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tu madre es al mismo tiempo una soberana venganza para él y un elemento de debilidad para esa parte de nuestra familia que ha permanecido fiel y leal.

«Es preciso estar ciego para no ver que muchos hombres del partido que acababa de ejercer durante muchos años el poder, hallaba conveniente, para purificarse de sus propias faltas y hacerse admitir al banquete de la victoria de Madrid, acordar con premura, como prenda de union, el sacrificio de la que á los ojos del vulgo pasaba por su apoyo y aun su ídolo en otro tiempo. ¿Podria asombrarme de mi desgracia cuando tantos sentimientos é intereses se conjuraron á porfía en mi daño? Esta venganza interesada de los partidos no bastaba desearla para obtenerla, y así es que mientras algunos hombres importantes hacian uso contra mí de acusaciones gravemente injustas, pero que suponian ser sinceras, otros, la mayor parte, enteramente desprovistos de medios de ataque, pero llenos de pasion, recurrieron á la calumnia, como ordinariamente y en su despecho hace la plebe de todos los partidos.

<<Pero la calumnia política no se presta tan fácilmente como otras á la espansion, y era preciso fraguarla de todos géneros y al alcance de la inteligencia de todas las clases, para extraviar la multitud y envenenar sus ideas contra tu madre. Se imaginaron, pues, calumnias para indisponerte contra mí, calumnias para alarmar á los ministros, calumnias para irritar todas las oposiciones, calumnias para la prensa, calumnias para los salones, calumnias para las calles, calumnias en fin para el pueblo sencillo y bueno. Su número y su absurdidad revelaba la existencia de un plan que ha concluido por dar frutos, pero que no estaba al alcance de todo el mundo para apercibirse de él. Yo misma, contra quien iban dirigidas, no he podido nunca irritarme con esas buenas, honradas é ignorantes gentes, que no entienden nada de política, pero que se mezclan en ella; que no saben mas que amar mucho y aborrecer mucho; que se

entusiasman en el odio, como en el afecto; que personifican todas las faltas de los partidos ó todos los errores de los gobiernos; que aborrecen, si es permitido decirlo, por probidad, y que me han retirado su estimacion únicamente por haber dado con ligereza crédito á cualquiera vil calumnia lanzada contra mí; contra mí, que no obstante no les devuelvo odio por odio y que no puedo menos de compadecer su sencillez y su erro.

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«Vengan, pues, las acusaciones que se consagren á la laboriosa transformacion de las calumnias en quejas. Se necesitan quejas clara y precisamente articuladas, no frases crueles por su gravedad y vagas para que no puedan ser pulverizadas por la defensa.>>

Es el otro documento una carta escrita por el secretario particular de D.' María Cristina al Sr. Figuerola al llegar á oidos de aquella la grave acusacion lanzada en la sesion que dió orígen á tan tempestuosas discusiones, y atendida su importancia insertamos:

<Excmo. Sr. D. L. Figuerola: Muy señor mio: en la sesion del dia 1.o del actual, y en un discurso que segun V. E. mismo declaró tenia por objeto justificar la Revolucion de Setiembre y la caida de los Borbones, distribuyó V. E. entre ellas y á su placer los cargos, los terribles cargos, que å sus fines tuvo por conveniente. Injusto hasta el vértigo con la reina Isabel, no podia salir mejor librada la reina D. María Cristina. Ningun reparo halló V. E. de declarar á la faz de España y de Europa, que la Reina madre, al morir D. Fernando VII, hizo una sustraccion criminal y en gran cuantía de alhajas que pertenecian al vínculo de la corona; y V. E. añadió, con el mismo aplomo, que tambien vendió S. M., para su provecho y lucro privado, durante su regencia, muebles preciosos que hoy se ven en los museos de Cluny y Kensington.

«La Reina madre ha oido las acusaciones de V. E. con la serena dignidad de quien tiene tranquila la concien

cia, y la amarga y desdeñosa sonrisa de quien está habituada hace muchos años à sufrir el oleaje de las pasiones implacables. Pero, pasados acerbos momentos y tomada su resolucion, S. M. me ha mandado dirigirme à V. E. en su nombre, para rechazar enérgico la injusta acusacion, estampar aquí algunas reflexiones, y lo que mas se podrá estrañar, hacerle algun ruego. Permitame, pues, V. E., que hablando por la Reina, cumpla desde luego su honroso encargo de la manera que la mera promesa de responder en su dia y lugar, como se indica, cupiese á ser desde hoy y en algun modo digna respuesta.

Autorizado como estoy, puedo ante todo oponer y opongo á las increibles afirmaciones de V. E. respecto de la Reina madre, la mas formal, mas rotunda, mas solemne de las denegaciones, y decirle desde ahora, sin mas, que lo que por deplorable error V. E. afirma de D.' María Cristina de Borbon carece de toda verdad.

<<Pero el afirmarlo V. E. y yo desmentirlo, ¿de qué servirá? Á mí me creerán los amigos de la Reina, á V. E. creerán los suyos, y lo que unos y otros creerán con motivo, es que ambos somos parciales. De mí, no hay que advertirlo. De V. E. es ya evidente por su increible empeño de quitarse la yentaja de la imparcialidad. Tan parcial, y mas imparcial es. V. E. hoy que yo mismo. V. E., hablando de testamentarías á las Cortes Constituyentes, dice que si las habla de eso, es para un fin político, y lo que mas es aun, provincial. V. E. se gloria á cada momento, -resistiéndose à la Reina madre creer tal cosa de una de las provincias mas predilectas de su corazon,de que haya llegado el dia de poder derramar, V. E. y los suyos, sobre el augusto apellido de quien hizo una famosa ciudadela, el tesoro de odio catalan á él y á Castilla, acumulado allí, al decir de V. E., durante cási dos siglos. De representar V. E. tan dudosas iras, que hace revivir para sus usos, se gloria V. E. gozosamente. Somos, pues, parciales los dos en la cuestion, cada uno por su lado, para ser creidos por meras y personales afirmaciones.

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