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CAPÍTULO III.

Ligera reseña del estado del pais.-Operaciones militares.-Primeros hechos de armas de Prim.-El infante D. Sebastian en Barcelona complicado en la rebelion carlista.

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encontraba aun en Portugal y al tratado de la Cuádruple-alianza. Así es que el partido liberal, cuyo espíritu de progreso se encontraba hasta cierto punto paralizado por la influencia que sobre él ejercian las revoluciones de Francia y de Portugal, cifró naturalmente sus esperanzas en el Capitan general de Cataluña que desempeñaba à la vez los cargos de Presidente de la Audiencia y de gobernador civil. La contestacion que se dió á Llauder fué bastante original; se le

TOMO I.

devolvió el pliego que contenia su misma representacion, é inmediatamente se nombraron Gobernadores civiles para las cuatro provincias del Principado, á manos de cuyas autoridades debian pasar la mayor parte de las atribuciones que ejercia el Capitan general.

Los que aprobaban la conducta de Llauder se resintieron sobremanera del desaire con que trató de castigarle el gabinete; y creyendo entonces que debian vengarse de este castigo, promovieron un motin que estalló en Barcelona el 10 de enero de 1834 á los gritos de abajo el ministerio. Aquel pequeño pronunciamiento se apaciguó tan luego como se supo que el Capitan general habia salido en la tarde del dia anterior en direccion á Esparraguera, pero se consiguieron los resultados que deseaban los amotinados, esto es, que Llauder no diese por entonces posesion á los nuevos gobernadores civiles y que cayese el ministerio Zea, como en efecto sucedió así siendo reemplazado el 15 del propio mes por el que formó D. Francisco Martinez de la Rosa.

Cuatro meses hacia que Doña María Cristina era reina gobernadora cuando subió al poder el Sr. Martinez de la Rosa. El país atravesaba en aquella época una de esas difíciles situaciones que suelen acabar con la ecsistencia de los Estados. El aspecto que presentaba esta gran nacion aterraba; porque además de verse amenazada por una intervencion estrangera, reinaba una completa anarquía en la administracion y una terrible lucha de intereses y de principios. Solo el acendrado patriotismo y la union del partido liberal pudo contener la desbordada marcha de los sucesos. Esta es la verdad.

Favorecidas las huestes carlistas que recorrian el Principado por las circunstancias topográficas del pais, y por el descontento que cundía con una rapidez asombrosa, empezaron á tomar la iniciativa bajo la proteccion de mucha parte del clero y al abrigo de la fragosidad de las montañas. Varias partidas no tardaron, sin embargo, en ser derrotadas. D. Francisco Paré (a) Bagarro, fué sorprendido el 11 de enero en la casa de campo de Soler de Bastipona, inmediata á Castell-tersol y San Culgat, por el cabo de las rondas volantes de Sabadell, quedando prisioneros el cabecilla y 29 individuos mas.

Vilella y Llauger de Piera, á la cabeza de 100 hombres, sufrieron una corrida en el monte Colbay perseguidos por los cazadores de

América que mandaba el comandante Gándara, obligándoles á refugiarse en Santa Susana, casa de campo del término municipal de Salú. Unos 80 hombres de las tropas de la reina circunvalaron la casa al anochecer é intimaron la rendicion á los sitiados, amenazándoles que serian víctimas de las llamas: pudieron, sin embargo, forzar el paso, dejando en su fuga 5 prisioneros, tres muertos y varios pertrechos de guerra. Ambos cabecillas huian con solo 4 individuos, y aun tuvieron la desgracia de ser atacados por una pequeña partida de voluntarios que les mataron á dos de ellos é hirieron á Vilella.

Los demás jefes carlistas sufrian asimismo contínuos reveses; y dispersada su gente, unos se ocultaron con el fin de esperar dias mas felices y otros se refugiaron á Francia. En una comunicacion que tenemos á la vista, fechada el 16 de enero, decia el general Llauder al gobierno que en el territorio de su mando reinaba completa tranquilidad.

Poco tardaron, empero, á aparecer de nuevo otras facciones á pesar de la eficaz vigilancia que ejercian las autoridades. Vila capitaneaba 200 hombres reunidos en San Salvador de Viana; en la provincia de Gerona se depositaban armas y municiones; Plandolit (a) Targarona penetraba por la frontera al frente de otra partida; y Vilella se dejaba ver por San Llorens dels Piteus mandando unos 60 hombres. Esta agitacion general estaba combinada con el desembarco del general Romagosa y de varios otros jefes superiores, que debia tener lugar en las costas de Tarragona por todo el mes de febrero. Este y otros planes tan fatales como atrevidos, eran firmemente alentados por los esfuerzos que en su cooperacion desplegaba el clero.

