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pecial de su jefe, recibió la cruz de Isabel la Católica como inmediata consecuencia del combate que acabamos de reseñar. Esto prueba que, ó que en aquella época no era premiado cual debia el verdadero mérito, ó que las recompensas no se prodigaban tanto como en el dia.

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CAPÍTULO V.

17]

Sitio y toma del Santuario del Hort.-Muerte de D. Juan O'Donnell y otros carlistas presos en las fortalezas de Barcelona.-Fusilamiento de la madre de Cabrera.-Operaciones militares.-Prim sorprende á la faccion en Villamajor de Valdés, y se distingue en otros hechos de guerra. -Proclamacion de la Constitucion de 1812.-Muerte de Mina.

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RISTE era la situacion de los carlistas al principiar el año 1836; perseguidos enérgicamente y derrotados hasta en sus mismas guaridas, vivian, no obstante, sin crecer, pero sin menguar, y esto solo podia esplicarse teniendo en cuenla esa férrea tenacidad y fortaleza de corazon que caracteriza al catalan.

La presencia de Mina en el Principado inspiraba gran confianza á los liberales, pues estos no podian olvidar lo mucho que aquel general habia trabajado en favor de la causa constitucional, al paso que los absolutistas recordaban su nombre con terror.

Una de las primeras disposiciones del nuevo capitan general, consistió en ofrecer un indulto, á el que se acogieron algunos carlistas.

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En seguida organizó un batallon para la guardia especial compuesto de todos los jóvenes emigrados; y despues de haber llegado á Barcelona los granaderos de Oporto y el provincial de Málaga, se dirigió á poner sitio al Santuario del Hort, centro de operaciones de la faccion que recorria la alta montaña.-Aquel fuerte tenia por gobernador á Miralles.-El Santuario se halla situado sobre la cúspide de una montaña inespugnable rodeada de otras no menos inaccesibles; su eleyacion es inmensa y su planicie de media legua en su mayor altura sin mas subidas que dos, una por el camino de San Llorens, y otra por el Grau de abajo.

Tomado el pueblo de San Llorens del Piteus por las tropas de Mina sin que los carlistas que lo ocupaban hicieran otra resistencia que la necesaria para poder refugiarse ordenadamente al fuerte del Hort, fué desde luego este bloqueado por el 9.° batallon de voluntarios y los Guias, y las columnas de Niuvó é Iriarte que componian unos 2,000 hombres. A los primeros dias del sitio se trató de dar un asalto general, pero no produjo resultado alguno á pesar de que el intrépido capitan de artillería Sr. Bassols colocó un obus muy cerca de la puerta principal del fuerte con el fin de derribarla. Esto ocurria el 2 de enero dejándose sentir un frio terrible. Hasta el 20, en cuyo dia se presentaron 5,000 hombres al mando de Tristany con el objeto de socorrer á los sitiados, atacando simultáneamente en todas direcciones, se pasó hostilizando mas o menos al Santuario. La primera columna, fuerte de 2,000 carlistas, acometió el campamento de Sobols, mientras que otra corria á tomar la Roca Foradada. En vista de estos atrevidos movimientos, Iriarte no titubeó en dirigirse. tambien à la mencionada Roca como llave de toda comunicacion de sus tropas, y llegando á ella al mismo tiempo que la ocupaba el enemigo, no le quedó otro recurso que desalojarlo de allí á la bayoneta. Asegurada aquella formidable posicion, voló Iriarte al campamento de Sobols, en donde esperaban el ataque con serenidad, en tanto que el comandante D. Antonio Marzo y el capitan Foi se batian al frente de los voluntarios de Barcelona en las casas de Posenda. El fuego se hizo general; duró seis horas, despues de las cuales tuvo que retirarse la faccion sufriendo una pérdida considerable. Tras un descalabro semejante perdieron los sitiados las esperanzas de salvacion que habian

