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dar el asalto. Continuó, sin embargo, batiéndose con gran ardor dando ejemplos de bravura á sus soldados; y apoderándose con la rapidez del rayo, de una puerta á la que él mismo habia intentado en vano pegar fuego por medio de una hacha encendida, cuando aun estaba ocupada por el enemigo, penetró en la poblacion arrollando denodadamente á los facciosos hasta obligarles à que se refugiaran á la catedral y al palacio del Obispo. El baron de Meer premió tan brillante comportamiento confiriendo á PRIM el grado de comandante sobre el campo de batalla, y la cruz de distincion concedida por aquel memorable sitio.-Con actos de valor como el que llevamos consignado, correspondia PRIM á las gracias con que le récompensaba el general en jefe. Por otra parte, era tanto el aprecio que Meer profesaba á PRIM, y tal la estima que tenia de sus cualidades militares, que habiéndole presentado un dia su jefe de E. M. la propuesta de algunas recompensas, al leer el nombre de PRIM, dijo: «Los servicios de este no se premian con grados. Propóngasele para el empleo inmediato. »>

Así

que el baron de Meer hubo fortificado y guarnecido fuertemente la plaza conquistada, se dirigió á Guisona con el fin de dejar allí los heridos y regresar á Solsona con el convoy que al efecto tenia preparado. A la vuelta tuvo que sostener combates sangrientos, atacado por el Conde de España desde las alturas que median entre Biosca y San Pedro de Padullers y Xuriguera, teniendo que ganar el terreno palmo á palmo y pasando por encima de un sinnúmero de cadáveres. El general carlista tenia su honor empeñado en aquella lucha y por consiguiente no es estraño que hiciera toda clase de esfuerzos por batir á sus contrarios; pero como no poseia el privilegiado ojo militar del caudillo de la reina, por mas que no careciese de alguna táctica, no pudo menos que permitir el paso del convoy, esclamando con admiracion: «¡Ah bravo piloto, que bien conduces tu buque! >>

Hasta el dia 4 de agosto no entró el baron de Meer en Solsona; el 12 emprendió su marcha en direccion á Suria, en cuyo tránsito no fué molestado por el enemigo; tal era el escarmiento que habia sufrido.

A la actividad que habian desplegado las fuerzas de ambos bandos, sucedió una inaccion de cerca de tres meses. Mientras el Conde de España reorganizaba sus indisciplinadas huestes, el Baron conducia algunos convoyes y ausiliaba varios puntos.

Un hecho imprevisto vino de nuevo á poner en movimiento á los dos ejércitos. El destacamento del castillo de Viella, en el valle de Aran, se sublevó el 19 de octubre asesinando á su gobernador señor Galí. En cuanto el Conde de España tuvo noticia de la ocurrencia, salió de Caserras en direccion al valle con el fin de ver si podia apoderarse de aquel fuerte, mientras que el baron de Meer disponia al propio tiempo que la tercera division del ejército de Cataluña avanzase hácia el mismo punto. A los pocos dias emprendia tambien la marcha el caudillo constitucional con el resto de sus fuerzas.

El valle de Aran se halla situado en la falda de los Pirineos; tiene media legua de latitud por ocho de longitud, en cuyo reducido espacio se cuentan treinta y dos bonitas aldeas. Su riqueza consiste en ganado lanar y vacuno, y esta circunstancia estimulaba á que los carlistas hicieran frecuentes escursiones por aquel pequeño territorio, de donde sacaban siempre una contribucion segura. Una ligera insinuacion bastaba para que los soldados se apoderáran de todo el ganado que encontrasen á su paso.

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Sobre dos mil quinientos infantes y cuarenta caballos penetraron en el valle por orden de Carlos de España, llevando artillería de montaña; el Pallas desde Esterri á Sort era cubierto por unos mil hombres mandados por Borges. Todas aquellas fuerzas cayeron en seguida sobre Viella, pueblo sin mas defensa que una simple muralla rodeada de un pequeño foso; á un tiro de fusil se hallaba un convento bien fortificado, defendido por ocho piezas de artillería de grueso calibre trasladadas de la Seo de Urgel, y por unos doscientos hombres pertenecientes á varios cuerpos; aquel convento se habia convertido en Fuerte de la libertad.-Recibido á balazos el emisario que lle-> vaba el encargo de intimar la rendicion, dióse inmediatamente la señal de ataque, y al cabo de media hora de combate los carlistas eran ya dueños de la poblacion. Solo una parte de los defensores consiguió refugiarse en el fuerte; los veinte y nueve hombres restantes que no pudieron verificarlo, fueron pasados á cuchillo. El Conde de España habia prevenido que si la poblacion se tomaba por asalto, fuera saqueada é incendiada por sus cuatro costados. Los vencedores creyeron, sin embargo, que ya bastaba el saqueo, y Viella ofreció por lo tanto el doloroso espectáculo de verse entregada al desenfreno de una

horda de foragidos. En esto, surgieron algunos debates entre los cabecillas que los acaudillaban, sobre si se atacaria ó no al fuerte, y este suceso que hubo de entorpecer necesariamente las operaciones, disgustó tanto al general carlista que no pudo reprimir su enojo. Hé aquí en qué términos escribió á un amigo suyo: «La lentitud con que el brigadier Porredon ha puesto en ejecucion la operacion que yo le habia confiado, me ha puesto de muy mal humor. Os ruego que se lo digais en particular. Él debe conocer que la toma de la fortaleza de Viella interesa al servicio del rey nuestro señor, y que esta operacion debe practicarse con prontitud, porque yo no puedo permanecer mucho tiempo en estos desfiladeros, en que un movimiento combinado del enemigo podria cortarme. Es necesario que Porredon reuna todas las escalas del valle, que dé el asalto y lo haga pasar todo á la bayoneta, con lo que prestará un gran servicio al rey y al Principado de Cataluña, porque cuantos hay en el fuerte no son mas que asesinos y malvados cargados de crímenes y sacrilegios.» Viendo Porredon lo que le prevenia el Conde de España, tuvo una junta de jefes para comunicarles las órdenes que acababa de recibir. El Pep del Oli y Borges dijeron que ellos no daban el asalto; que no eran saltimbanquis; y que solo penetrarian en el fuerte por la brecha practicable que se abriese al efecto.

Al dia siguiente se establecieron en consecuencia dos baterías, y cuando ya se habia derribado una torre y un trozo del paredon que servia de muralla, esperando solo á las compañías de cazadores para que entrasen por la brecha, tuvo el jefe carlista que levantar el campo apresuradamente á causa de haber recibido un parte en que el Conde de España le mandaba que se replegára á sus fuerzas, con el fin de evitar que el baron de Meer, que se aprocsimaba con dos divisiones, le cogiera en el valle. La marcha de Porredon fué desastrosa; emprendida de noche y en medio de una terrible tempestad, perdió mas de sesenta hombres, la mayor parte muertos de frio y rodando por espantosos precipicios; toda la artillería, doscientos bueyes, las mu→ niciones y equipajes. ¡Terrible efecto produjo en el ánimo del Conde de España la vista de una division que se le presentaba destruida por los elementos, y precisamente en ocasion en que mas necesidad tenia de conservar su gente! Echó la culpa de aquel desastre à la impe

TOMO I.

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