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sus tierras y hogares, hasta lanzar de España la morisma.

Mas no fué ese el único mejoramiento alcanzado en tan largas y terribles guerras; sino que ganando con ellas el poder supremo una fuerza y prestigio, que no habia tenido antes, pudo dominar las ambiciones de particulares poderosos, sujetar á los díscolos, estinguir los antiguos bandos, y reconstituir en una grande monarquía nuestros despedazados reinos y señoríos; pero volvamos hácia atrás.

El tercero rey de Astúrias, Alfonso I, apellidado el Católico, llegó en el mismo siglo VIII con sus embestidas sobre los moros, hasta el corazon de Castilla, ganándoles varios pueblos, entre ellos el de Arévalo. Empero no teniendo al principio la restauracion fuerzas suficientes para retener lo ganado, volvian los árabes á ocupar el terreno perdido y las ciudades y villas fronterizas eran alternativamente presa de unos y de otros contendientes. Por eso he rectificado el hecho de que en la primera reconquista de Arévalo del año 750 no se establecieron allí las familias cristianas, que mas adelante dieron lustre á la poblacion. Hasta la ganancia de Toledo, en el siglo XI, puede decirse que no tomó la lucha el carácter consistente y decisivo de defensa nacional.

Entre los reyes mas batalladores contra los musulmanes descuella Alonso VI de Castilla, que á poco de ocupar la ciudad imperial adquirió definitivamente la villa de Arévalo, en 1088. Ayudaronle en esta empresa Fernan Martinez de Montalvo (1) y otros cinco caballeros, que venian en su servicio, y al repoblarse

(1) Viniendo el apellido Montalvo de Monte blanco debia escribirse con b; pero sea por el menor uso que se hacia de esta letra en lo antiguo, como lo persuaden las primeras fundicio

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la villa conquistada, los seis adalides fueron cabeza de otras tantas casas solariegas de la poblacion, ilustres durante muchos siglos, Diazes, Montalvos, Briceños, Verdugos, Sedanos y Tapias.

Solian ser aquellos monarcas generosos con sus servidores: que el cargo de rey es dado de suyo á la liberalidad, y el papel de conquistador ofrece coyuntura para disponer francamente de lo propio y de lo

ageno.

Remuneró Don Alonso á Fernan Martinez de Montalvo, dándole, entre otras cosas, la guarda de la puente llana, esto es, no fortificada, sobre el rio Arevalillo, que debia ser una de las tres que se conservan, llamadas de Madera, de los Barros y de Medina, inclinándome á creer que fué esta última.

Las riquezas que en tiempos tranquilos se ganan con un trabajo inteligente y asiduo, afluyen por la fuerza de las cosas en tiempos revueltos á los capitanes y guerreros, que todo lo mandan, dominan y abasallan: y como lo adquirido por la violencia suele suscitar mas adelante escrúpulos y remordimientos; á las épocas de usurpacion subsiguen las de misticismo, de devocion y de fundaciones, medio ideado para las restituciones difíciles: ofrecer á Dios lo usurpado al prójimo.

A los acaudalados descendientes de Fernan se debió la ereccion de la parroquia de San Miguel Arcángel, que aun llama la atencion de los viageros por sus grandes y atrevidos arcos; y á la misma rama puede

nes tipográficas, ó sea por otra causa, lo escribieron con los interesados, y á esta ortografía me atengo, respetando la tiranía del uso, que ha cambiado Riva por Riba, Rivera por Ribera, Alva por Alba, Vernal por Bernal, etc, etc., faltando á las reglas de la etimología.

pertenecer otro recuerdo, que ha durado hasta nuestros dias, el exconvento de monjas franciscas, que llevaba el título de Santa Isabel de Montalvas.

Procedente de esta familia hidalga fué Gonzalo Diaz de Montalvo, que á la conclusion del siglo XIV y comienzo del siguiente residia en Arévalo, de profesion jurisconsulto.

Allí tuvo tres hijos, llamados Francisco, Juan y ALFONSO; y como fué esta la cuna del luego conquense personage y de sus deudos, ni se estrañará como he ordenado el itinerario de mi introduccion para llegar á Arévalo, ni se llevará á mal, que diga algunas palabras de su pátria, que no estarán de sobra para esplicar algunos puntos de la presente biografía. Sacamos mucho de la tierra en que nacemos, é influyen sobre nuestro sér su atmósfera y sus habitantes.