abrigado, y resolvieron abrirse paso por entre las tropas, tomando el sendero que conduce desde la puerta del Santuario al camino. Unos 200 hombres mandados por el mismo Miralles abandonaron el fuerte á las 7 de la noche del 29; pronto tropezaron con las avanzadas de los sitiadores y con las fuerzas de Iriarte; los carlistas se batian desesperadamente esparramándose por las malezas y barrancos, y conociendo al fin que no les era posible romper la línea, iban la mayor parte á guarecerse de nuevo en el fuerte, pero se encontraron con que los constitucionales lo habian ocupado ya. Recibidos á balazos á los gritos de viva la libertad, viva Isabel II, viéronse precisados á ocultarse entre los matorrales, y hasta el dia siguiente no caian en poder de las tropas. Miralles, su hijo y 197 mas fueron muertos, y se hicieron 106 prisioneros. El sitio del Santuario del Hort se hace memorable por lo mucho que padecieron los sitiadores (1) en el mes que duró; basta decir que estuvieron siempre cubiertos de niebla, pisando cuatro y hasta seis palmos de nieve y faltos à menudo de víveres. Únicamente el soldado español puede sufrir tanto contratiempo.

Mientras las tropas se batian en las crestas de las elevadas montañas que rodean á San Llorens del Piteus, tenian lugar en Barcelona algunos acontecimientos políticos que vamos á citar, aunque sea ligera

mente.

Los barceloneses habian sabido el dia 4 que por cada bomba que se arrojaba sobre el Hort, era asesinado un prisionero y que no pocos infelices, despues de recibir algunos balazos á la vista de sus compañeros, habian sido precipitados desde la cima, quedando unos colgados de las ramas, y yendo los otros destrozados á parar á los piés de los sitiadores. Supieron igualmente que sorprendidas dos compañías del ejército y nacionales por Tristany y Caballería en las inmediaciones de Esparraguera, habian sido tambien bárbaramente asesinadas. Ambas noticias causaron una indignacion general; el pueblo se dirigió lleno de ira á la Ciudadela en donde ecsistian varios prisioneros carlistas, y como contaba que su guarnicion haria poca resistencia, se esparció por los fosos de la fortaleza y al anochecer asaltó sus muros pidiendo la entrega de los enemigos de la libertad,

(1) La mayor parte eran nacionales de Barcelona; en todos los ataques se distinguió muy particularmente el batallon de la Blusa.

puesto que las causas que se les seguian marchaban con una lentitud incalificable. Las cárceles fueron invadidas por las turbas, y los presos asesinados en detall con gran algazara. Entre los prisioneros que sufrieron tan triste suerte, se contó á D. Juan O'Donnell, que desde Figueras habia sido trasladado á Barcelona. La venganza que infunden los odios políticos no se limitó á ensañarse en la Ciudadela, sino que dirigiéndose las masas al fuerte de Atarazanas y al Hospital militar, los desdichados prisioneros eran sacados de los calabozos y de las camas, é inhumanamente asesinados por frenéticos y desalmados hombres.

Satisfecho el primer vértigo de represalias, restablecióse espontáneamente el órden, y al anochecer del dia cinco se proclamó la Constitucion del año 12 en medio de la mas viva agitacion. El primer batallon de nacionales que dió el grito fué el que mandaba D. Antonio Gironella, pasando por la Rambla en columna de honor y dirigiéndose hácia la plaza de Palacio. Reunida allí al poco rato toda la milicia, resultó que el general Alvarez tuvo tal habilidad para que muchos jefes desistieran de su empeño, que aquel pronunciamiento no llegó á realizarse, á pesar de lo mucho que persistian varios cuerpos.

Un cargo tiene que hacerse, sin embargo, al general Alvarez y á todos los que secundaron sus designios.

Es indudable que si no hubieran sido por las ofertas de concordia, fundadas en evitar á todo trance una lucha fratricida, habríamos visto proclamada solemnemente la Constitucion del año 12. Pues bien, una reaccion furiosa sucedió á las palabras de union y fraternidad que pronunciaron las autoridades ; las casas de varios ciudadanos fueron invadidas, y todos los que cayeron en poder de la policía, por solo el delito de haber intentado proclamar el código formado en Cádiz, fueron embarcados en la fragata Artemisa y conducidos á las islas Canarias sin formacion de causa. Juzgue ahora el lector si era ó no político el cometer semejante arbitrariedad, mayormente en una época en que, apoyados los gobernantes en el elemento popular, debian ante todo infundirle una ilimitada confianza.

La toma del Santuario del Hort fué celebrada con festejos en algunas poblaciones del Principado; esta circunstancia ecsasperó terriblemente á los carlistas, en términos que emprendieron de nuevo sus

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