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dra á los caballos de los irregulares. Los artilleros rusos, por otra parte, no pusieron mucho cuidado en apagar los fuegos de sus enemigos, pues sus tiros fueron en general muy altos: solo una granada produjo una esplosion en una de las cajas de municiones del Lazareto, las cuales en la precipitacion con que se hizo la obra, no pudieron ponerse á cubierto.

Convencido el general ruso de que el ataque simultáneo era irrealizable, reunió toda la fuerza en una sola columna, que, precedida por una estensa línea de tiradores, y conservando la caballería á retaguardia de las alas y con dos piezas en los flancos, marchó arma al brazo sobre la capital del recinto. Las baterías rusas redoblaron sus disparos, á los que solo contestaban los cañones turcos. Cuando la columna rebasó las piezas y estuvo à medio tiro de fusil, la infantería defensora comenzó un nutrido y no interrumpido fuego graneado, en combinacion con las baterías de la isla, del parapeto y de la márgen derecha, que iban sembrando el terreno de cadáveres. Las brechas que las balas abrian en aquella tenaz é imponente masa, eran cerradas con la misma velocidad que se producian, y el resplandor de los fogonazos disipando momentáneamente la densa nube de humo que envolvia á los combatientes, dejaba ver la procsimidad de los cascos rusos. A menos de un tiro de pistola del parapeto se hallaba la primera fila de la columna, y el órden de formacion era tan ecsacto como pudiera ecsigirse en un desfile de honor. Luchando con la granizada de balas que detenia la celeridad del paso, los batallones rusos avanzaban, con lentitud sí, pero avanzaban siempre hasta llegar al borde de la contraescarpa del angosto foso. Un paso mas y eran dueños del recinto. Los defensores de aquel débil muro de tierra, sin desmayar, antes bien creciendo su afan de resistir en la misma proporcion que el de sus contrarios en atacar, hacian converger sus liros sobre el reducido frente de la columna, y las baterías de la márgen opuesta enviando sus proyectiles casi tangentes al perímetro de la obra, y la de esta tirando á metralla, producian bajas numerosas en las filas del temerario agresor. Omer-Bajá en la orilla derecha, rodeado del conde de Reus y de los oficiales de la Comision, multiplicaba sus órdenes para la combinacion de los fuegos, y dirigia por sí mismo la batería de piezas de grueso calibre. Para no perder ni el mas

insignificante movimiento, no apartaba de sus ojos los magníficos y elegantes gemelos de que ordinariamente se servia, y al ver la tranquilidad de su semblante se le podia considerar como apreciando mas bien los detalles de un entretenido espectáculo, que los trámites de un combate sangriento, para él de tanta trascendencia.

A medida que la situacion iba haciéndose mas crítica, y cuando ya el enemigo estuvo tan prócsimo que se le creyó dentro del foso, se volvió Omer-Bajá al general PRIM, y con una sonrisa de verdadera y completa satisfaccion, dijo: «¿no es verdad que se baten bien mis soldados? si resisten dos minutos mas hemos vencido. » En tanto que así hablaba, los cazadores turcos, coronando la cresta del parapeto, detenian con la punta de las bayonetas á los pocos atrevidos y de organizacion menos glacial que intentaban dar el asalto. Fué un instante nada mas. Acababan de espirar las últimas palabras de Omer-Bajá, cuando se distinguió perceptiblemente oscilar la columna, cual si fuera el movimiento de vaiven precursor al desplome de un edificio, y en seguida abrirse las filas y ponerse en precipitada fuga, tan desordenada y veloz, como acompasado y compacto se habia verificado el ataque. Enardecidos los bravos musulmanes, saltan del parapeto, y se lanzan sobre los fugitivos; pero regresaron al punto llamados por la corneta de órdenes que hizo tocar el general en jefe, que sin perder con el triunfo su impasible serenidad y su recomendable prudencia, comprendió cuan arriesgado era comprometer una persecucion en aquella estensa llanura sin tener caballería, mientras que la del enemigo, siendo numerosa, amparaba á sus compañeros en derrota, y se disponia á obrar con écsito seguro.

