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con sus tropas no podia inspirar el menor recelo, se empeñó en querer entrar en la corte, desentendiéndose de todas las insinuaciones y de todos los mandatos, mayormente cuando se le habia hecho creer que se le preparaba en la capital una ovacion brillantísima.

Acogido entre las estrepitosas aclamaciones de la muchedumbre, fué á ver à la Reina gobernadora. D. María Cristina recibió al héroe del Norte con muestras de distinguida consideracion, y hasta de afecto. La esplendidez del palacio real deslumbró á Espartero, que no estaba acostumbrado à ella, le pareció que la majestad del poder real era de mucho superior al poder de su espada, por mas que ostentara los gloriosos recuerdos de tantos combates.

Diríase que entonces Espartero olvidó las satisfacciones de la victoria con su fascinacion, con su irresistible embriaguez. Desconocia por completo lo que pasa en una corte. Allí se libran combates de otra naturaleza; allí se disponen otra clase de emboscadas; allí se traban las batallas de la envidia, de los celos; allí se usan armas como la maledicencia, la calumnia; allí, por regla general, se hiere por la espalda, y son heridas que hacen chorrear sangre del corazon, y que con harta frecuencia no llegan á curarse nunca.

La Reina gobernadora indicó á Espartero la conveniencia de que al frente de sus tropas se dirigiese á Oviedo. Los que trataban de aprovechar su popularidad se dolian de que la falta de decision de Espartero hubiese sido causa de que no cayera el gabinete. Aun al tener que salir de Madrid se procuran escitar en él fuertes resentimientos contra el ministerio que se llamaba del cinto de onzas, recordándole unas palabras de Mendizabal que habia dicho:

-«Si se me faculta para ello, iré solo al cuartel general del conde de Luchana, donde soy capaz de hacerle fusilar por sus mismos soldados.>>

La situacion entre el Gobierno y la oficialidad del ejército del conde de Luchana habia llegado á hacerse tan insostenible, que muchos de los oficiales, que en gran parte tenian

decididas preferencias en favor de los moderados, estaban dispuestos a pedir sus licencias y hasta á tomarselas retirándose de las filas. Decian à Espartero que solo él podia cortar el conflicto decidiéndose á derribar al ministerio, cuya caida estaba en su mano. El Conde se dejaba halagar; oia con gusto el que ponderasen su prestigio, razon por la cual él no coartó un acto de indisciplina que hecho en presencia del enemigo, tenia una gravedad innegable.

Fatigado por las agitaciones de la corte, fuése á Aravaca; y allí, mientras estaba descansando, le dispierta á una hora tan intempestiva como las dos de la madrugada cierta comision de oficiales, de los que tomó uno la palabra para decirle:

-«Hay momentos en la vida de las naciones, que si no se cogen en provecho de la misma, suelen acaecer desventuras inevitables que puede prevenir la diligencia. Acaso mañana nuestro valiente general, animado con el reposo de la fatiga, nos mande marchar en seguimiento de los enemigos de la Reina que atraviesan el Guadarrama, dejando á retaguardia y abroquelado con el baluarte de unas Cortes defensoras de lo injusto, un contrario mas poderoso, un adversario que, menospreciando los sacrificios de un ejército leal y decidido, le ultraja públicamente, para que llegue el grito de su infame acusacion à todas las naciones. Venimos á pedir la caida rápida de ese ministerio, y la desaparicion de esas Cortes que le apoyan; y si el general que nos escucha, no menos agraviado y calumniado que sus servidores, se manifiesta tímido ó irresoluto en esta respetuosa demanda, estamos dispuestos á acatar la resolucion de nuestro jefe superior, para que no se moteje de indisciplinado un cuerpo obediente; pero no contempleis con enojo que queden encarceladas nuestras hojas en sus vainas, y que nos retiremos á nuestros hogares à lamentar con pena la villana recompensa que han merecido nuestros sacrificios (1).»

Espartero fue condescendiente con un acto que debiera (1) Estafeta de palacio.

haberse castigado, porque tenia todo el carácter de una ebelion. En vez de una complacencia culpable, debió cuando menos usar un lenguaje digno como el que usó el general Rivero, el cual convocando á los oficiales en Pozuelo, en el alojamiento del brigadier Van-Halen, les dijo:

-El soldado ha nacido para obedecer, y no para rebelarse; para dar ejemplos de sumision à la ordenanza, y no para enseñar á la tropa el camino de la sedicion. El militar que interviene en asuntos políticos desconoce los preceptos de la milicia, que mandan embestir al enemigo de la patria con la espada, y no intervenir en la contienda civil con la fruslería del argumento. El soldado discute con el hierro ó con el plomo, no con la lengua ni con la pluma. Nuestros verdaderos adversarios acaban de abandonar á Segovia, y es nuestro deber volar en su busca y escarmentar su osadía, diciendo: ¡Viva Isabel II! y no ¡abajo Mendizábal ỏ Calatrava! Si han insultado nuestra hambre y desnudez, los pueblos por donde hemos transitado, que nos han visto descalzos y faltos de abrigo en lo mas récio del invierno, corrigen la injuria denostando á los injuriadores. Seamos mas grandes que ellos, y una victoria contra Zariátegui, antes que nos escape, será la venganza mas noble y la que mejor cuadra á esforzados caballeros.>>

Mas tarde hubo de conocer Espartero los resultados de la indisciplina. Vuelto ya al Norte, al teatro de sus glorias, á donde habian corrido à ampararse de nuevo los carlistas, castigó severamente actos de indisciplina que allí tuvieron lugar.

