,

en todo lo que les ha parecido encuadrado dentro de un criterio histórico, justo y verdadero», concluyen por sostener que: «algunos puntos observados, los más de ellos de escasa importancia, los han dejado subsistentes, porque las apreciaciones del tribunal, si bien muy respetables, no han podido hacer les variar la convicción histórica que abrigan sobre la efectividad de ellos».

El lector siente la necesidad de conocer las observaciones del tribunal calificador, y les dá tanta mayor importancia cuanto que los autores del Bosquejo han omitido su publicación.

Sin desconocer la importancia de la obra de los señores Ordóñez López y Crespo, encontramos en ella algunas inexactitudes, hay en la relación de algunos sucesos, marcado espiritu provincialista, y falta de unidad en el conjunto del trabajo, como acontece en todo libro escrito por dos o más autores.

Cuando lo permita la conflagración europea, ha de aparecer, en el tomo décimo de la «Historia de los pueblos latinos de América», monumental obra que se publica en París por una sociedad de estudios históricos y dirigida. por el eminente historiador y profesor de la Sorbona, M. Seignobos, la Historia de Bolivia, desde la época de la independencia hasta nuestros días, por Aleides Arguedas, expresamente comprometido por la «Sociedad de Estudios Históricos de la América Latina» de Paris, a que nos hemos referido.

Alcides Arguedas tiene dadas pruebas de su talento y de su fecundidad de escritor y confiamos en que su obra, destinada a ser publicada en diversas lenguas, ha de ser digna de su prestigio y ha de divulgar nuestra historia patria. Pero la obra de Arguedas, según su contrato, está limitada a 200 páginas de texto, y no ha de comprender sino desde la fundación de la República hasta nuestros días, dejando el período brillante de la guerra de la independencia, que sabrà presentar el autor siquiera en un cuadro general que comprenda la lucha titánica de los quince años.

Estamos seguros de que Alcides Arguedas ha de aportar un buen caudal al estudio de la Historia de Bolivia.

Todo trabajo en este orden es digno de aplauso, aun que no sea sino llevar una piedra al edificio en construcción.

III

Son numerosas y de grande importancia las monografias sobre períodos y personas determinados de nuestra historia, publicadas por escritores nacionales y extranjeros. Hombres inteligentes e ilustrados; investigadores laboriosos, se han propuesto estudiar épocas o materias circunscritas y han dejado historias parciales, acumulando documentos y narrando los acontecimientos ordenada y metódicamente, con criterio ilustrado para juzgarlos.

Estos libros son fracmentos notables de nuestra historia nacional y de mucho interés para quien emprende la obra de una historia general; pero quedan todavía algunos períodos inexplorados.

Entre los muchos autores que podríamos y sería largo citar, y lo haremos en su lugar, preciso es honrar la memoria de don Gabriel René Moreno, el purísimo y genial escritor, el más infatigable obrero en acumular materiales para la historia de Bolivia, después de haber consultado todos los archivos y bibliotecas notables de Amé. rica y de Europa. Escritor diestro y amaestrado, su critica es severa e imparciales sns juicios; sus notas bibliográficas son de profundo estudio é irreprochable su criterio de historiador, menos cuando se ocupa de Belzu y de Linares.

Merecen mención especial la Vida del general don José Ballivian y los Rasgos biográficos de Adolfo Bollivian por don José María Santiváñez; la Historia de Bolivia bajo la administración del coronel don Agustín Morales, y la Historia de Bolivia bajo las administraciones de don Adol fo Ballivian y don Tomás Frías, por don Jenaro Sanjinés; varios escritos de Alberto Gutiérrez, como La muerte de Abel, La Guerra de 1879. El Melgaregismo antes y des pués de Melgarejo.

Se han dedicado al mismo género de trabajos, y con brillantes éxitos, José Rosendo Gutiérrez, Juan R. Muñoz Cabrera, Nicolás Acosta, Santiago Vaca Guzmán, Eufronio Viscarra, Modesto Omiste, Samuel Velascoflor, Ernesto O. Rück, Valentín Abecia, Manuel Vicente Ballivián, habiendo estos tres últimos llegado a formar archivos muy valiosos para la historia patria.

