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gos. Pero aunque los he visto conjuntamente encuadernados con las Ordenanzas de MONTALVO en muchos volúmenes de bibliotecas públicas y de particulares jurisconsultos, no me atrevo á asegurar el hecho de la identidad de autor, por tan débiles conjeturas.

Aquí tiene el lector cuanto he llegado á recojer, cuanto sé y pienso respecto de los escritos de mi protagonista: que si no es todo lo que convenia y pudiera esperarse, es ciertamente bastante respecto de lo hasta aquí dado á luz. Ninguno de los que del asunto han tratado, ni todos ellos juntos, contienen igual copia de obras de MONTALVO ni tantos datos sobre sus multiplicadas ediciones. Queda aun mucho por averiguar, que yo no he podido saber; pero los que de refresco emprendan la tarea, contando con lo ya hecho, podrán adelantar en ella, ilustrando la historia de nuestra jurisprudencia.

III.

Juicio critico.

He referido en la primera parte los sucesos, actos y vicisitudes de la vida del DoCTOR ALONSO DIAZ DE MONTALVO, que se saben con certeza, y lo que, no bien averiguado, puede tenerse por probable: despues he manifestado en la segunda seccion cuanto consta ó puede deducirse de sus volúmenes escritos, tantas veces reimpresos: tócame en el tercer período de estas Noticias el discurrir acerca del hombre y de sus obras, esponiendo en resúmen sintético, lo que de todos los datos se deduce, lo que en buena lógica cabe pensar del mérito, condiciones, carácter, virtudes y defectos del personage, que he intentado retratar. Como este juicio crítico lo hago á continuacion de todos los antecedentes obtenidos, queda al arbitrio del lector y á su sana conciencia, el aceptar mis apreciaciones, el corregirlas, ó el desecharlas; supuesto que no hablo de memoria, ni apasionadamente, sino anticipando al público los fundamentos en que me apoyo.

He manifestado, que no existe retrato alguno de nuestro protagonista, ó que no han alcanzado á hallarlo mis esquisitas diligencias en los puntos en donde debiera estar; sea que nunca le hubo, sea que se perdiese. Lo primero parece mas creible, atendida la escasez de cuadros de este género, que se pintaban entonces. Nos vemos, por tanto, forzados á recurrir á la única efigie conocida de su persona, al alto relieve de mármol, que representa la estátua yacente sobre la losa de su sepulcro: y reconociendo la diferencia que hay de esta escultura póstuma y fria á un retrato tomado del natural vivo, algo puede haber de parecido,

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pues que debió procurarlo un artista no vulgar, que ejecutó la obra, acaso de real órden, á poco de haber fallecido el personaje.

Segun este dato, único disponible, MONTALVO era de estatura mediana, miembros robustos y bien conformados, rostro agraciado y oblongo, cabellera poblada y ojos grandes, que aunque apagados por el tiempo y el trabajo, debieron ser espresivos, lumbreras de una alma enérgica.

Con tales condiciones físicas debia coincidir un temperamento orgánico vigoroso, de que son además indicio la firmeza de su pulso, sus tres enlaces matrimoniales, edad longeva, y vida laboriosísima: sin que en sus últimos dias tuviese otra señal marcada de debilidad, que la escasez de vista; pues que en sus espansiones únicamente se duele de los achaques generales de la decrepitud, sin particularizar aje alguno. «Considerando, decia en sus últimos años, que mi »vigor corporal está enfermo de vejez:» prueba de que no debia quejarse de defecto ó padecimiento alguno especial. Aparece pues de su relato, que iba sintiendo el fin próximo, como la lámpara á que falta el aceite, ó como el relój á que se acaba la cuerda. Diriase, por tales antecedentes, que no murió de enfermedad propiamente dicha, sino de vejez, por inercia del pulmon ó reblandecimiento del celebro: mas bien que morir, se le acabó la vida.

Para llegar en semejante estado á cerca de cien años parece indispensable, que á la buena organizacion y temperamento naturales, acompañase un escelente régimen en todo y para todo: moderacion en comer y beber, gimnasia membral con ejercicio diario, dominio de las pasiones, tranquilidad de conciencia, genio pacífico, sin ambiciones irrealizables ó impacientes. Así es que, dejándose llevar de la fortuna,

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