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entre sombras la mision y el destino de nuestra raza, que navega al azar y sin brújula por mares borrascosos. Ya en el fondo de su alma social no es católica, ni protestante, ni neutral siquiera; es una confusion humana que se precipita en el abismo de esa democracia brutal, turbulenta y nivéladora que ha perdido, por la intransigencia clerical, su esperanza en Dios y busca solo la posesion material de la tierra.»

No; la Iglesia no ha condenado ni la libertad, ni la razon, ni la civilizacion. Al contrario, lo que condena, lo que condenará siempre es ese liberalismo que es la negacion de la libertad, ese racionalismo que es la negacion de la razon, esa mezcla de positivismo y de sensualismo que constituye un engendro monstruoso que se llama civilizacion moderna que enervando los espíritus, debilita las razas.

No es la civilizacion católica la que es vencida por una civilizacion mas robusta. Muy lejos de esto, si observamos el fenómeno con sus propios caractéres, lo que verémos es que en el Mediodía de Europa viene dominando el sensualismo en las costumbres, lo que mata en nuestros pueblos su vigorosa energía; viene dominando el racionalismo en las escuelas, lo que hace que nuestros pensadores, en vez de raciocinar no hagan mas que sofisticar, en vez de la ciencia que se funda en la verdad, en lo absoluto, presenta solo concepciones puramente individualistas; viene dominando el liberalismo en la política, y hé aquí lo que en Francia mataba la verdadera libertad, ya bajo el régimen doctrinario de Luis Felipe, ya bajo el régimen personal de Luis Napoleon.

La Francia ha sido vencida porque en vez de aquel pueblo católico que producia héroes, se ha encontrado con una generacion afeminada, que toma por civilizacion y por progreso un compuesto de egoismo y de sensualismo; y hé aquí por qué en vez de los antiguos caballeros, de los bravos capitanes, hemos visto que à esos hombres que salian de sus vaudevilles donde se recreaban en el espectáculo del can

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can, el fusil se les ha caido de las manos; hé aquí por qué dominando ese positivismo tan condenado por la Iglesia, se ha visto allí una administracion la mas desmoralizada, debiéndose à ella el que faltasen los elementos de guerra en la hora precisa; hé aquí por qué, dominando el liberalismo, los que debian pensar en salvar la patria, no pensaban en otra cosa que en derribar el Gobierno.

No queda para estos pueblos mas que un recurso, y es que el Catolicismo vuelva à reinar en las almas, para que vuelva á manifestarse en las costumbres é infiltrarse en las leyes y en las instituciones; es decir, que los pueblos latinos cumplan con la ley de su raza que es obedecer á la inspiracion católica en todos los terrenos.

CAPITULO XXIX.

Candidatura del duque de Montpensier.

No es un misterio para nadie la intervencion del duque de Montpensier en la Revolucion de Setiembre. La historia le contará como una de sus figuras descollantes, y este hecho, por mas que su recuerdo amargue el corazon, nos obliga á fijar en él nuestras críticas miradas, y á emitir con imparcial criterio nuestro juicio, basado, como siempre, en actos indiscutibles. Triste es, en épocas de popular exacerbacion, deber juzgar desfavorablemente la conducta de un miembro distinguido de la real casa; placeríanos en grado sumo ver la concordia y la paz, empuñando el cetro benéfico en el interior de las régias familias, y saludar la santa armonía de los alcázares, donde habitan los soberanos. Exentos de las pasiones mezquinas que se agitan y revuelven en la arena donde luchan las pasiones populares, serian los palacios comparables à los vistosos y hermosísimos iris que brillan y

se destacan al través de las nubes, indicando serenidad y bonanza.

Creemos en la santa fraternidad de las virtudes, y por esto entendemos que en el santuario de la justicia, y junto à esta virtud augusta, que es la que corona ó debe coronar las virtudes de los reyes, debiera siempre tener su trono el amor, virtud de la misma estirpe que aquella. Es la union de los súbditos una de las metas á que deben encaminar los reyes la proa de las naves que dirigen; y para ello es indispensable ofrezcan el ejemplo de la compaginidad de miras y sentimientos los que personifican la autoridad. Que si andan divididos y encontrados los corazones de los dominadores ¿qué fuerza tendrán las persuasiones dirigidas á los dominados en direccion à la paz? Todo debe ser grande en los grandes, y es atraerse el calificativo de menguado resistirse el príncipe à ostentar la generosidad de su alma ante la gravedad del sacrificio.

La casa real de España, en lo que va de siglo, cuenta entre sus mayores desgracias la falta de acuerdo de sus príncipes. Escenas desagradables pasadas entre Carlos IV y Fernando VII; reproducidas despues entre Fernando VII y el infante D. Carlos debilitaron el prestigio de la autoridad soberana, y apasionando á los pueblos en pro ó en contra de los régios contendientes, abrieron el camino à la desconsideracion de las instituciones, que no pueden ser respetadas sin ser escrupulosamente consideradas.

En vano se rodea el monarca de esplendente pompa social, y se levanta sobre el aparato de políticas magnificencias, como para ostentar su elevacion en el país que rige, si le falta el pedestal mas glorioso, que es el del respeto de sus allegados y cási partícipes de su majestad. Si tiene al lado quien no se incline reverente, ¿cómo esperar inclinacion y reverencia de parte de quienes están alejados del foco de su poder? ¿Cómo pedirán al reino lo que no saben ó no pueden conseguir en su casa? ¿Cómo exigirán del pueblo lo que no pueden obtener de su familia?

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