Las cien mejores poesías (líricas) de la lengua castellana

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Marcelino Menéndez y Pelayo
Victoriano Suárez, 1910 - 348 páginas
 

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Página 29 - No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Página 95 - No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Página 6 - Con mi llorar las piedras enternecen su natural dureza y la quebrantan, los árboles parece que se inclinan; las aves que me escuchan, cuando cantan con diferente voz se condolecen, y mi morir cantando me adivinan. Las fieras que reclinan su cuerpo fatigado, dejan el sosegado sueño por escuchar mi llanto triste.
Página 29 - El aspirar del aire, el canto de la dulce Filomena, el soto y su donaire, en la noche serena con llama que consume y no da pena.
Página 196 - Que así las horas rápidas pasaban, y pasaba a la par nuestra ventura; y nunca nuestras ansias las contaban, tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura. Las horas ¡ ay ! huyendo nos miraban llanto tal vez vertiendo de ternura ; que nuestro amor y juventud veían, y temblaban las horas que vendrían.
Página 168 - ¡Ah! desde el alto asiento, En que escabel te son alados coros Que velan en pasmado acatamiento La faz ante la lumbre de tu frente (Si merece por dicha una mirada Tuya la sin ventura humana gente), El ángel nos envía, El ángel de la paz, que al crudo ibero Haga olvidar la antigua tiranía, Y acatar reverente el que a los hombres Sagrado diste, imprescriptible fuero: Que alargar le haga al injuriado hermano, (¡Ensangrentóla asaz!) la diestra inerme; Y si la innata mansedumbre duerme, La despierte...
Página 18 - Ténganse su tesoro los que de un flaco leño se confían : no es mío ver el lloro de los que desconfían cuando el cierzo y el ábrego porfían.
Página 22 - ¿Qué mortal desatino de la verdad aleja así el sentido, que de tu bien divino olvidado, perdido, sigue la vana sombra, el bien fingido? El hombre está entregado al sueño, de su suerte no cuidando, y con paso callado el cielo vueltas dando las horas del vivir le va hurtando.
Página 29 - Entrado se ha la esposa en el ameno huerto deseado, ya su sabor reposa, el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado.

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