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flaqueza de la condicion humana y la imperfeccion de su dis-
curso: quizá nuestro siglo orgulloso con los progresos de la
razon y de las luces, prepara incautamente motivos de censu-
ra y de irrision á la mordaz posteridad: hagámonos acreedores
á su indulgéncia usándola con los siglos que nos han precedi-
do. Y sobre todo admiremos la fuerza de aquellas almas privilegia-
das , que superiores á su era sospecharon sus errores y sinrazo-
nes. Tal fué la de Isabel. Arrebatóla, es cierto, el torrente
impetuoso de la opinion general de su tiempo, pero no sin
muestras de resistència: la indignacion fué el primer movimien-
to que produjo en ella la notícia de las tropelias que el celo
indiscreto cometió contra los mudejares de Granada. Deseó,
procuró que todos los hombres abrazasen la creéncia que sabia
ser el unico camino para su felicidad; envió misioneros á las
Índias, catequistas á las províncias conquistadas de los moros,
concedió favor y privilégios á los que se convirtiesen: su cora-
zon aborreció la violéncia. Todo el resto de su vida y accio-
nes nos la presenta observante de sus palabras y tratos, dulce,
compasiva, enemiga de la ferocidad y celo amargo,
de la su-
persticion y del fanatismo.

;

Ni¿como era posible otra cosa atendido el caracter y condicion de nuestra Princesa? Como se compadece el cargo de atrocidad, de dureza, de opresion con sus costumbres suaves y sencillas, con sus inclinaciones benignas y liberales, con haber fomentado en sus domínios la ilustracion, las ciencias, las artes, las letras humanas, hécholes un templo de su misma corte, dado el ejemplo de sacrificar en sus aras y de ofrecer á manos llenas el incienso del honor y del prémio? ¿Por qué método pudieran combinarse la ferocidad y la cultura, la ilustracion y la tirania, la dureza de corazon y el cultivo de las letras?

Estamos en el siglo literário de Isabel. La Providéncia, que habia resuelto hacer de su reinado una época de esplendor y de lustre para España, la habia preparado de antemano por médios ruidosos y extraordinários. Eran pasados mas de diez siglos

des de

que la irrupcion de los pueblos salvages del Norte habia destruido el poder romano, y con él la civilizacion y las letras. Despues de un largo período de tinieblas y estupidez, Carlo Magno quiso volver á encender la antorcha extinguida del saber humano: mas no bastaba para tanta empresa un reinado solo, y sus descendientes no supieron sostener su glória, ni continuar sus nobles desígnios. Las famosas cruzadas de ultramar trajeron envuel tas entre otros males las semillas de la ilustracion, que fructificaron aunque lentamente en Europa. Llegáronse á fundar escuelas, e tudiáronse las ciencias, cultivose la poesia: pero el entendimiento, teñido de la rusticidad general, se dió á investigaciones laboriosas é inútiles, y la literatura ignoró la correccion y el buen gusto. Finalmente la destruccion del império griego por los turcos al mismo tiempo que Isabel salia de la cuna, y la pérdida de Constantinopla, de aquella tabla donde se habian salvado del naufrágio universal de las letras los restos lánguidos de la cultura griega, los obligó á difundirse por las regiones del bárbaro á la sazon é indocto Occidente. Despertó entonces Europa de su letargo, y anhelando sacudir el yugo de la ignoráncia, corrió ansiosa á estudiar los modelos, hasta allí desconocidos o despreciados, de la antigüedad; resucitó los sistemas de los filósofos de mas nombre , y enseñoreándose de los conocimientos de las edades anteriores, pudo lisonjearse de superarlas algun dia.

Castilla donde las letras desde tiempo del Rei Don Alonso el Sábio habian tenido patronos y amantes; donde la comunícacion con los árabes habia introducido las nociones científicas de aquella nacion, ignoradas generalmente en lo demás de Europa; donde sus traducciones hacian menos nueva la filosofia de los griegos; Castilla, donde acababan de lucir las lumbreras de Burgos y Ávila, los dos célebres Alfonsos el de Cartagena y el de Madrigal; donde Juan de Mena habia poco antes dado nuevo impulso y realce á la léngua y á la poesia, y donde á pesar del desprécio con que la nobleza miraba cualquier ocupacion que no fuese la de las armas, habian florecido Don

Enrique de Villena y el Marques de Santillana ; Castilla ofrecia sin duda alguna mayores proporciones y facilidad para la propagacion de las luces.

Tal era el estado de las cosas en 1474, año fáusto y feliz en que Isabel subió al trono, cuando se apareció en el horizonte español un astro benéfico, cuya preséncia era del mejor agüero para los progresos de la ilustracion y del saber. Habló del arte de la imprenta, arte admirable, léngua de Minerva, que habiendo aportado aquel año mismo á España, se difundió rápidamente por todas las regiones de la Península.

