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que ay que aca pasan, ansi como que lo que estamos agora con el Rey de Portugal sobre lo que toca á aquellas islas que allo Colon (2), y sobre ellas mesmas que dezis que nunca os escrebi, , y sobre lo que escrebis de los casamientos de nuestros hijos, ques lo que os pareceria mejor. Aunque de la princesa no es de hazer quenta, porquesta determinada de no casar, y el Rey mi señor desde aora un año le aseguro de no mandarselo; y yo desde antes estaba en no mudar su buena voluntad (3). Y no solo en estos negocios, que son los mayores, mas en todos los de nuestros reynos y de la buena governacion dellos querria que particularmente me escribiesedes en todo vuestro parezer. Y ya a muchos dias que yo deseo escrebiros esto y dexabalo porque me parecia que os escusabades de todo: y agora me dio ocasion lo que decis, que nunca os e escripto de las indias: de que tome que no os pesara de que os escriba asi aquellas cosas; y dello y de otras muchas hubiera escrito y pescudado, si supiera esto. Y algo a estorvado á esto el poco espacio que tengo para escrebir y que recibo pena en ello desta manera que querria tanto dezir, y teniendo tan poco espacio, confundese el entendimiento de manera, que se muy menos de lo que sabia con mas espacio, y dexo de dezir muchas de lo que querria, y lo que digo muy desconcertado: y esto me pena, que si tubiese espacio, sin duda no ay pasatiempo en que yo mas huelgue. Y aun assi como es, sera descanso para mi, si yo pienso que vos sufris

(2) Entiéndese de las contestaciones que hubo con el Rei D. Jaan el II de Portugal, sobre los límites que ha bian de fijarse á los nuevos descubrimientos de Indias: contestaciones que empezaron cuando volvió Colon de su primer viage en este mismo año de 1493, y se concluyeron en el siguiente por el ajuste de Tordesillas entre los comisionados castellanos y portugueses, que concertaron la division del Océano y de las conquistas por el meridiano que pasa 370 leguas al poniente de las islas de Caboverde.

(3) Es la princesa Doña Isabel, hija mayor de los Reyes, quien después de la temprana y desastrada muerte de su marido el príncipe D. Alonso de Portugal, de que se habló en las notas á la carta anterior, hacia la tris-, te y dolorosa vida que refiere el autor del Carro de las Donas, lib. 2, cap. 65. Pasados algunos años, en el de 1497 se ajustó su matrimónio con el Rei D. Manuel de Portugal, sucesor de D. Juan el II, costando mu cho trabajo a los Reyes vencer la repugnáncia de su hija á casarse.

sin pena mis cartas, aunque vayan tan desconcertadas (4); y alargare mas en ellas y en lo que yo no pudiere de aqui adelante, de mano de fernan dalvarez os hare saber todas las cosas principales para que sepamos en ellas vuestro parecer. Y esto os ruego yo mucho, que no os escuseys de escrebir vuestro parecer en todo, en tanto que nos veemos, ni os escuseys con que no estays en las cosas y que estays ausente, porque bien se yo que ausente sera mejor el consejo que de otro presente. Y no hubo nadie presentes ni ausentes, que assi como vos en ausencia supiese sentir y loar la paz (5) por tantas y tales razones, ni assi dezir ni enseñar las gracias que abiamos de hazer á Dios por ella y las otras mercedes recibidas (qual plega á Dios por su bondad que hagamos, y vos podeys mucho ayudar de alla con esto que digo, entanto que no quereys ayudar de aca); ni quien assi tan bien reprehendiese de lo que se debia reprehender de la demasia de las fiestas, ques todo lo mejor dicho del mundo y muy conforme mi voluntad con ello; ni quien en todo lo otro assi ablasse ni aconsejase como vos en vuestras cartas. Y por esto buelvo todavia á rogar y encargar que lo querays hazer como lo pido, que no puedo recebir en cosa mas contentamiento: y recibole tan grande que (6) lo que he dicho que reprehendeys y es tan sanctamente dicho, que no querria parezer que me desculpo. Mas porque me parece que dixeron mas de lo que fue, dire lo que paso, para saber en que hubo yerro, porque dezis que danzo quien no debia: pienso si dixeron alla que danze yo, y no fue, ni paso por pensamiento, ni puede ser cosa mas olvidada de mi. Los trajes nuebos no hubo ni en mi ni en mis damas, ni aun vesti

(4) Caben expresiones mas modestas, mas dulces, mas delicadas en boca de una Réina? En otro parage de la carta, hablando de la ida del arzobispo á la corte, y mostrando descarla, añade: T en esto no oso mucho apretar, posponiendo lo que nos toca por lo que vos quereis; y porque mi condicion es en lo que me toca no apretar á nadie, cuanto mas á quien bien quiero, y cuan

to mas á vos. Estas expresiones que se caen de la pluma en una correspondéncia confidencial, manifiestan con mas seguridad las calidades y disposiciones verdaderas del ánimo de quien escribe, que otras acciones y palabras estudiadas y solemnes.

