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pal, cuyo resultado era muchas veces la destruccion inutil de vencedores y vencidos. Pero en tiempo de los Reyes católicos se presentan novedades de gran consideracion en esta matéria, y no será inutil ni fuera de propósito el recoger las notícias que se hallan esparcidas en las crónicas y otros documentos históricos de aquel reinado, á fin de que los militares aficionados á este ramo de conocimientos tengan datos y materiales para fundar Y extender sus reflexiones.

J. I.

, y

La relacion de la guerra de Granada ofrece el aspecto de un plan raciocinado en que nada se dió á la casualidad en que el valor no omitió médio alguno de prudéncia para hacer segura é infalible la conquista.

En el ataque del réino de Granada se siguieron las mismas reglas y máximas que convienen en el de una plaza y ciudad populosa. Tratóse en primer lugar de cortar las comunicaciones y socorros exteriores para reducir al enemigo á sus própias fuerzas y recursos. Sirvieron para este intento los mé. dios marítimos. Las naos y galeras mandadas por Martin Diaz de Mena, Charles de Valera, Garci Lopez de Arriaran, Mosen Requesens, Don Alvaro de Mendoza y Antonio Bernal tenian su apostadero en el estrecho de Gibraltar y otros puntos, desde donde barrian las costas de Africa, interceptando los socorros de tropas, municiones y víveres (1). El disminuir las provisiones que le quedaban al enemigo en su própio território, era importantísimo en un país de tanta poblacion como el granadino; y para ello se adoptó el arbítrio de talar sus campiñas, cortar sus viñas é higuerales, arruinar los molinos y destruir todos los médios de subsistencia. Punto á que se atendió con tanto ahinco, que desde la segunda cam

(1) En el registro general del sello de corte en el archivo de Simancas está la provision que se expidió en Vitória á 3 de diciembre de 1483 so

bre el modo de cooperar las fuerzas marítimas en la guerra con los moros, para cuyo efecto se manda pasar la armada de Vizcaya al Mediterráneo.

́paña de la guerra, que fué la de 1483, iban en el ejércita tréinta mil peones diputados solamente para talar (1).

Despues de estos preparativos era menester venir al ataque. La gran ciudad de Granada era como el cuerpo de la plaza defendido por tantas obras exteriores cuantas eran las ciudades y pueblos murados, los castillos y fortalezas del réino. Cuan grande fuese su número, lo dicen todavia las ruinas que se ven por todas partes. Los moros tenian plazas mui fuertes, en las montañas por lo enriscado de su situacion, y en las llanuras por lo cortado del terreno con el laberinto de sus acéquias y azarbes. Sin contar los castillos que se tomaron á viva fuerza ó por trato ó por sorpresa, admira ver la cantidad de los que se dieron á partido en diferentes ocasiones, señaladamente de resultas de las conquistas de Ronda, Velezmálaga y Baza, y de los que todavia se mantenian por los moros cuando se rindió Granada. Baste decir que el número de las fortalezas que en el dia defienden todo el ámbito de la península, no llega acaso al diezmo de las que poseian los moros granadinos.

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Asiqué la guerra de Granada fué esencialmente guerra de sítios, y la artilleria punto de suprema importáncia á que debió atenderse con preferéncia. Las piezas de mayor calibre destinadas á batir los muros se llamaban lombardas, y amás habia otras de menor fuerza con los nombres de ribadoquines, cerbatanas, pasavolantes y búzanos (2). Cuando las Cortes de Toledo del año de 1406, á fines del reinado de Enrique III, deliberaron sobre la cantidad de artilleria que seria menester para hacer la guerra á los moros, se creyó que bastarian seis lombardas con otros cien tiros menores. En la campaña que hizo el infante Don Fernando el año siguiente de 1407 contra los moros, llevaba el ejército cinco lombardas, á saber, la gran

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de, la de Gijon, la de la vanda, y dos que llama la crónica de Don Juan II de faslera, con diez y seis truenos ó tiros menores (1). No hai datos para señalar, ni aun por aproximación, la que emplearon los Reyes católicos en la conquista del réino de Granada; pero en el sítio de Loja jugaron veinte lombardas gruesas, y en dos solas baterias de las que se asestaron contra Málaga, habia once lombardas sin otras piezas de inferior calibre.

En la Alhambra de Granada aun se conservaban años pasados dos lombardas además de otros cañones antíguos. En Baza existen veinte y tres piezas de artilleria de las que sirvieron en el sítio de aquella ciudad. Hai cinco de enorme tamaño á las que todavia llaman los naturales lombardas, pero no son todas iguales: la mayor tiene doce pies menos dos pulgadas de longitud, y el diámetro de su boca es de veinte pulgadas. Sirvieron antes de columnas en la carniceria públic, y despues se colocaron en otros sítios. Son hechas de barretas largas de yerro de dos pulgadas de ancho, y estan sujetas como las cubas con haros ó ceños tambien de yerro: los haros son mas en número segum son mas delgados. La que mas, tiene tréinta cercos: la que menos, diez de casi una pulgada de grueso. Hai otras once piezas de cinco piés de largo y de calibre de nueve pulgadas. Todas ellas son de barretas de yerro afianzadas con cercos, y tienen cuatro, seis ú ocho manillones. que servirian para sujetarlas á las cureñas á falta de muñones de que carecen. Hai otras dos piezas como morteros, y otros cinco cañoncillos del calibre que ahora tienen los de á seis y de á ocho. Queda memória de que hubo mas cañones en Baza, pero se deshicieron en tiempos pasados. Por los campos inmediatos á la ciudad se hallan todavia, mas de 400 bolas de piedra que eran las balas que arrojaba la artilleria. Las hai de diferentes pesos y calibres: las mayores tienen algo mas de siete arrobas, y pasan de catorce pulgadas de diámetro,

(1) Es cuviosa la deseripcion del par que de artilleria que acompañaba al

ejército y se pone en el cap. 37 de dicha crónica.

