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de su parte á los pueblos de esta región oriental, y les facilitó la expulsión de los cartagineses. Tenaz resistencia opusieron éstos: comprometida se vió la causa de Roma, cuando, tras muchos triunfos, se les volvió la suerte á los Scipiones, y perecieron ambos en distintos combates; heroico esfuerzo hubo de hacer el modesto capitán Quinto Marcio para reunir las huestes desbaratadas y llevarlas otra vez á la victoria; insignes condiciones de mando tuvo que desplegar luego Publio Cornelio Scipión (1) para vengar á su padre y á su tío; pero fueron coronados, al fin, por el éxito el valor y la magnanimidad de este noble caudillo, y, conquistada Cartago-nova, poco tardó en arrojar á los guerreros púnicos de Gades, primero y último punto que ocuparon en España (205 antes de J. C.).

Al verse libres de sus enemigos, quitáronse la máscara los romanos y trataron sin piedad á los españoles. Víctimas fueron durante largos años de la rapacidad de procónsules y pretores, y dió pábulo su tiranía á continuas y renacientes guerras. Pero en el fatigoso relato de aquellos alzamientos aislados, y por ende infructuosos, pocas veces figuran los pueblos extendidos por el litoral valenciano. De índole más bonancible, ó habituados por su situación al trato y á la supremacia de gentes extrañas, más poderosas y cultas, Roma tuvo en ellos amigos leales ó súbditos sumisos, á quienes trató mejor, probablemente, que á las tribus indómitas que airadas le resistían. Respirábase en estas costas levantinas, asiento de Tarragona, Sagunto y Cartagena, centros principales del organismo hispano-romano, atmósfera favorable al Pueblo-rey, y á ello debió sin duda su origen, ó por lo menos su importancia, la ciudad cuya generación latina proclama el noble y hermoso nombre de Valencia.

Lo que en medio siglo de batallar incesante no pudieron

(1) Deudos de los Scipiones debieron establecerse entonces en la Edetania, pues la familia patricia de los Cornelios se propagó mucho en ella, á juzgar por las inscripciones que aún se conservan. El P. Diago cita muchas; las hay en Sagunto, Denia, Játiva, Jérica, Bivel, Begis, Benaguacil y Valencia.

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ΤΟΜΟ 1

conseguir, ni de muy lejos, los pueblos más bravos y duros de España, estuvo á punto de alcanzarlo en breve tiempo un pastor lusitano, lanzado á la guerra por justo despecho y patriótico rencor. Viriato hizo pagar caras á Roma las crueldades y perfidias de los pretores Lúculo y Galba, y si hubiese podido aunar las voluntades de los pueblos oprimidos, hubiera devuelto á España su independencia. Vencióle la traición: asesinado el general invicto (140 antes de J. C.), poco tiempo pudo sostenerse su ejército; perseguido, desalentado, entregó las armas; y trocándolas por aperos de labranza, recibió del vencedor tierras y una ciudad, que se llamó Valencia. Junius Brutus, consul in Hispania, iis qui sub Viriato militaverant, agros, oppidumque dedit, quod Valencia vocatum est. (Lucio Floro, epit. de Tito Livio, lib. V).

Esta es la primera mención de la ciudad de Valencia que hallamos en la historia. Pero esa ciudad, poblada por los soldados de Viriato, ¿es Valencia la del Turia, la del Tajo ó la del Miño? Cuestión es ésta muy debatida y aún no completamente aclarada. La objeción más general que se hace á los que atribuyen este origen á Valencia de los edetanos, es que Viriato sostuvo sus guerras lejos de este país, en la España central y occidental, y parece probable que por aquellas tierras quedasen establecidos sus soldados. Han negado la premisa algunos historiadores valencianos, esforzándose en probar que el heroico lusitano batalló en esta parte de la península: en apoyo de esta aventurada suposición, sólo puede alegarse un texto controvertido de Frontino, que nos habla de los ardides á que apeló Viriato para tomar á Segobriga (1). Pero, aunque no parece

(1) Sexto Julio Frontino lib. III, cap. 10) cuenta que Viriato, no pudiendo rendir á Segobriga, apeló á varias estratagemas, entre ellas, fingir una retirada, y cuando habían salido los habitantes al campo, para celebrar ciertas fiestas, cayó sobre ellos, apoderóse de muchos niños y mujeres, y amenazó con su muerte, si no rendían la ciudad. Los segobricenses praeobtuverunt spectare supplicia pignorum suorum quam à romanis deficere. Como no en todos los códices de Frontino se lee sugobricenses (según confiesa el mismo Cortés, suponiendo vicio en la escritura),

verosímil, ni está comprobada la presencia del insigne guerrillero en la Edetania, el mejor historiador de sus campañas, Apiano Alejandrino, conduce hacia Sagunto su ejército, una vez asesinado el general. «Muerto Viriato, dice, fué elegido para sucederle Tántalo, y emprendióse una expedición contra Sagunto, ciudad que, después de arruinada, había reedificado Hannibal y llamado Cartago, del nombre de su patria. Rechazados de allí los lusitanos, atacólos Cepión cuando iban á pasar el Betis, y puso en tal aprieto, que Tántalo tuvo que rendirse, con la condición de que les tratase como súbditos. Les quitó las armas les dió tierra suficiente para que no fuesen ladrones por necesidad. »