(5) La ajustada entre los Reyes de Aragon y Fráncia.

(6) Que parece errata por en.

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dos nuebos, que todo lo que yo alli vesti, abia vestido desde que estamos en aragon, y aquello mesmo me abian visto los otros franceses (7), solo un bestido hize de seda y con tres marcos de oro el mas llano que pude: esta fue toda mi fiesta de las fiestas. El llevar las damas de rienda, hasta que vi vuestra carta, nunca supe quien las llebo, ni agora se, sino quien se azerto por ay, como suelen cada vez que salen. El cenar los franceses á las mesas es cosa muy usada, y que ellos muy de contino usan (que no llevaran de aca exemplo dello) y que aca cade vez que los principales comen con los Reyes, comen los otros en las mesas de la sala de damas y caballeros, que assi son siempre, que alli nunca son de damas solas. Y esto se hizo con los borgoñones quando el bastardo, y con los ingleses y portugueses (8), y antes siempre en semejantes con

(7) El contexto indica que estos otros
franceses fueron los de la comitiva de
la princesa de Viana Doña Magdale-
na, tia del Rei Cárlos VIII de Frán-
cia y madre de la Réina Doña Cata-
lina de Navarra, que vino á Zarago-
za por agosto de 1492 á ver á los
Reyes católicos á su paso para Ca-
taluña.

(8) La venida del Bastardo de Bor-
goña á Castilla fue en el año de 1488.
Le envió Maximiliano, Rei de Roma-
nos, en compañía de Juan de Salazar
para hacer con los Reyes católicos
un tratado de amistad y confederacion
contra la Fráncia, y proponer el ma-
trimónio, que después se verificó en
1496, de Felipe, hijo de Maximilia-
no y nieto por parte de madre de Cár-
los, duque de Borgofia, con la infan-
ta de Castilla Doña Juana. Los Reyes
estaban á la sazon en Valladolid, don-
de se detuvieron los embajadores cua-
renta dias, y en su obséquio se hicie-
ron, como cuenta Pulgar, justas é tor:
neos é otras muchas fiestas de grandes é
suntuosos gastos é arreos.

Durante estas fiestas se casó el Bas-
tardo de Borgoña con Doña Marina
Manuel, dama mui favorecida de la

Réina católica, y hermana de D. Juan Manuel, privado que fue andando el tiempo del Rei D. Felipe el Hermoso. Sirvió tambien á esta señora el ilustre caballero D. Diego Lopez de Haro, como se ve por una carta suya mui apasionada, que se insertó en el cancionero general de 1540, escrita en ocasion que iba á hacer un viage á tierra agena, y seria probablemente alguna de las embajadas en que lo empleó la confianza de los Reyes.

Fernando del Pulgar en su crónica llama al Bastardo de Borgoña hijo del duque Charles, que es Carlos el Atrevido. No estan de acuerdo con esta notícia las de Jacobo Meyer, diligente analista de las cosas de Flandes, que floreció en la primera mitad del siglo XVI; el cual en el retrato que hace de los vícios y virtudes del duque Carlos, alega memórias coetáneas que alaban su continéncia, asegurando que no tocó á muger alguna fuera de la própia. En lo mismo convie. nen otros escritores flamencos, ninguno de los cuales dá notícia de este hijo del duque Carlos. Indícios de que se equivocó el coronista, y de que el embajador de Maximiliano era alguno de

vites; que no sea mas por mal y con mal respecto que de los que vos combidais á vuestra mesa. Digo os esto porque no se hizo cosa nueva, ni en que pensasemos que abia hierro, y para saber si lo ay aunque sea tan usado; que si ello es malo, el uso no lo hara bueno, y sera mejor desusarlo quando tal caso viniese, y por esto lo pescudo (9). Los vestidos de los hombres que fueron muy costosos, no lo mande, mas estorbelo quanto pude y amoneste que no se hiciese (10). De los toros senti lo que vos dezis, aunque no alcanze tanto; mas luego alli propuse con toda determinazion de nunca veerlos en toda mi vida, ni ser en que se corran : y no digo defenderlos por questo no era para mi á solas (11). Todo esto he dicho, por

los ocho hijos bastardos que tuvo Felipe el Bueno, padre de Cárlos el Atrevido y fundador de la órden del toison de oro: no siendo de extrañar que Pulgar menos informado, como en asunto extrangero, confundiese los nombres de padre é hijo.