Como puede muy bien comprenderse, el movimiento de intentar la persecucion y desistir de ella retrocediendo al atrincheramiento, fué mas rápido que el tiempo invertido en referirlo, y aun duraba el primer sacudimiento de terror en la columna rusa, transmitido à las compañías de retaguardia, que diseminadas y en confusion entorpecian el servicio de la ambulancia, cuando se oyó el grito entusiasta de ¡Viva el Emperador! en que espontáneamente prorrumpieron los heróicos defensores del Lazareto, y que la cuenca del Danubio repitió, llevando en vibracion sonora el espanto á los que huian y trayendo á la margen derecha la espresion de la victoria que hinchó de orgu

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llo

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de alegría las corazones de todos. No se habia aun estinguido el eco de aquel grito, cuando el campamento junto, unánime y espontáneo tambien, se lo devolvió á sus hermanos de armas, como consecuencia de la corriente eléctrica que tan señalado triunfo acababa de establecer entre ambas orillas.

La artillería enemiga quedó por algun tiempo en posicion, y detrás de sus carros se rehicieron los batallones desbandados, y con la proteccion de los últimos disparos retiraron los heridos y gran parte de los jefes y oficiales muertos. A las cinco y media de la tarde se retiraron en buen órden á Oltenilza.

La pérdida de los rusos ascendió á cuatrocientos muertos y mil seiscientos heridos, habiendo quedado fuera de combate todos los jefes y casi todos los oficiales de la brigada. Los turcos tuvieron cincuenta hombres muertos y ciento cuarenta heridos; y en la casa Cuarentena, casi demolida por los proyectiles rusos, murieron en las cuadras treinta caballos de los irregulares. Omer-Bajá premió en el acto á los defensores del atrincheramiento, y aquella misma noche fuérelevada la guarnicion, enviando en su lugar ocho batallones y seis piezas mas. El teniente coronel señor Detenre, ayudante del general PRIM, permaneció durante todo el ataque en el parapeto, ya en la batería, ya asistiendo á los heridos, ó prestando todos los servicios de un oficial del ejército turco. Con las tropas de refuerzo fué relevado Detenre por el señor Pita del Corro, y en aquella misma noche dióse la órden de apresurar los trabajos para la conclusion del recinto, y la de aumentar la defensa interior con otros dos parapetos mas, dando un nuevo trazado á las obras, que habian ya de guardar fuerzas superiores. En la mañana del dia siguiente se acabó de dar sepultura á los muchos cadáveres que aun quedaron en el campo, se recogió la gran cantidad de pertrechos de guerra, trofeos de la victoria alcanzada la tarde anterior por las armas otomanas, y que, humeados aun con la sangre de las víctimas, fueron colocados delante de la tienda de OmerBajá.

La Comision española se grangeó en aquellas jornadas el general aprecio, y fué la admiracion de un ejército que no podia darse cuenta del celo, del desprendimiento y del inusitado valor que desplegaban unos oficiales que no tenian otra mision que la de estudiar las opera

ciones de la campaña. Pero los turcos no debieron sin duda tener presente que en los pechos de aquellos pundonorosos militares ardía la sangre de los Guzmanes, y que por lo tanto era muy difícil que permanecieran impasibles ante el guerrero espectáculo que se ofrecia á su vista.

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Se completan las obras de defensa del Lazareto, y las establecidas sobre el Danubio, pidiéndose al efecto el parecer del Conde de Reus.-El ejército turco se retira á cuarteles de invierno.-Desastre de Sinope.-El general Prim, acompañado de sus oficiales, se despide del Sultan en audiencia particular.-Contestacion del emperador.-La Comision militar española regresa á Francia.-Ataque de Kalafat.-Accion de Citaté.Operaciones en la pequeña Valaquia.

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As ventajas obtenidas por el ejército turco alarmaron como era consiguiente al príncipe Gortschakoff, y temiendo que el enemigo se adelantára por los Principados, reunió sobre el camino de Bukarest en la corta distancia de doce horas que media desde Oltenitza, todas las fuer

zas del cuarto cuerpo. - Omer-Bajá, por su parte, desplegaba una actividad asombrosa. En la madrugada del 5 de noviembre el comandante general de artillería del ejército otomano, eligió sitio, para establecer otra batería á la derecha, sobre el Danubio, consultando al efecto la opinion del Conde de Reus, que acompañado del co

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