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¿Qué queda hoy de aquel famoso monasterio, ennoblecido por tan ilustres hijos, y en cuya ruina se cebaron la guerra y la revo lución (1)? Vas á verlo, lector amigo, si quieres seguirme. Ven á la plaza que conserva para todo buen valenciano el nombre de Santo Domingo, aunque le hayan dado otros, y verás la fachada de la iglesia y la del convento, tales como los frailes las dejaron: nuevos son el cuartel contiguo y las casas que siguen hasta la ronda, construídas en el solar del huerto. Ábrese la puerta de la iglesia en un alto y liso paredón de cantería, decorada con dos columnas dóricas y estriadas, que resaltan á cada lado, dejando sitio entre ellas para cuatro hornacinas con imágenes de Santos de la Orden. Sobre la puerta, el blasón con la cruz flordelisada de Santo Domingo, y por soportes sus dos lebreles, con cirios

rioso Padre San Luis Bertrán, Valencia, 1609. De las fiestas de la canonización escribió Tomás López de los Ríos el Auto glorioso, festejo sagrado con que el insigne Colegio de la Preclara Arte de la Nobleza celebró la Canonización del Señor San Luis Bertrán, Valencia, 1674. En nuestros días se ha publicado Verdadera relación de la Vida y Muerte del P. Fr. Luis Bertran, de bienaventurada memoria copilada por el maestro Fr. Vicente Justiniano Antist, fiel reproducción de la edición hecha en Zaragoza en 1583 con las Adiciones del mismo autor, complementada con un Suplemento del mayor interés, Valencia, 1882. En Francia se han publicado varias historias de nuestro santo, siendo la mejor la de Fr. Juan Bautista Feuillet (París, 1671), y en nuestros días ha salido á luz en Inglaterra The Life of St. Lewis Bertrand, friar Preacher of the Order of St. Dominic, and Apostle of New Granada, por Fr. Bertrand Wilberforce, religioso de la misma Orden, Londres, 1882, obra docta y concienzuda.

(1) Cuando entró en Valencia Suchet, los dominicos, calificados de patriotas, fueron muy perseguidos: la mayor parte de la comunidad fué llevada prisionera á Francia y cruelmente tratada; el convento, destinado á cuartel y parque, sufrió mucho; fueron arrasados un cuerpo de edificio que contenía cincuenta celdas para los religiosos y el del noviciado, destrozado el antiguo claustro y desmochada la torre. Véase Historia de la provincia de Aragón, Orden de Predicadores, desde el año 1809 hasta el de 1818, por el P. M. Fr. Mariano Rais y el P. L. Fray Luís Navarro, de dicha provincia, Zaragoza, 1819. Este padre Navarro fué de los religiosos conducidos á Francia, y escribía un diario de su cautiverio, que no llegó á concluir. Consérvase ms. en la bibliot. de D. José Enrique Serrano, como también muchas poesías suyas, patrióticas y religiosas algunas de ellas, obras festivas, eróticas y bastante profanas. De los frailes prisioneros, fueron fusilados cinco, al llegar á Sagunto: Fr. Pedro Pascual Rubert, provincial de la Merced; Fr. José de Jérica, guardián de Capuchinos; y tres dominicos, Fr. Gabriel Pichó, Fr. Faustino Igual y Fr. Vicente Bonet. Publicáronse unas Memorias históricas de la Vida y Muerte de estos cinco religiosos, mártires de la patria, en Valencia, 1813, sin nombre de autor.

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en la boca; encima, un ático, que abriga en otras hornacinas las figuras de aquel Santo, de San Vicente Ferrer y San Luís Bertrán, y á los lados, las armas reales repetidas y labradas en el muro. Obra es ésta de fines del siglo xvi (1) y de gusto del renacimiento, aún no tocada de churriguerismo; pero de muy tosca labor en la parte escultural. Á continuación de la fachada de la iglesia, extiéndese la del convento, sobre la cual ondea la bandera española, anunciando la residencia de la autoridad militar. Sus despejados balcones, sus pilastras y cornisas, el ático que adorna el cuerpo central, y los jarrones que lo coronan, dan á este edificio algo de ostentoso y de profano. Construído en los últimos tiempos de la enriquecida comunidad, más parece palacio que monasterio. Contaban nuestros padres que hubo empeñada contienda entre los frailes machuchos y los novatos sobre esta obra. Querían sujetarla los primeros á la antigua severidad monástica; optaban los mozos por la arquitectura fastuosa á la moderna. Ganaron éstos la votación, y quedaron los otros tan contrariados, que al salir del convento, ó al volver á él, echábanse á los ojos la capilla por no ver el profano frontispicio de su casa. En el punto de unión de ambas fachadas se levanta la torre cuadrada del campanario, desmochado ahora.

