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grama de aquel ministerio era una verdad. Yo les dije que conocia á los hombres de todos los partidos, su fé y caballerosidad; y que, vencida la Junta Central, habria verdad, habria legalidad, habria justicia. Mis paisanos me creyeron; se armaron contra aquella bandera y los centralistas fueron vencidos. ¿Y qué ha sucedido despues? lo contrario de lo que yo les prometí. Así es que yo he aparecido ante ellos como un hombre falso y desleal. Esta fué la razon porque yo di aquedí lla respuesta.

En este estado se vió el proceso, y reconociendo el consejo las ilegalidades y los vacíos que en él se observaban, pues no se habian evacuado citas, ni practicado otras diligencias indispensables, mandó que se ampliaran estas. Desde entonces fuí puesto otra vez en incomunicacion. Durante ella ha ocurrido un hecho que quiero poner en conocimiento del consejo. El fiscal entró un dia en mi calabozo, y no tuvo siquiera la atencion de quitarse el morrion; cosa que la buena educacion exige se haga cuando se entra á ver à un simple oficial, cuanto mas á un general. Le dije que podria tener mas atencion, y me contestó secamente, que estaba de oficio. No repliqué, porque conocia que la sangre se me iba à encender en las venas, y á la edad de 29 años cuando esta se enciende no es fácil calcular hasta donde podrá llevar á un hombre: no pude hacer mas que morderme los labios. Creí que se me iba á hacer algun otro cargo, cuando veo que se presenta como acusador tambien un oficial de San Fernando. Me quedé absorto: no sabia lo que me pasaba, y mucho menos cuando le oí decir, que antes de mi partida á Francia habia pretendido seducirle para derribar al gobierno. A este oficial le conocí yo tambien en Reus, y afirmo y aseguro al consejo por lo mas sagrado que mientras estuve en Madrid no hablé nunca con este oficial. Fué, con efecto, á mi casa á buscar una certificacion del tiempo que estuvo á mis órdenes, y mandé que se la estendiera mi secretario, como así lo hizo. Y, señores, ¿por qué habia yo de prevenir á este hombre con tanta anticipacion de los planes de la conspiracion? O tenia confianza en él ó no la tenia; si tenia confianza, no habia para que hacerlo tan pronto; cuando llegara la ocasion me seguiria; si no la tenia, ¿cómo es posible que yo le fiara el secreto con tanta anticipacion? Mis amigos saben que habia pedido licencia por seis meses, y ellos saben tambien que mi ánimo era pe

dir próroga por otros seis meses; y otra próroga, sin que fuera mi intencion el volver á España hasta que calmados los ánimos y amortiguadas las pasiones políticas, pudieran mis paisanos hacer justicia á las virtudes, que, como militar, me han adornado siempre.

Hay otro oficial de los acusadores que se llama Mendez, cuyo testimonio rechazo porque no le he visto siquiera.

Otro de los cuatro oficiales es un hermano del Alberni, el delator; este no tiene la menor importancia.

El cuarto de estos oficiales se llama Clapes; y á propósito de este sugeto y de hallarse presente el señor mayor de plaza, recordará, que cuando este caballero me condujo à la prision que ocupo en el dia, oiria al oficial Rodriguez al apearme del coche en la puerta de este cuartel que me decia: «mi general, Clapes acaba de estar conmigo, y me encarga decir á V. que siente mucho este suceso, y que si se le ofrece á V. alguna cosa, puede contar con él. » Y un hombre que hace ocho dias me ofrecia sus servicios, ¿cómo es que despues aparece como acusador? Esta es una anomalía que yo no puedo esplicar.

Si dejo de manifestar alguna cosa importante para mi defensa, espero que me lo suplirá el consejo, porque mi cabeza está abrasada.

Creyendo haber dicho lo suficiente para patentizar mi inocencia, no me resta mas que llamar la atencion del consejo sobre la conducta del delator. Creo que el que delata á otro se espone á sufrir la pena del Talion, y si no prueba lo que dice, debe caer sobre él todo el rigor de la ley. Yo no le puedo perdonar los ratos de amargura que me ha dado; no por mí, pues si por mis pocos años no tengo filosofía bastante para soportar con resignacion el infortunio, tengo corazon que suple aquella falta; (visiblemente conmovido) pero tengo una madre, tengo hermanos, y al pensar lo que aquella desgraciada padeceria al ver que pedian la cabeza de su hijo, des fallecen mis fuerzas.

Concluyo pidiendo al consejo, reprenda como merece la conducta del fiscal, porque ha faltado à un sagrado deber de justicia é imparcialidad en no evacuar las citas que yo hice, porque ha fulminado contra mí cargos que no estaban en el proceso, y porque, para vilipendio y para asombro del mundo civilizado, se ha conducido en esta causa sin mas deseo que llevar á cabo una polémica anticipadamente tratada, ni mas ley que su sed de sangre. >>

TOMO I.