La villa de Arévalo está situada en las llanuras estensas de Castilla la Vieja, á la parte septentrional de la provincia de Avila y de su obispado, casi aislada entre las márgenes de dos rios, el Arevalillo, que cerca de ella confluye en el Adaja, el cual va luego á aumentar el caudal del Duero. Fué en lo antiguo cabezera de su comunidad y tierra, con 57 villas y lugares dependientes; y ahora es cabeza de partido y de arciprestazgo. Tuvo gran vecindad y mayor estension, cual lo indican las ruinas de alrededor: hoy segun el último censo, cuenta 3.538 habitantes, entre ellos 32 extrangeros establecidos, con 857 edificios, los 342 de dos pisos y 90 de tres y mas; generalmente bien construidos y bastantes notables. Estuvo cercada de murallas de que quedan restos, así como de su fuerte castillo, que aun denominan La Fortaleza, con cuyas defensas y numerosos moradores tuvo importancia grande en los sucesos militares y políticos, como lo acredita el proverbio vulgar que decia:

Quien de Castilla Señor quisiere ser

A Olmedo y Arévalo de su parte ha de tener.

Y en efecto sus caballeros y naturales, animosos y resueltos, se dieron á tomar parte muchas veces en las revueltas de aquellos inquietos tiempos, ora en favor de los reyes, ora ayudando á las parcialidades rebeldes. Estos hechos y la mucha nobleza que la habitaba le valieron el dictado de noble villa.

Arévalo tiene ocho parroquias, y hubo en ella cinco conventos de frailes y cuatro de monjas, tres de estos y uno de aquellos de la órden seráfica de San Francisco. Conserva recuerdos de su riqueza industrial y comercial en las fábricas de curtidos y de harinas y en las relaciones mercantiles con las ciudades y pueblos que están en derredor: Avila, Segovia, Olmedo, Madrigal, Medina del Campo y Valladolid. La influencia que le dió en la comarca la frecuente residencia de reyes, príncipes, y magnates no la ha perdido del todo: y el espíritu semiciudadano y los humos casi de Corte de los antiguos moradores lo retienen los actuales, vestido á la moderna, con su actividad y con su arrojo.

Sin embargo, á pesar de sostener buenas escuelas, llegan á 2.040 las personas que no saben leer ni escribir, porque la codicia de los padres utiliza el trabajo de los niños en vez de mandarlos á educar.

Los alrededores de la villa son alegres cuanto cabe, por los paseos, casas de recreo y huertas y alamedas que los pueblan, especialmente en ambas riberas, que cuentan además con artefactos de molinos harineros. La cosecha principal es la de trigo de buena calidad, tan abundante siempre en aquellas campiñas, que el pósito de Madrid tenia allí copioso almacen de granos para el surtido de la Corte. Disfruta de una buena es

tacion en el Ferro-carril del Norte, á 24 kilómetros de Avila, y 97 de Valladolid, y tiene tambien excelentes carreteras y caminos vecinales para los lugares de su redonda.

Gonzalo Diaz de Montalvo cesó de residir en Arévalo al principio del siglo XV, empleado, á lo que parece, en cargos públicos de justicia y hacienda; pues muy luego le encontramos establecido en la provincia de Cuenca, acompañado de sus tres hijos. Del Francisco y del Juan solo sabemos que fueron criados del Rey, de los llamados continos, como si dijeramos ugieres de la casa real; por cuya razon diremos poco de ellos. El que mas importa á nuestra historia es su tercer hermano de quien vamos á ocuparnos.

ALFON, ALFONSO Ó ALONSO DIAZ DE MONTALVo nació en la noble villa de Arévalo hacia el año de 1405; el mismo en que el príncipe y luego rey D. Juan II, vió la luz en el convento de dominicos de San Elifonso de la ciudad de Toro.

No estrañe el lector que los reyes estuviesen alojados en un monasterio y que Doña Catalina de Alencastre quisiese salir de su embarazo dentro de una casa de religion, en aquel tiempo devoto: que si en el nuestro venian al palacio real las reliquias é imágenes y pilas de los conventos mas ó menos distantes, en épocas de nacimiento de los príncipes; entonces iban los reyes á buscarlos donde estaban, y á gozarlos, como si dijeramos de primera mano. ¿Quién sabe si la igualdad de edad, la cercanía de la pátria y otras coincidencias pudieron influir en establecer relaciones, que luego aparecen, entre el nuevo monarca y su jurisconsulto de confianza?

De corta edad vemos ya á D. ALONSO en la ciudad de Huete en compañía de su padre, que tenia allí casa y hacienda y donde tambien residian sus hermanos;

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