Entremos por el portal de la iglesia: da á un patio claustral, con sencillas columnas dóricas y arcos de medio punto. Á la derecha, está la puerta de la Capilla de los Reyes, con los escudos reales de Aragón, Sicilia y Jerusalén, labrados en piedra y coloridos; á la izquierda, estaba la de la capilla de la Soledad (hoy destruída), y que por tener en ella su cofradía la nobleza valenciana, llamábase de los Caballeros; al fondo, se abre todavía la

(1) Dice el licenciado B. Porreño, en su libro Dichos y hechos del Señor Rey Don Felipe II, que este monarca dió mil ducados para la portada de la iglesia, «y como tenía tanto voto en cosas de arquitectura, hizo el plano para que lo ejecutaran los frailes.» Confirma la noticia un memorial que éstos dirigieron á Felipe V. El P. Sala (que terminó su ms. en 1608) dice en él que se estaba construyendo la

fachada.

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verdad; pero que no era más que pequeña parte de la antigua

iglesia. Esta capilla, dedicada á San Vicente, y otra, de iguales proporciones, que se extendía á mano izquierda, formaban un suntuoso crucero, á los pies de la nave principal; otras capillas, de igual riqueza, como la de San Luís Bertrán, donde se guardaba en urna de plata el cuerpo de este santo (1), abríanse también en aquella espaciosa nave. El altar mayor era un inmenso retablo churrigueresco, con la imagen de Santo Domingo, rodeada de ángeles y serafines (2): en el presbi terio estaba el coro de los frailes, con triple fila de asientos, y dentro de él, á cada lado del altar mayor, había tres capillitas, donde tenían enterramiento familias ilustres de Valencia coetáneas de la reconquista (3). Destruyóse casi todo el templo, para convertirlo en cuartel, y hoy sólo dan idea incompleta de su grandeza, las dos capillas de San Vicente y de los Reyes, restos interesantes de épocas muy distintas, y ejemplares preciosos de muy diversos órdenes arquitectónicos. La capilla de San Vicente, construída en 1460, pocos años después de la canonización del Santo, fué prolongada y restaurada en el siglo pasado (1772-81).

(1) Esta urna se envió á Ibiza, con el tesoro del convento, al acercarse los franceses, y el gobierno se incautó de ella y la convirtió en moneda. En esta capilla estaban también los suntuosos sepulcros de dos religiosos del convento que alcanzaron título de Venerables, fray Domingo Anadón y fray Juan Micó. Los restos de estos dos insignes dominicos fueron trasladados, después de la exclaustración, al panteón de los marqueses de Zenete, en la capilla de los Reyes del mismo convento (de la cual hablaré luego). Las estatuas yacentes de ambos Venerables, esculpidas en mármol blanco y mármol negro, están en el Museo Provincial, y son obras de buen carácter. Fr. Juan Micó, hijo de Palomar, floreció en el siglo XVI y fué dominico ilustre y muy docto, cuyas obras teológicas pueden verse citadas en la Biblioteca de Ximeno. De sus manos recibió el hábito San Luís Bertrán. Respecto al Venerable Anadón, véase Compendio de la vida y virtudes del V. Padre Fr. Domingo Anadon, portero y limosnero mayor del convento insigne de Predicadores de Valencia, por el M. Fr. Serafín Thomás Miguel, Valencia, 1716.

(2) En el sagrario de este altar estaba un hermoso Salvador de Joanes, que se conserva en el Museo del Carmen.

(3) Las familias de Castellví, Pardo de la Casta, Montpalaos (barones de Gestalgar), Ixarchs, Ruiz de Lihori (barones de Alcahalí), y Santa Pau. Entre las familias notables que tenían enterramientos en otras capillas del monasterio, figuraba la de Montaner, en cuyo vas estaba sepultado el famoso historiador de este apellido.

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