La necesidad de tropa que sentia Llauder para poder conjurar la tempestad que amagaba por todas partes, le obligó á estender el armamento de la Milicia Urbana, organizando además cuerpos francos con el nombre de Tiradores de Isabel II, formados de la briosa juventud que tantos servicios prestó á la causa que simbolizaba el nombre de aquellos aguerridos batallones. En uno de ellos ingresó el jóven PRIM y otros beneméritos militares que se han distinguido y distinguen en las filas del ejército. Sí: en uno de esos bravos batallones de voluntarios, que no falta aun quien recuerde con cierta indiferencia, empezó la noble carrera de las armas el que hoy es grande de España,

título de Castilla y ocupa en la milicia una de las posiciones mas elevadas.-Mas adelante nos ocuparemos de sus primeros hechos de guerra. Sigamos el órden cronológico de los sucesos.

Estendida á todos los corregimientos la organizacion de los Voluntarios de Isabel II, pudo entonces Llauder ir cubriendo los puntos estratégicos del Principado sin necesidad de desatender el importante servicio de las plazas.-Los carlistas á su vez, reconvenidos por los de las provincias del Norte, que no sabian darse cuenta de lo poco que progresaban sus correligionarios de Cataluña, tan favorecidos por las circunstancias topográficas del país, resolvieron ponerse de acuerdo con los jefes de las facciones que operaban en el bajo Aragon, con el objeto de que pasando estos el Ebro recorrieran con una fuerte columna algunos pueblos para proteger su alzamiento en masa.

Carnicer fué el que emprendió la espedicion al frente de 1,380 infantes y 110 caballos, llevando por segundos à Cabrera, Miralles y Quilez. Despues de pasar por Batea y Gandesa, en la mañana del dia 7 de abril traspusieron el rio dirigiéndose hácia Falset. Inmediatamente que D. José Carratalá, comandante general de Tarragona, tuvo conocimiento de la invasion, salió de la capital con una gruesa columna compuesta de soldados del ejército y urbanos de Reus y pueblos inmediatos, poniéndose en combinacion con la del brigadier gobernador de Tortosa D. Manuel Breton.

Carnicer esquivaba la persecucion que sufria porque en sus cálculos no entraba esponerse á un choque de dudoso resultado. Carratalá se dirigió á Falset donde creia encontrar al enemigo, pero este se encaminó á Posoleda; concibiendo entonces el jefe de la reina el plan de lanzarlo hacia la márgen del Ebro con el fin de obligarle á batirse, ejecutó tan felices movimientos en union de las fuerzas que mandaba Breton, que en la tarde del 10 tuvo Carnicer que aceptar el combate en los campos de Mayals, cuando por medio de una marcha forzada se encaminaba à repasar el rio por la barca de Faion. La accion de Mayals fué una de las mas importantes de aquella época, no solo por los resultados materiales que obtuvieron las tropas de la reina, sino por haber inutilizado los medios con que contaban para estender sus operaciones los carlistas que operaban en el Principado. Hé aquí como la describe un testigo ocular:

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« Carnicer tenia situada su gente en las alturas que á uno y á otro lado del pueblo de Mayals forman una buena posicion militar: Quilez con los aragoneses constituia el ala izquierda; Miralles, la derecha apoyado en la caballería, mandando el centro compuesto de unos 400 hombres cubiertos de un olivar, el jefe Carnicer, y teniendo á retaguardia crecido y embarazoso séquito de clérigos y partidarios de sus ideas, que iban huyendo de la persecucion que sufrian en los pueblos. Las fuerzas de ambas partes eran próximamente iguales en número y calidad, porque si en el campo carlista habia gente sin gran disciplina, no era mucho mayor sin duda alguna la de los urbanos que acompañaban al caudillo liberal. La caballería era únicamente superior en todos conceptos. Rompieron el fuego las compañías de los urbanos de Porrera, Falset y Flix, y una de tiradores de Isabel II de Tortosa, contra las cuales mandó el jefe enemigo á Cabrera con las guerrillas; las alturas se vieron tambien atacadas; la de la izquierda donde está la ermita de San Sebastian, por los tiradores del segundo batallon de Bailen á las órdenes del coronel Azpiroz, y las de la derecha por otra compañía del mismo batallon y algunos carabineros que mandaba el teniente coronel Lopez. Unos y otros guardaron al principio un continente respetuoso, porque la firmeza de la resistencia igualaba á la osadía del ataque; pero reforzando el general Carratalá sus guerrillas, las de Cabrera tuvieron que replegarse á su centro y de este modo se generalizó la accion con grande ardor por ambas partes. Luego conoció el caudillo de la reina que el flanco mas débil del enemigo era su derecha, donde se encontraba la caballería, y formando un hábil cálculo estratégico, envió contra ella al brigadier Breton con 70 caballos del regimiento de Navarra, mientras entretenia al centro y la izquierda con un ataque simultáneo ejecutado por los comandantes Ramos y Mirambell. »>

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Los carlistas disputaron valerosamente el campo hasta las cinco que se pronunciaron en derrota; en vano Cabrera acude con su natural intrepidez y su prestigio á impedir la dispersion de los gineles envueltos por Breton; en vano Quilez recibe órden de mantener su puesto, porque entretanto el mismo Carnicer tomaba el primero la retirada. Carratalá hizo entonces el último esfuerzo por la victoria, y la dispersion de los contrarios fué general y completa: Cabrera tuvo

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