37

El general PRIM estuvo elocuente de sus labios brotaron frases que mas de una vez arrancaron señales de aprobacion : habló con firmeza, y espuso en su brillante defensa, segun habrá observado el lector, razones de gran peso para justificar su inculpabilidad, particularmente respecto de la acusacion sobre el proyecto de asesinato de que se le presentaba como principal autor.

Punto por punto, y sin arrebatarse nunca, fué destruyendo con tanta lógica como valentía, todos los cargos que contra él aparecian en la causa. Y se elevó á tal altura en el último período de su discurso, que el público conmovido, no sabia que admirar mas, si los delicados sentimientos del hijo, ó la rara espresion del orador.

El consejo permaneció reunido hasta las seis de la mañana del dia siguiente, sentenciando por fin al general PRIM á seis años de prision en un castillo, y á cuatro años á los demás acusados.

En cumplimiento de esta condena, fué conducido el Conde á Cádiz con el objeto de ser embarcado para las islas Marianas, pero á los pocos dias de hallarse en el castillo de San Sebastian, tuvo á bien indultarle S. M.

La Reina hizo uso de su soberana prerogativa á ruegos de la señora madre del general, que con toda la viveza de su carácter varonil se presentó en Madrid à pedir gracia para su querido hijo.

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Despues de haber recorrido el general Prim la mayor parte de Europa, es nombrado Capitan general de Puerto-Rico.-Su llegada à la Antilla.Su administracion.-Presta un gran servicio á Dinamarca.-Es relevado del mando y regresa á la peninsula. -Es elegido diputado por el distrito de Vich.-Discurso que pronunció en las cortes al discutirse el mensage del congreso.-Observaciones sobre el mismo.

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ADA notable ocurrió al conde de Reus durante el tiempo transcurrido desde el dia del fallo de la causa, hasta que hallándose en el castillo de San Sebastian fué indultado de su condena.

Despues de haber permanecido algunos dias de cuartel en Ecija, se le con

cedió este para Madrid con fecha 22 de abril de 1845.

La situacion del general PRIM era sin embargo harto violenta en la Córte para que pudiera residir en ella sin esponerse á sérios percances. No le quedaba, pues, otro recurso que, ó volver á provincias, en cuyo caso no evitaba el que sus adversarios políticos ejercieran sobre él una vigilancia repugnante, ó marchar al estranjero. Adop

tado el último estremo, como medio que ofrecia mas seguridad, obtuvo en 19 de marzo Real licencia para Francia.

Durante los años de 1845 y 1846, recorrió PRIM mucha parte del vecino imperio, Inglaterra, Italia y otros estados de Europa, dedicándose al estudio militar y adquiriendo conocimientos científicos que mas tarde habian de distinguirle en su noble carrera. De todos estos viajes solo citaremos un hecho que no deja de tener cierta imporlancia.

Hállábase PRIM alojado en una espaciosa quinta situada á las inmediaciones de Marsella, en compañía de varios emigrados, cuando un dia, en que rendidos por la influencia del sol abrasador de agosto, se encontraban durmiendo la siesta, se presentó la policía en la casa. Sabido es que el gobierno de Luis Felipe tenia muy particularmente la vista fija sobre los espatriados españoles que mas se hacian notar por sus tendencias liberales, y no debe estrañarse por lo tanto que se diera la voz de alarma tan luego como los polizontes pisaron los umbrales de las puertas del edificio.

Una señora fué la que precipitadamente dió aviso de lo que ocurria. -¡Estamos perdidos! esclamaron la mayor parte de aquellos que con mas o menos motivo pudieran aparecer sospechosos.

-¡Avisad al general! dijeron algunos, como si tratáran de buscar un consuelo ante la sorpresa que les causára tan fatídica noticia. La misma señora se encargo de hacerlo.

-D. Juan, dijo, llamando à la puerta del cuarto del conde, ¡ tenemos la policía en casa! ¡levántese V. pronto!

-Y bien ¿cuántos agentes han venido ? contestó tranquilamente PRIM.

-Dos.

-Pues entonces dejadme dormir, replicó el conde, porque son muy pocos para que puedan turbarnos el sueño. Diga V. à los compañeros que por ahora no hay motivo de alarma, y que continuen descansando sin cuidado alguno.

Esta inesperada contestacion desconcertó á todas las personas que en aquellas circunstancias rodeaban accidentalmente á PRIM, entre las cuales habia militares de elevada graduacion que tenian dadas repetidas pruebas de valor y de serenidad.

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