La Sociedad Geográfica Sucre, tiene acumulado mucho material para la historia, y siguen en la empeñosa labor Agustín Iturricha con la Historia de la administración del general Santa Cruz, y Miguel Ramallo, con las

Batallas de la Guerra de la Independencia Altoperuana, Los guerrilleros de la Independencia, la Guerra doméstica y otras publicaciones.

El literato y publicista Tomás O'Connor d' Arlach ha aportado a la historia patria la publicación de las Memorias del general O' Connor, y varias producciones propias, como Los Presidentes de Bolivia, Hechos y dichos del general Melgarejo.

En la nueva generación, se presentan algunos jóvenes dedicados con provecho a estudios de la historia patria, y nos place mencionar a José Macedonio Urquidi, a Mariano Benjamín Arrueta y a Juan 2o. Alvarado.

Hay otro género de publicaciones en Bolivia, que es el más abundante, que no llega a la categoría de libro, que demanda un atento estudio comparativo para deducir la verdad: es el folleto de contradicción y de polémica sobre acontecimientos y personajes determinados; la lucha de los partidos políticos en la prensa diaria, siempre apasionada y en batalla. Hay que servirse de este material con mucho cuidado, coordinando con método y critica los sucesos debatidos, para poder comprobar la verdad histórica.

Un examen de todas las obras y escritos sobre historia, basta para producir el convencimiento de que la historia de Bolivia está en formación, y que debe emprenderse este trabajo con el mismo espíritu de prolija investigación y de critica escrupulosa que algunos escritores han aplicado al estudio de ciertos períodos determi nados.

IV.

Nuestros archivos guardan un considerable caudal de documentos, no obstante los estragos de la acción destructora del tiempo, el descuido de los gobiernos y la barbarie de la guerra civil que ha hecho desaparecer una buena parte del material legado por la colonia y del que. principiaba a formarse en los primeros años de la república.

Pero en España se conserva casi intacto el más rico tesoro de documentos relativos a nuestra historia antigua, guardado en el inmenso archivo de Indias que existe en Sevilla. Ese archivo conservado con esmero, clasificado con un método que facilita hasta cierto punto la investigación, encierra entre otras preciosidades, otras preciosidades, la correspon

dencia que los virreyes y gobernadores de América man. tenían con el rey; los procesos de residencia de aquellos mandatarios, las quejas y acusaciones que se formulaban contra éstos; las relaciones de méritos de los que pedían alguna gracia al soberano; derroteros de viajes y exploraciones, memoriales o notas sobre muchos hechos o sobre la descripción de estos países y un número considerable de expedientes y papeles sobre negocios militares, religiosos, civiles y administrativos.

El régimen esencialmente centralizador que los monarcas españoles crearon para el gobierno de sus colonias, aun de las más apartadas, pudo ser muy desfavorable para el desarrollo de estas; pero ha sido de la más grande utilidad para la construcción de la verdadera historia. Todos los funcionarios civiles, militares y eclesiásticos estaban obligados a dirigirse al rey para informar acerca de los asuntos que corrían a cargo de cada uno de ellos. El rey, por su parte, dictaba todas las leyes, todas las instrucciones y hasta las ordenanzas de policía para el gobierno de sus colonias. Esos informes de sus subalternos, y esos mandatos del soberano, que son la fuente más abundante de informaciones seguras acerca de la his toria americana, forman muchos millares de legajos que cfrecen un campo casi inagotable a la investigación histórica. Guardados con obstinada reserva durante siglos, esos documentos no fueron conocidos sino por unos pocos historiadores. Un espíritu mucho más ilustrado los ha puesto en nuestro tiempo a la disposición de los hombres estudiosos de todas las naciones (1).

Los legajos referentes al Perú ocupan por su número e importancia el primer rango en el archivo de Indias, en el inmenso caudal de materiales que allí existen sobre todas las colonias.

Ya han salido a luz muchas de las riquezas del archivo de Indias en Sevilla, con las que se ha podido rehacer la historia colonial de estos países de América.. El trabajo más empeñoso ha sido el de las congregaciones religiosas, especialmente de los padres de la Compañía de Jesús, que han comunicado con el público el te soro de noticias que habían adquirido en sus pacientes investigaciones; y cuando no han presentado el texto completo del documento, han facilitado la tarea ofreciendo un resumen extractado con toda fidelidad.

(1). Diego Barros Arana.-Historia general de Chile. 1884. T. I.

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