Después de la partida de los embajadores de Borgoña, se fueron los Reyes á Medina del Campo, donde permaneciéron desde 7 de febrero hasta 27 de marzo de 1489. Allí, segun refiere Gerónimo de Zurita, recibieron á los embajadores del Rei Enrique VII de Inglaterra; y en esta ocasion debieron de ser las fiestas que la Réina indica en su carta. Nuestras histórias no expresan los nombres de estos embajadores, que fueron Juan Weston, prior del órden de S. Juan de Jerusalen en Inglaterra, Juan Gunthorp, dean de la iglésia catedral de Welles en el condado de Somerset, Cristoval Urswik, limosnero mayor del Rei Enrique, y sus consejeros los doctores Tomás Savage y Enrique Ainesworth. Las credenciales que se les dieron tienen la fecha de Westminster á 10 de marzo de 1488, y se insertaron en la coleccion de Rymer.

Las fiestas que se hicieron en Sevilla el año de 1490, cuando D. Her

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(9) Pescudar, palabra anticuada, sig-
nifica inquirir, preguntar.
(10) Cotejando las fechas, no es in-
verosimil que de resultas de esta cor-
respondércia y del poco fruto de las
amonestaciones de la Réina á sus cor-
tesanos, se expidiese la pragmática
de trages, que fué en Segóbia á 2
de setembre del año inmediato de
1494.

(11) Quiere decir, que apesar de su
opinion y gusto no podia defender ó
prohibir las corridas de toros por si
sola, y sin la concurréncia del Rei su
marido, siendo por otra parte forzoso
condescender con la inclinacion é in-
veterada costumbre de los pueblos. Al
año siguien e de escrito esto fué cuan-
do no pudiendo abolir el uso de tales
fiestas, inventó el modo de hacerlas
menos peligrosas, segun se refirió en
la Ilustracion VIII.

que

sabiendo vos la verdad de lo que paso, podays determinar lo que es malo, para que se dexe si en otras fiestas nos veemos; que mi voluntad no solamente esta cansada en las demasias, mas en todas fiestas por muy justas que ellas sean, como ya os escrebi en la carta larga que nunca e embiado ni oso embiar hasta saber de todo si abeys de venir, quando Dios quisiere que vamos á castilla. Y en esto no oso mucho apretar, posponiendo lo que nos toca por lo que vos quereys; y porque mi condicion es, en lo que me toca, en no apretar á nadie, quanto mas de (12) quien bien quiero, y quanto mas á vos. De las escripturas que dezis que no muestro, cierto he estado en agonia, que veo que yerro en mostrarlas (13) segun ellas son, y por lo que dezis de mi no las muestro; mas mostrarlas he, aunque yo reciba afrenta en oyr de mi lo que no ay (14). Y vi una carta que escrebis al cardenal de cartagena, que nunca vi mejor cosa: mas abeys de perdonar una gran osadia que hize en tocar en ella, que borre donde deziades de la hipocresia, porque me parecia que para Roma no era de tachar, porque plugiese á Dios que hubiese alla alguna. Y destas cosas de Roma os ruego mucho que me escribays lo que os pareze, y si es cosa en que algo podamos hazer , y que; y esto es lo principal que os abia de escrebir, y va aora aqui porque vino acaso (15).

(12) De parece errata por á.
(13) Sin duda debe decir en no mos-
trarlas.

(14) Cotejando este pasage con el
de la carta del arzobispo á que con-
testa, parece que se habla del oficio
de la victória del Salado, que como
dice abajo la Réina, la habia engolosi-
nado mas para ver el de Granada. De-
cia el arzobispo que la Réina no mos-
traba las escrituras ó composiciones
que le remitia, atribuyéndolo á pru-
déncia y caridad, por no ser quizá
dignas de mostrarse y la Réina re-
plica que no las muestra por las cosas
que en ellas se dicen de su persona,
ý porque recibia afrenta en oir sus

elógios. Noble contienda de modéstia
y virtud entre ambos.
(15) El cardenal de Cartagena era
D. Bernardino de Caravajal, obispo
de Cartagena y embajador de los Re-
yes en Roma, á quien el Papa Alejan-
dro VI acababa de hacer cardenal en
setiembre de 1493, con el título de
S. Marcelino y S. Pedro, que dejó des-
pués por el de Santa Cruz en Jeru-
salen. La Réina le llamó en estilo
familiar el cardenal de Cartagena. Pro-
bablemente la carta del arzobispo de
que aquí se habla, era de enhorabue-
na, y se diria en ella algo contra el
vício de la hipocresia. La Réina, por
cuya mano se dirigia la carta, borré

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