Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[graphic][ocr errors]

DOÑA MARÍA VICTORIA.

T. M: Dr. Varia Victoria reina de Expand.

[ocr errors]

menguadas fuerzas, y hubo de detenerse en Alassio, postrada en estado alarmante. El 19 de febrero pidió los santos Sacramentos, que sea dicho en su honor, recibia con frecuencia; causando la noticia de este hecho gran zozobra á los palaciegos de España. Propuso el Rey á los ministros le permitieran volar al lado de su enferma esposa; mas estos opusieron al amor de familia la alta razon de Estado; pues, dijeron, en vísperas de unas elecciones generales, la salida del Monarca, aunque por tan poderosas causas motivada, explotaranla en su favor las oposiciones; esta negativa fue suavizada para Amadeo con la noticia de la mejoría de su esposa, la cual à los pocos dias estuvo en disposicion de continuar su viaje.

Que la reina Victoria sufria grandes molestias en aquel viaje, está fuera de duda; pero ¿fue tanta la intensidad de su dolencia que legitimara las grandes proporciones à ella atribuidas? Hé ahí lo discutible. Las complicaciones del período inaugural del reinado de D. Amadeo eran tantas y tan graves, que habian disipado las ilusiones de su juvenil animo; y su esposa, que veia mas porque pensaba mas, media toda la estension de las nubes que se cernian sobre el trono español. Las próximas elecciones amenazaban ser una contra-votacion à la de la eleccion de noviembre. Si su resultado desfavorable à la dinastía lo hubiera conocido don Amadeo en el extranjero ¿no podia facilitarle esta circunstancia una renuncia por escrito, fundada en los desengaños recibidos y en los inconvenientes imprevistos?

Todo era posible. El teson del Gobierno deteniendo à don Amadeo en Madrid imposibilitó la realizacion del plan, dado que existiera; lo cierto es que D.a Victoria mejoró rápidamente, y el dia 12 de marzo aportó en Rosas á bordo de la fragata Principe Humberto. Fueron à cumplimentarla allí el brigadier D. Eduardo Nouvilas, en nombre del Capitan general, y D. Fernando Ferratjes, gobernador de la provincia de Gerona, con las comisiones que es de rúbrica asistir á semejantes solemnidades. D.a Victoria atestiguó con

45

TOMO II.

su modesto despejo, con la digna soltura de expresion, con sus ademanes distinguidos la fina educacion y la alta moralidad que la adornaban; no descuidándose de mezclar en sus conversaciones, quizá con estudiada insistencia, los sentimientos de piedad, de cuya profesion hace cristiana gala.

La tempestad reinante en el golfo detuvo á la augusta señora mas tiempo que el que era de presumir en aquel puerto; incidente que la proporcionó el saltar à tierra y visitar uno de los santuarios que en aquella comarca gozan tradicional popularidad. Desde 1868 no habia aparecido en España ningun personaje que ostentara religiosidad cordial, y por esto aquella Princesa se captó las simpatías de las muchedumbres ampurdanesas atraidas à Rosas por el instinto de la curiosidad.

En Alicante le aguardaba el Rey, su consorte, acompañado de altos dignatarios. Recibiósela alli con la deferencia que España tiene siempre à las señoras; bien que solo deferencia pudiera descubrirse mas allá de la línea trazada por el entusiasmo oficial.

En el trayecto de Alicante à Madrid descubrió la hilaza de su educacion D. Cristino Martos, ministro de Estado, promoviendo un altercado lamentable que debió anticipar á la recien llegada Reina una desventajosa idea de la continencia española. El duque de la Torre dispuso en la estacion de Venta de la Encina que, puesto que el tren régio llevaba notable retraso, se sirviera á los Reyes el almuerzo en el mismo coche, sin suspender la marcha. Mas hé ahí que apretóle & Martos el apetito, y como no fuera fácil servir simultáneamente el almuerzo en los dos coches que ocupaban respectivamente los Reyes y los ministros, hubo de resentirse el demócrata ministro de aquella preferencia, y dando rienda suelta à su impaciencia, emprendió al duque de la Torre, echándole en cara su falta de atencion, y levantando á la presencia de SS. MM. una borrasca de indiscretas inculpaciones. Enteróse el Rey, disgustóse la Reina,

lloraron los infanticos, altercaron Beranger y Ruiz Zorrilla con el duque de la Torre y los menos histéricos de la comitiva. Y la recien llegada Princesa, al verse objeto de aquella delicada preferencia, fijó al cielo una mirada suplicante, como si dijera:-«Concedednos tan fácil salida como poco serena es la entrada.»>

D. María Victoria, mas inteligente que su marido, definió desde los primeros dias el espíritu de las diversas agrupaciones políticas, y no se recató de la mala impresion que le causaron los radicales, à quienes en varias ocasiones indicó la invencible antipatía que le infundian.

Tristísima era la situacion en que D.* María Victoria encontró el trono de su esposo.

El palacio completamente desierto. La aristocracia de Madrid, alejada de la corte, se mantenia ajena á las impresiones de la familia saboyana, y las damas que frecuentaban la casa de la plaza de Oriente revelaban ya en lontananza no ser de ennoblecida prosapia.

No era solo alejamiento, sino desafeccion lo que sentian las señoras de la corte hácia la dinastía italiana, y de ahí el que por espontáneo acuerdo y como fina y delicada protesta á la entronizacion de los Aostas, las principales cortesanas se presentaron en determinado dia al paseo de la Castellana adornadas de la histórica mantilla y peineta española, y luciendo preciosas flores de lis.

Mucho desabrimiento produjo en los ánimos de los amadeistas aquella actitud; heridos en su amor propio político con las mismas armas que esgrimieron contra la tranquilidad del reinado de D.a Isabel, en cuyos últimos meses apelaban con frecuencia los revolucionarios à emblemas menos aristocráticos que las mantillas y flores; viendo en el sepulcral silencio con que los nobles acogian á los régios esposos la contestacion de las silbas con que atronaban las calles de Madrid en determinadas ocasiones los descontentos antiborbónicos, agitábanse al impulso del furor y del despecho. ¡Cómo no rendirse España entera ante el nuevo ídolo levan

« AnteriorContinuar »