Ni las opiniones entonces comunes, ni las circunstancias de la niñez de Isabel habian dejado entrada en su educacion á las letras. Pero apenas se ciñó la corona de sus mayores, aquel subli-me entendimiento nacido para alcanzar todas las verdades útiles comprendió desde luego, que si un gobierno prudente y justo dá el primer lugar entre los instrumentos del bien público á la virtud, el segundo lo debe á su hermana menor la ilustracion : que en el mundo político la ignoráncia conduce necesariamente las naciones á la inferioridad, y tarde o temprano á la pérdida de su independéncia; y en fin, que si un estado afianza su seguridad por medio de la victória y su tranquilidad por el de la justícia, solo puede llegar al esplendor de que es capaz por el de las luces, y que sin estas ni la victória será estable y segura, ni bien organizada la justícia, ni posible la prosperidad, la riqueza y la glória. Poseida Isabel de estas grandiosas ideas, sólicita por emplear cuantos arbítrios pudiesen contribuir á la felícidad y lustre de la nacion, quiso ser la protectora de las letras, y aspiró á entrelazar en sus trofeos las palmas de Marte y la balanza de Astrea con los dulces y apacibles atributos de las Musas.

Salamanca, aquel liceo honrado especialmente de los Reyes y de los Papas, recibia de mano de Isabel nueva vida, nuevas leyes, nuevos y mayores privilégios. La rudeza de las facultades escolásticas, el desaliño del peripato hacian lugar al estúdio de las lenguas sábias, de las ciencias naturales, de los conocimientos amenos. Antonio de Lebrija y Arias Barbosa, ahuyentan

G

do el monstruo de la barbárie, presentaban á la juventud los originales griegos y latinos, los modelos producidos por los siglos de Augusto y Pericles, que siempre han sido y serán los maestros de cuantos cultiven con fruto las letras humanas. Ramos y Fermosel enseñaban la música, Torres y Salaya la astronomia que se alcanzaba antes de la revolucion de Copérnico. Pasaban de las cátedras de la universidad los dos hermanos Álvarez á médicos de los Reyes, Oropesa, Carvajal y Polanco á su Consejo, Fr. Diego Deza al magistério del Príncipe Don Juan y manejo de los negócios. La flor de la nobleza acudia ansiosa á beber la sabiduria en las fuentes de Salamanca: allí empezaba Hernando Cortés á manifestar las inclinaciones y talentos que despues hicieron de él uno de los hombres mas extraordinários que ha producido el mundo: el heredero del condestable de Castilla explicaba á un lado la história natural de Plínio, y á otro resonaban los ecos de la ilustre Doña Luisa de Medrano, que enseñaba en Salamanca como despues en Alcalá Francisca de Lebrija. En suma, florecian las ciencias sagradas y profanas, la vária erudicion, todas las espécies y ramos de literatura; y cuando Isabel acompañada de su corte visitaba aquellos estúdios y honraba con su preséncia los ejercícios literários de la escuela de Salamanca, venia á ofrecer esta un aspecto semejante á la de Atenas dibujada por el príncipe de los pintores el divino Rafael, donde los grupos de filósofos, de oradores, de poetas, de sábios de todas clases nos presentan el congreso mas respetable y mas á propósito para envanecer al género humano.

La ilustracion con su natural fecundidad hubo de propagarse brevemente por todos los domínios de Isabel. Los estúdios antíguos de Valladolid y Alcalá, los nuevos de Toledo, Sevilla y otros debieron á Salamanca fundadores ó profesores que llevaban consigo las semillas de las ciéncias y del buen gusto. El amor de la sabiduria se habia apoderado de los pechos castellanos. Mientras unos pasaban á Itália como el Pinciano, en busca de instruccion y conocimientos, y volvian cargados de tesoros todavia mas preciosos que los de las Índias ; mientras otros como

Siliceo, Ciruelo y Victória recogian en Fráncia la doctrina que despues trajeron á la Península ; mientras los literatos extrangeros como Marineo y Pedro Mártir acogidos y premiados generosamente en España, se asociaban á nuestra glória; otros sábios castellanos sin salir de sus hogares cultivaban felizmente las letras, como los Vergaras, Zamora, Coronel y Lopez de Zúñiga. Íbanse formando los editores de la famosa Bíblia Complu

los maestros de los que despues honraron el nombre español en Trento y el sexo destinado al parecer exclusivamente al oscuro desempeño de los oficios domésticos, creyó que bajo el reinado y á ejemplo de Isabel, podia elevar mas alto sus pensamientos y profesó con fruto la literatura. El gobierno, pródigo de recompensas y distinciones, ansioso de que el saber se derramase por todas partes y penetrase hasta los últimos ángulos de la Monarquia, apadrinaba todos los proyectos de enseñanza, concedia franquícia absoluta de derechos á la introduccion de libros, fomentaba y honraba el arte tipográfico. Isabel tuvo ya impresor de cámara: tuvieron en su tiempo oficinas de este arte nobilísimo no solo las ciudades principales, sino tambien villas y pueblos poco considerables de Castilla; y desde los mismos princípios de su establecimiento fue mas comun la imprenta en España que lo es al cabo de trescientos años dentro ya del siglo décimonono.

De este modo consiguió en breve tiempo nuestra nacion descollar por su sabiduria entre las demás de la culta Europa; dar luces y maestros á várias de ellas y á la misma Itália; ser objeto de admiracion y de elógio para el dictador literário de aquella era, el célebre Erasmo. La corte de Isabel era el principal teatro en que se echaban de ver los rápidos progresos de la cultura los resultados de la solicitud de la Réina en promoverla. Los hijos de los Grandes que servian en palácio, los próceres emparentados mas de cerca con la sangre real tenian escuelas, donde á vueltas de las demás artes cortesanas y militares, cultivaban tambien y aprendian las del entendimiento. Las mismas Infantas, las hijas de Isabel alternaban entre las labo-. res y el estúdio hasta llegar á familiarizarse con el idioma de

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