Y

guer

Ya se sabe que en los princípios de la tormentária antes de que la experiència fijase las proporciones convenientes de los calibres, combinando el mayor empuje de los cuerpos arrojadizos con la facilidad del servício y conduccion de la artilleria, se tiraban por medio de la pólvora pesos enormes, lo cual entorpecia la viveza de los fuegos: y en esta misma ra se refiere como obra de singular actividad y diligéncia que las lombardas de dos baterias hiciesen en un dia ciento y cuarenta tiros contra el castillo de Harrabal (1). En el sítio que el infante Don Fernando de Antequera puso sobre Setenil el año de 1407, parece por la relacion que hace la crónica de Don Juan el II (2), que cinco lombardas disparaban entre todas cuarenta veces al dia. Es verdad que por aquel tiempo todavia era el calibre de las lombardas mayor de lo que se usó en adelante: una de las que empleó el mismo Don Fernando en el sítio que puso á Balaguer el año de 1413, arrojaba piedras de veinte y dos arrobas de peso (3). La reduccion de las balas desde veinte y dos á siete arrobas, manifiesta los progresos que habia hecho el arte en España en el intermédio de las dos épocas desde princípios hasta fines del siglo XV (4).

Las lombardas tiraban horizontalmente y no por elevacion, como se deduce de la clase de reparos que contra ellas usaron los moros sitia dos en Setenil segun la citada crónica de Don Juan el II. Así lo manifiesta tambien la descripcion que hace Zurita del ataque de Balaguer, en que las balas disparadas por las lombardas pasaban el adarve de parte á parte (5); y lo mismo indican las relaciones de Pulgar acerca de los sítios de Burgos en 1475, de Alora y Setenil en 1484, de Coin, Cártama, Ronda y Harrabal en 1485, y de Loja en 1486.

Apesar del adelantamiento que se habia hecho en la re

(1) Palgir, crón. parte III, cap. 51.
(2) Cap. 43.

(3) Zudta, anal. lib. 12, cap. 26.
(4) No era menor el tamaño de la
artilleria en otras naciones. Testigo el
cañon llamado Mile End, sobre cuya

conduccion expidió el Rei de Ingla-
terra Enrique VI un decreto con fe-
cha de 5 de marzo de 1471, que pue-
de verse en la coleccion de Rymer.
(5) Anal. lib. 12, cap. 28.

duccion de los calibres, todavia era en la guerra de Granada mui dificil el acarreo y manejo de la artilleria. La fabricacion de la pólvora y de las balas tanto de piedra como de yerro que se hacian en los mismos ejércitos, obligaba á operaciones mui complicadas y embarazosas. Pulgar cuenta en su crónica (1) que venian carpinteros con sus ferramientas é ferreros con sus fráguas que andaban de contino en los reales y en todas las otras partes por do se llevaba el artilleria, é maestros lombarderos y engenieros é pedreros que facian piedras de canto é pelotas de fierro, é todos los maestros que eran necesários é sabian lo que se requeria para facer la pólvora é para todos aquellos oficios é para todas las cosas que eran menester. De cada lombarda daban cargo á un hombre para que solicitase de tener la pólvora é todos los aparejos que le fuesen menester, de mnera que por falta de diligéncia no dejasen de tirar. En otra parte (2) dice Pulgar, que para facer los pertrechos é proveimientos del artilleria habia muchos oficiales ferreros, carpinteros, aserradores, hacheros, fundidores, albañiles, pedreros que buscaban mineros de piedras, é otros pedreros que las labraban, é azadoneros, carboneros que tenian cargo de facer el carbon para las fráguas, y esparteros que facian sogas y espuertas. Y en cada uno de estos oficios habia un ministro que tenia cargo de solicitar los oficiales é darles todo lo que era necesário para la labor que facian.

Los principales directores de la artilleria habian venido desde princípios del reinado de Doña Isabel de Itália, Fráncia y Alemánia (3); pero el gefe de todos en la guerra de Granada era Francisco Ramirez de Madrid, hidalgo de esta villa y valentísimo soldado, á quien armó caballero el Rei en una torre de Málaga que acababa de tomar por asalto, y que feneció despues gloriosamente en Sierrabermeja en compañia de D. Alonso de Aguilar.

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gistro general del sello que se guarda en el archivo de Simancas; donde tam bien está el de maestros lombarderos despachado á favor de maestre Alonso y maestre Tomás Bárbara en Sevilla á 12 de noviembre de 1477.

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