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Leyes mosaicas, religiosas y morales, comparadas á las de los demas pueblos antiguos.

Nuestras

uestras leyes rituales, señor, no son las únicas que habeis atacado en vuestras obras; porque vuestras reconvenciones se extienden á todo el cuerpo entero de la legislacion mosaica.

Fijemos pues nuestra atencion sobre las demas partes de esta legislacion, que se ha hecho tan sin fundamento el objeto de vuestras censuras. Una rápida ojeada bastará para convenceros, que solo no habiéndola conocido nunca, ó llevando al último grado la injusticia, se la puede acusar, como vos haceis, de absurdidad y de barbárie. Reconocereis que ya se consideren sus leyes religiosas y morales, ó las ordenanzas civiles, militares y políticas, la equidad, la humanidad, la sabiduría brillan allí por tódas partes; y acaso tendreis algun pesar en haberos dejado llevar con tanta ligereza á tan injustas reconvenciones. Este es el efecto que debe naturalmente producir en un al

ma honrada, la cɔmparación que vamos á hacer de nuestras leyes con las de los pueblos mas celebrados.

Empecemos por nuestras leyes religiosas y morales (1).

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§. 1.9

Leyes judías, religiosas y morales.

Hay un Dios, dice el Código hebréo, y no hay mas que un solo Dios. Este Dios merece ser adorado él solo. Ser supremo, orígen necesario de todos los seres, al que ningun otro es comparable. Espíritu puro, inmenso, y que no puede representarse con ninguna forma corporal (2). El ha criado el universo con solo su poder; lo gobierna con su sabiduría, y arregla todos sus acontecimientos con su providencia. Nada se escapa á su vista vigilante; todos los bienes y los males salen de su equitativa mano; y como de él viene todo, á él hay que atribuírselo todo.

Hay instituidos Ministros para su culto, y establecidas oblaciones y sacrificios; pero toda esta pompa no es nada á sus ojos, si no va animada con los sentimientos del corazon. El culto que exige antes de todos, y sobre todos, es la confesion de nuestra dependencia absoluta, y de su dominio supremo, el agradecimiento á sus beneficios, la confianza en sus misericordias, el temor, y el amor. Yo soy el que es ; no tendrás otro Dios mas que á mí; no te harás simulacros para adorarlos; adorarás al Señor, no servirás mas que á él; amarás al Eterno tu Dios con todo tu corazon, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas (3); idéas verdaderas, sublimes, y que distinguen eminentemente al Legislador Judío de todos los legisladores antiguos.

¡Qué pureza, qué belleza en su moral! ¿Hay un vi cio que no esté por ella severamente condenado? No basta que estén prohibidas las acciones, aun los mismos deseos lo están tambien : tú no codiciarás (4): no solamente exige una equidad perfecta, una probidad sin tacha, la fidelidad, la rectitud, la honradéz mas exacta ; sino que seamos humanos, compasivos, caritativos, dispuestos á

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hacer á los demas todo el bien que quisiéramos nos hiciesen á nosotros mismos. Amarás á tu prógimo como á tí mismo (5). En una palabra, todo lo que puede hacer al hombre apreciable á sus propios ojos y querido de sus semejantes, todo lo que puede asegurar el descanso y la felicidad de la sociedad está puesto allí en el rango de los deberes,

¿Y deberá causar' admiracion que Moysés mismo lleno de asombro al considerar la excelencia de estas leyes exclamase con trasporte: ¡O Israël! cuál es la nacion tan sábia y tan ilustrada, que tenga tan bellas ordenanzas y estatutos tan justos como los que yo he propuesto en este dia (6)?

§. 2.9 Comparacion de estas leyes con las de los pueblos antiguos.

¿Dónde hallaréis, señor, en toda la antigüedad instituciones religiosas mas puras, y preceptos morales mas conformes á los sentimientos de la naturaleza, á las luces de la razon, y á las reglas sagradas de la decencia de la virtud?

y

Recordad las leyes de las naciones mas célebres: ¡ qué falsas y aëreas idéas de la divinidad! ¡ qué objetos de adoracion! ¡qué de ritos extravagantes, impuros y crueJes! ¡qué de opiniones impías, de desórdenes vergonzosos, de usos atroces autorizados ó tolerados por esas legislaciones tan célebres! Desde los astros que nos iluminan hasta las plantas de nuestros jardines, desde el hombre célebre por sus talentos ó por sus crímenes hasta el réptil venenoso que arrastra sobre la hierba (7), todo tiene adoradores. Aquí el pudor es sacrificado en los templos; allí la sangre humana corre sobre los altares, y las mas caras víctimas expiran en las llamas que la supersticion enciende (8): mas léjos la naturaleza se vé utrajada por amores brutales, y la humanidad envilecida por indignos y bárbaros tratamientos: por todas partes el pueblo en una horrorosa ignorancia, y los filósofos en el error ó en la duda (9). Corramos un velo sobre este humi

Ilante cuadro de la ceguedad de los hombres, que otros muchos han delineado ántes que nosotros.

... Pero apartando la vista de esos aflictivos objetos, séa-nos permitido preguntaros, ¿por qué ha habido tantos extravíos en pueblos tan sábios y tanta sabiduría entre los bárbaros é ignorantes Hebréos? Nada mas sino porque todas las demas naciones no tenian otra guía que la débil y temerosa luz de la razon humana, y entre los Hebréos una razon superior habia iluminado sus tinieblas, y fijado sus incertidumbres.

No insistirémos mas, señor, sobre nuestras leyes religiosas y morales; son demasiado conocidas, y su superioridad sobre todas las legislaciones antiguas bien.... marcada para que haya necesidad de entrar en mayores detalles.

Somos con respeto, &c.

CARTA SEGUNDA.

De las leyes políticas de Moyses.

Estas leyes, señor, no nos son perfectamente conocidas, lo confesamos; pero lo que de ellas se descubre en la compendiada relacion de nuestra historia basta para dar una alta idéa del Legislador, y del plan de gobierno que habia concebido.

S. 19

Plán de gobierno trazado por Moysés.

A la cabeza de este gobierno veo yo al Soberano mas digno de una obediencia ciega: á Dios mismo es á quien allí se adora.

Este Dios, Señor del Universo, pero elegido rey de Israël por la eleccion unánime y voluntaria de un pueblo que le debia su libertad y sus bienes, tiene su córte en medio de ellos. Los hijos de Leví son sus oficiales y sus guardas, el tabernáculo su palacio. Allí explica sus le· yes, dá sus órdenes, y decide de la paz, y de la guerra.

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