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campanario, elevado prisma octógono, de gallarda arquitectura, que domina regiamente la población, la playa y la campiña, desde

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el monte Munciá, junto á la boca del Ebro, hasta las montañas de Hirta, de las que se desprende el promontorio de Peñíscola.

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En el presbiterio de la iglesia de Vinaroz veréis en el suelo una losa, y en ella, toscamente esculpido, un escudo con los leones de España y las lises de Francia. Leed la inscripción: Dux Ludovicus de Vendosme hic jacet. Ingens quem non fama capit, continet urna brevis.-Obiit die 10 junii 1712 (1). Sí, aquí dió fin á sus hazañas y á sus glorias el duque de Vendôme, aquel famoso caudillo, soldadote tosco y príncipe altanero, epicúreo y cínico á la vez, generalísimo de los ejércitos de Francia У de España; por cuyas venas corría la sangre de Enrique IV y de la bella Gabriela de Estrèes, y que rodeado de rufianes, olvidado de la disciplina y la vigilancia, apoderábase, sin embargo, de la victoria por los súbitos arranques de su genio militar. Él salvó más de una vez la monarquía del augusto Luís XIV, que desdeñaba á aquel pariente soez; él aseguró en las sienes de su nieto la corona de Felipe II, y al dar triunfal remate á la guerra de Sucesión, quiso pasar el verano en Vinaroz, descansando de sus fatigas, porque el pescado de estas costas tentaba su glotonería. Y el capitán invencible murió de un atracón de mariscos. Aún se señala la casa donde hizo posada (2); en cuanto á la tumba que hemos visto, sólo contiene sus entrañas: el cuerpo, embal. samado, fué conducido al Escorial y le dieron sepultura en el Panteón de Infantes.

Desde Vinaroz y Benicarló se divisa á corta distancia, en la playa de Mediodía, un peñasco dentro del mar, ceñido y coronado de muros. Allí tendremos que detenernos más: encierra esa roca, como si fuera nido de gaviotas, una población, pobre al presente, pero interesantísima por su histórica prosapia.

¡Oh ciudad de Peñíscola, albergue hoy de toscos pescadores

(1) Aquí yace el duque Luís de Vendôme. El coloso, que no cabía en los limites de la fama, está encerrado en esta breve urna. Murió el día 10 de Junio de 1712.

(2) La casa en que se hospedó y murió el duque de Vendôme, está en la plaza de San Agustín, esquina á la playa, señalada hoy con los números 12, 13, 14 y 15, propiedad de D. Felipe Agramunt.

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y campesinos! ¡Quién pudiera remontar el curso de tus anales descubrir tus orígenes en los oscurecidos tiempos de la España primitiva! ¿Quién viera llegar, en sus orientales bajeles, tus primeros colonizadores! Fenicia, cartaginesa, romana, gótica y árabe, perdiste los vestigios materiales de tu antigua grandeza, y hay que buscarlos en las páginas de historiadores y geógrafos. Pero, aunque nada nos dijeran ellos, basta ver tu situación para señalarte como sede predilecta de los audaces navegantes que primero invadieron la península ibérica. No hay en todo este litoral lugar más adecuado para las factorías y colonias, medio militares, medio mercantiles, que en ella instalaron fenicios, rodios ó focenses.

Es el promontorio de Peñíscola ciudadela natural, sobre la misma playa, con hondo fondeadero para los buques, que le prestan fácil auxilio y abastecimiento; y la dotó Naturaleza con el regalo de copiosas fuentes que brotan en su aislado peñón (1). ¿Dónde mejor podían afirmar su planta los fenicios, que, establecidos en la Bética, recorrían y explotaban las costas orientales de España? Festo Avieno, en su poema geográfico (De Oris marit.) nos habla de la noble Tyriche, cuyos habitantes, famosos en las costas y mercados del mundo, sacaban de estas fértiles comarcas, ganados, vinos y granos, y por el Ebro metían tierra adentro los productos de otros países. En este nombre de Tyriche encontraron el docto anticuario Pedro Juan Núñez y los que le siguieron, un diminutivo de Tiro. El canónigo Cortés vió en él la raíz hebrea Tzyr (peñasco), igualmente apropiada á aquella gran ciudad fenicia, construída sobre una roca bañada por el mar, y á nuestra Peñíscola. Confirmó, pues, el dictamen del Padre Diago, que sostuvo la equivalencia entre la antiquísima Tyriche y la población á cuya presencia estamos. Ya hemos

(1) Dentro de la plaza de Peñíscola hay una copiosa fuente, y en la circunferencia del peñón otras, todas de agua excelente. Junto à él, en el fondo del mar, brotan otros manantiales de agua dulce, que suben hasta la superficie.

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TOMO I

visto (capit. II) que hoy da el padre Fita otra interpretación al pasaje de Avieno: para él Tyriche es Tortosa. Hemos indicado también otro pleito de arqueólogos, que atañe á Peñíscola: para la mayor parte de nuestros historiadores, estuvo aquí Acra-leuca, la capital militar de Hamílcar, fundada por el victorioso caudillo en el segundo año de su campaña hispánica, el mismo en que levantó los muros de Barcelona. Si esto fuera cierto, la poderosa metrópoli catalana y la hoy humilde Peñíscola, resultarían hermanas gemelas. Pero no hay que ufanarse mucho con timbres históricos tan añejos: hoy, no solamente niegan la paternidad del gran Hamílcar á la pobre aldea de pescadores, sino también á la ilustre ciudad que creyó verla confirmada en el nombre que lleva. Historiadores novísimos sostienen que el primer conquistador cartaginés no pasó el Ebro.

Dejemos, pues, entre las nieblas de la duda la arrogante figura del joven Hannibal, que fantaseábamos complacidos sobre ese avanzado promontorio, tendiendo sobre el mar la mirada vengativa hacia la odiada Roma, y digamos que la primera mención segura de Peñíscola en los libros de los geógrafos antiguos es la de Estrabón, que le da el nombre gráfico de Chersoneso (península), del cual, traducido al latín, ha salido el de Peñíscola (1).

Hay que venir á tiempos más cercanos para encontrar en ella memorias de sus propios anales. En el presbiterio de la iglesia de Nuestra Señora Ermitana os designarán el sitio en que fueron enterrados los discípulos del apóstol Santiago, reunidos allí en concilio, y martirizados por Aleso, prefecto de Ne

(1) «En latín se llamó sin duda Peninsula, traducción de Chersonesos. Su transformación en Peñíscola se puede explicar suponiendo la pronunciación aspirada de la s. Los árabes escribieron Banishcola, lo cual disminuye el valer de semejante hipótesis. Creo, de consiguiente, que Penis cula es nombre indígena, ó siquier celta, tomado de la configuración de aquella lengua de tierra, que semeja una cabeza ó extremidad de ala. Y en efecto, cabeza de ala significan el bretón þenn-askel y el welsh penn-y-argell. Cf. Penáguila, Benasque.» P. FIDEL FITA: El Gerundense y la España primitiva.

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