Al llegar á Puente la Reina quiere que sea expiada rudamente una sedicion de la que fue víctima el general Escalera. Al efecto, cuando todo estaba sigilosamente prevenido, preséntase el conde de Luchana ante las tropas, y haciendo que se retiren los edecanes, solo, en medio de la esplanada, clava sobre aquellas fuerzas una mirada en que se veia el fuego de la cólera y el ardor de la venganza, y les dice:

-«Soldados: Os he llamado á este lugar para deciros que

el honor de la milicia está empañado, y que el escándalo ha cubierto de negras tinieblas el brillante luminar de tan repetidas victorias. Yo que adoro la luz resplandeciente que alumbra el camino de la victoria, no puedo soportar la pavorosa oscuridad del crímen, y como vuestro honor es el mio, vengo resuelto á lavar con sangre la mancha inmunda que ha ennegrecido los colores de nuestras banderas. La sombra del general Escalera ha interrumpido mi sueño, y mostrándome sus heridas, y relatándome su horrible martirio, hame dicho: ¡ Véngame! y yo he jurado vengarle. La espada de la ley está ya pendiente sobre la cabeza de los culpables; entre vosotros se hallan los viles asesinos; vais á conocerlos y á presenciar su muerte. ¡Sea diezmado inmediatamente el regimiento provincial de Segovia !>>

Y despues de recibir los auxilios espirituales, son fusilados diez indivíduos del expresado cuerpo.

Al volver á su alojamiento, manda llamar al comandante del batallon de Gerona, cuyo batallon era culpable de los atentados de Hernani, y le dice:

-Mañana, á las nueve, quiero ver en Miranda, atados codo con codɔ, á los promovedores de los crímenes de Hernani y Santander.>>

El comandante contestó respetuosamente:

-«Observe mi general que para la ejecucion de mi cometido no tengo mas fuerza que el batallon al que se debe castigar.>

Levantóse airado de su silla Espartero, y exclamó:

—«Si mañana no están aquí los criminales à la hora que he señalado, y de la manera que he dicho, iré yo mismo á buscarles para fusilarlos y á V. S. con ellos.>>

El comandante cumplió la órden, y los culpables fueron trasladados á un presidio.

Empezábase á prever que el jefe militar del partido moderado habia de ser D. Ramon María Narvaez, cuyas cualidades hemos ya reseñado anteriormente. Narvaez por su talento, por su habilidad, por su carácter, se prestaba mejor

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TOMO II.

á ser el escogido de los conservadores; desde que fijaron su mirada en Narvaez los moderados, Espartero, que se inclinaba antes en su favor, ladeóse desde luego de parte de los progresistas.

Ya desde aquella hora Espartero y Narvaez empezaron á considerarse como dos polos opuestos; y hé aquí por que, habiendo entre los dos unos recelos que tuvieron todo el carácter de declarada antipatía, no les vemos figurar nunca juntos, de suerte que mientras el uno mandaba, el otro solia estar en el destierro ó en el ostracismo.

Puesto Narvaez al frente de un ejército de reserva, empezaron los progresistas à escitar la rivalidad del conde de Luchana, dándole á entender que el ejército del Mediodía, al frente del cual se puso á su émulo, estaba mejor atendido que el suyo. Aconsejado por sus nuevos amigos, valióse Espartero de algunos amaños para ver de desprestigiar á Narvaez; pero lo que se intentaba en su descrédito Narvaez lo hacia servir admirablemente en su favor.

Los resentimientos de Espartero aumentaban, y le vemos ya con la pretension de los antiguos legionarios, que al tener en su favor la influencia de algunas victorias, queria ejercer en la gobernacion del Estado una accion omnipotente.

¿ Á qué hablar de libertad, á qué decir que eran los carlistas los que representaban el despotismo, si un hombre como Espartero habia de levantar su espada para imponer su capricho, desentendiéndose de la ley, del derecho, de la representacion legítima del poder, de los acuerdos de las asambleas?

Elevó Espartero una esposicion en que se exigia nada menos que la caida del gabinete y la disolucion del ejército de reserva, amenazando con su dimision si no se le atendia.

Que se conceda el derecho de esposicion à un ciudadano, nosotros lo concebimos perfectamente; pero que un soldado de fortuna, teniendo detrás de sí un ejército, levante atrevido su sable y quiera imponer su voluntad á la fuerza,

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