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en las Memorias de D. Rafael Floranes, en el Elogio de Isabel la Católica de Clemencin, en la Biblioteca de libros raros de Gallardo, en los escritos de Laserna, Montalban, y Pacheco y en la Biblioteca juridica de Fernandez Llamazares: he exami– nado detenidamente las bibliotecas públicas de Madrid, y muchas particulares de letrados y estudiosos, como se verá en las citas de las ediciones encontradas; habiendo estrañado mucho, que en la del ilustre colegio de abogados, solo haya dos libros, comunísimos, del mas famoso de los jurisconsultos.

Tambien he hecho reconocer las bibliotecas de Sevilla, Toledo, Salamanca, Zamora, Valladolid, Coimbra y otras poblaciones, empeñado en conocer positivamente cuantas estampaciones se conservan de tan fecundo autor: porque ademas de interesarme esa prolijidad para la vida del señor de esta historia, considero el asunto de grande estima para la literatura, así en la parte jurídica, como en la tipográfica; pues las obras de MONTALVO, publicadas en la cuna de la imprenta, ofrecen curiosos pormenores bibliográficos y han llegado á ser tan raras y difíciles de hallar, que de alguna no se encuentran mas de tres ó cuatro ejemplares.

He logrado ver por mí mismo la mayor parte de las impresiones, de las que doy segura reseña: de otras me garantizan personas de confianza, que las tuvieron en sus manos, siendo las menos las que cito por referencia de inseguro orígen.

Además de las diez y seis ilustraciones, que

van en el Apéndice, pongo un árbol genealógico de la familia de MONTALVO; un croquis de la ciudad de Huete, en que se ven las casas, que fueron suyas, señaladas A y B; el facsimile de su firma; el sello que ponia en los documentos; la planta de la iglesia arruinada de San Francisco, en que fué enterrado; y el dibujo de la lápida sepulcral, en que resalta su estátua yacente.

Mucho les queda que hacer á los que en adelante se ocupen de este asunto: grandes correcciones y adiciones podrán hacer á mi trabajo, tan primordial como los del protagonista, y ejecutado en un campo sin desbrozar: con todo, me atrevo á esperar de su indulgencia, que estimen en algo mi esfuerzo, siquiera no les sirva de otra cosa, que de sendero abierto por un atrevido gastador, de itinerario para mejor esplorar el terreno, de indicador de lo que queda sin reconocer.

Juzguen los doctos como quieran este escrito, puedo asegurarles, valiéndome de una frase del mayor de nuestros ingenios, que la obra presente <«<mas tiene su fuerza en la verdad, que en las frias descripciones. >>

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NOTICIAS

DEL DOCTOR

ALONSO DIAZ DE MONTALVO.

I.

Reseña biográfica.

Hácia el año undécimo del siglo VIII un ejército numeroso de africanos cruza el estrecho de Gibraltar, desembarca sin oposicion en nuestras costas, derrota á las tropas godas en las riberas del Guadalete, y en poco tiempo, como si paseara militarmente, se apodera de la mayor parte de España. Este cambio brusco produce graves y fatales consecuencias, dominacion extrangera, usurpaciones, violencias, muertes y general abatimiento: y sin embargo se echa de ver muy luego, que se mejora en muchos ramos la administracion y gobierno del país.

Suceso tan extraordinario sorprende á todo el mundo: la imaginacion abismada y el amor patrio humillado buscan explicacion á lo que parece incomprensible; pero antes que reconocer faltas propias, causas generales y obvias, se piensa en hallar un criminal, que cargue con la vergüenza. De aquí la defeccion de los hijos de Witiza, el estupro de la Caba, la traicion del conde D. Julian y otras apreciaciones, en que, no

ya la voz vulgar, ni aun la crítica de los historiadores, ha podido estar de acuerdo. Siempre la humanidad ha soñado en arcanos y misterios, que la disculpen, en vez de reconocer las consecuencias naturales de sus estravíos. ¡Cómo si no fuera mas fácil y sencillo confesar nuestra decadencia y debilidad!

La presteza con que los árabes se enseñorearon de la Península y la lentitud con que la fueron recobrando los españoles, revelan claramente la superioridad que los sarracenos tenian por entonces sobre los godos: superioridad en saber, en medios, en actividad, en costumbres, en caudillos, en casi todo. Y si corriendo el tiempo, llegaron los dominados á sacudir el yugo del conquistador, debido fué el suceso feliz á las mismas causas que produjeron el infausto: leyes constantes reflejadas en los anales del mundo y en las crónicas particulares de cada nacion, por mas que algunos no aprendan la leccion de la historia ó quieran leer en ella lo que ciertamente no dice.

Relajados los musulmanes con el abuso de las riquezas, la sensualidad y otros vicios; divididos y envidiosos hasta el punto de que cada soldado desenvuelto queria hacerse gefe, cada favorita aspiraba á sultana y todo caudillo pretendia ser emir, les faltaron los antiguos brios y la superioridad, á que debieron la victoria. Todo lo que ellos perdieron con sus malas pasiones, lo ganaron en virtudes los cristianos, aleccionados en el infortunio y recobrados mediante algunas ventajas: que la necesidad estrema es gran maestro y la mejor esperanza del desquite es la que proporciona al vencido el alcanzar un triunfo, al primer vuelco de la fortuna. Inflamados de patriotismo nuestros mayores, á la voz de santos prelados, que ostentaban la bandera de la cruz en consorcio y al amparo del estandarte de los reyes, fueron recobrando paso á paso

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