los

y

Puede explicar este texto la adjudicación de tierras en las orillas del Turia á los guerreros lusitanos: hijos éstos de un país menos fértil, quedarían prendados de las campiñas valencianas y apetecerían establecerse en ellas; por otra parte, entraba en la política de los romanos ofrecerles asiento en punto lejano de su belicoso país y entre pueblos de natural más tranquilo. Pero no desarma el pasaje de Apiano á los que sostienen el pleito contra nuestra Valencia: califican de inverosímil la expedición de Tántalo contra ciudad tan apartada del foco de aquellas guerras, como lo era Sagunto, y que de aquí fuera á parar á las orillas del Betis. Masdeu, en su Historia critica de España, apunta si, en vez de Saguntum deberá traducirse la Zacanta de aquel historiador por Segontia, ciudad de la Turdetania, que cae cerca del

creen

algunos anticuarios que puede aplicarse este pasaje á alguna otra ciudad de nombre parecido á Segobriga, que no faltan en la antigua España, por ser muy usual su terminación. Cortés quiere que el monte de Venus, plantado de olivos, que se cita varias veces en las guerras de Viriato, como su cuartel, sea la colina de Almenara, donde hubo un templo de aquella diosa; pero ni se habla de templo al citar aquel monte, ni es probable que tuviese su guarida el famoso guerrillero en punto tan lejano de su país y del teatro de sus hazañas. Por otra parte, aquella colina, de piedra caliza desnuda, difícilmente pudo estar plantada de olivos. Ambrosio de Morales, cuya opinión siguió Masdeu, supuso con mayor fundamento que el monte de Venus estaba cerca de Ebora, ciudad lusitana.

Betis (1). Verdaderamente, es difícil de explicar la marcha de los soldados de Viriato contra Sagunto; pero, ó Apiano no sabía lo que escribía, ó aún puede explicarse menos que, tratando de otra población que la edetana Sagunto, dijese que había sido destruída y reedificada por Hannibal. Era tan famosa en aquellos tiempos la destrucción de esa ilustre ciudad, que no cabe aplicar á otra la renombrada catástrofe.

Hay en esta contienda otro argumento de peso á favor de Valencia del Turia: ningún autor latino cita á Valencia de Alcántara y Valencia del Miño como colonias romanas; ni hay otros vestigios de que lo fuesen. En cambio, Valencia de los edetanos es mencionada como tal colonia por Plinio, y las inscripciones que aún se conservan en ella, dedicadas por los soldados veterani et veteres, determinan su origen romano militar. ¡Cuántas dudas y cuestiones, sin embargo, á cada paso que damos en los anales de aquellos tiempos! Los mismos autores que convienen en que nuestra Valencia fué la otorgada por Junio Bruto, disienten sobre á quién la otorgó. Dice Floro bien claro que á los soldados de Viriato, iis qui sub Viriato militaverant; pero el P. Diago (2) encuentra más natural que fueran los soldados romanos los favorecidos. Aduce en apoyo de su versión que Junio Bruto no vino á España hasta dos años después de vencidos los de Viriato, y supone que hay alguna errata en el texto de Floro. Pero, si nos permitimos alterar los textos, no hay seguridad alguna en la historia. La concesión de tierras á los secuaces de Viriato, está confirmada por el citado pasaje de Apiano, aunque éste no determina el punto dónde se las dieron; y si esa concesión no pudo hacerla Junio Bruto en el momento de la derrota de aquellos enemigos, no hay gran dificultad en que la hiciese más tarde, ó ratificase la que ya estuviera convenida.

(1) Entre Arcos y Jerez, donde está el despoblado de Gisgonza, que recuerda aquel nombre.

(2) Anales del Reino de Valencia, lib. I, cap. 12.

Si en esas guerras de Viriato tomaron poca ó ninguna parte los edetanos y demás pueblos de las costas levantinas, cada vez más romanizadas, tuviéronla en cambio muy principal en las de Sertorio, cuando este insigne caudillo quiso hacer de España otra Roma. Había permanecido neutral la Iberia en la contienda, puramente romana, de Mario y Sila, pero Sertorio supo halagar á los españoles y atraérselos. Alguna oposición encontraría, sin embargo, en la Edetania, más fiel quizás que otras regiones de España al poder central; pues, cuando el Senado, lleno de zozobra por el vuelo que tomaba la rebelión sertoriana, envió contra ella al joven Pompeyo, apellidado ya el Grande, encontró á Sertorio y á su teniente Perpenna sitiando á Laurona (la antigua Edeta), y ante esa ciudad comenzó la guerra entre los dos famosísimos capitanes. Vencido fué entonces Pompeyo, é incendiada Laurona por Sertorio; pero volvió aquél á la Edetania al año siguiente, y sus hermosos campos fueron teatro de terribles batallas, entre ellas las dos que se riñeron á orillas del Turia y del Júcar, de las cuales dijo Cicerón que fueron las más empeñadas y mayores que dieron en España los romanos. Así como había incendiado Sertorio á Laurona, Pompeyo destruyó á Valencia (1): la antigua y la nueva capital de los edetanos sufrieron igual suerte, pagando los españoles las contiendas de sus dominadores. Y lo mismo sucedió después, muerto Sertorio á traición y hundido su soñado imperio hispano-romano, con las guerras de César y Pompeyo, y con las que sostuvieron luego los hijos de éste con aquel su afortunado rival: terminadas aquellas campañas, Valencia reparó sus ruinas, y compartió con Sagunto la preponderancia en la región edetana (2). Quieren algunos autores, fundándose en una moneda muy controvertida, que el ven

(1) Castra hostium apud Sucronem capta, et praelium apud flumen Durium, et dux hostium G. Herennius cum urbe Vaelentia et exercitu deleti.» Carta de Pompeyo al Senado, apud Salustio.

(2) Dice Pomponio Mela, que escribió en tiempos de Claudio: Urbes complexus, et alias quidem sed notissimas Valentiam et Saguntum. Lib. II, cap. 6.

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