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querrer per lo qual vos sera liurada et no en menor espay et temps que fora per un correu. Placia a vostres reverencies nobleses et honorables savieses ço que plaent los sia. Scrita en la vila de Casp dimarts la novena hora a XXVIII de juny sotscrita de nostres propries mans et sagellada ab lo segell del reverent bisbe Durgell.-Vench lo senyor comte de Cardona huy hora de prima ans que començassen loffici.-Ego Galcerandus episcopus Urgellensis.-Ego Franciscus episcopus Barchinone.-Johan comte de Cardona.-Ego Johanes Dezpla.-Johan de Lopia senyor de Bages.Pere Grimau.»>

SESIÓN DEL DÍA 30

Se acordó dar una gratificación de seiscientos florines à Melchor de Gualbes, y otra de cuatrocientos á Berenguer Esquerrer, por haber sido los que trajeron de Caspe la noticia de la elección de D. Fernando.

Tienen la palabra los que todavía ponderan el disgusto con que fué recibida de los catalanes la elección de Fernando.

CAPÍTULO V Y ÚLTIMO

CONSECUENCIAS POLÍTICAS DEL FALLO DE CASPE

hay que escuchar á los enemigos del Compromiso, no parece sino que con la venida de Fernando de Antequera se cierra la edad de oro de nuestra historia; que con él termina la era de feliz libertad de que gozaban nuestros mayores; y que empieza una época de despotismo feroz, de violaciones de fueros y Constituciones, de atropellos y otras violencias desconocidas hasta entonces en la Corona de Aragón. Según tales escritores, los reyes de la rama varonil catalana habían sido para sus Estados, padres tiernos, reyes respetuosos y complacientes, que nunca habían intentado siquiera poner mano sobre aquellos fueros y Constituciones que reprimían y ponían trabas á su autoridad real. En cambio, los reyes de la rama femenina, imbuidos de las

doctrinas que sobre la realeza profesaban los castellanos; informados además, por el carácter dominador propio de su raza, no vinieron á nuestras tierras sino para destruir y pisotear nuestras libertades, levantando sobre sus ruinas el trono de la tiranía y el despotismo.

El Sr. Aulestia, en el lugar correspondiente de su Historia de Catalunya, ha condensado así tales acusaciones: «Con Fer>>nando de Antequera comienza en la Con»>federación, la dinastía castellana, que ha >>de durar un siglo, el xv... Durante aquella >>centuria se inicia y va aumentando la de>>cadencia de la Confederación y la de las »>instituciones políticas populares en sus es>>tados; siendo la causa primordial de seme»jante decadencia el estar acostumbrados los »nuevos reyes al absolutismo que dominaba en >>los estados centrales de la península.»

Desvanecer esta leyenda por medio de atinadas reflexiones de profundos escritores, creeríalo trabajo inútil; mas poner ante los ojos de mis lectores el cuadro que la Historia nos muestra de una y otra dominación, créolo trabajo provechoso, pues el

espíritu más prevenido ha de rendirse á la evidencia de los datos.

Digamos desde luego, que tan falsa es la leyenda de oro de nuestros Reyes catalanes, como la negra leyenda de los Reyes de castellana alcurnia. Por natural condición humana, el rey, que en los primeros tiempos de la Reconquista había empezado por ser primus inter pares, el primero entre los caudillos que iban desalojando de su patria á la Morisma, y que con ellos estaba ligado con lazos de compañerismo, y de ellos necesitaba para mantenerse en sus propias posesiones; poco a poco, á medida que iba extendiéndose su autoridad á más dilatadas tierras, y empezaban á surgir nuevos pueblos que se acogían á su amparo, ó que à él acudían para pedirle privilegios á cambio de servicios que se comprometian á prestarle; iba encontrándose en posición más elevada, y con mayor dominio sobre cuantos nobles le rodeaban.

Por su parte, los nobles de aquellos tiempos, endurecidos en las fatigas de la guerra y desmoralizados por ella; orgullosos con su título de conquistadores, oprimían la tie

rra y forcejaban por mantenerse á la altura del Rey, á quien veían encumbrarse cada día más sobre ellos. La lucha de la Nobleza con la Realeza es común á todos los Estados españoles de aquellas épocas. En esta lucha el Rey contaba moralmente con su autoridad; pero materialmente, le convenía contar además con gentes fieles que le ayudasen á domeñar la Nobleza. De ahí la compenetración que en todas partes se observa entre el elemento popular y el Real: éste necesita de aquél para hacer frente á las insolencias de la Nobleza; como aquél necesita de éste para ponerse al abrigo de las violencias de los nobles. De estos mútuos servicios nacieron los privilegios que gozaron las ciudades puestas directa y exclusivamente bajo la jurisdicción Real, y el prestigio y fuerza del Rey para enfrenar la Nobleza.

Una serie secular de Reyes que puestos en tales circunstancias, gobiernan sus Estados patriarcalmente; y unos Estados, en cuya composición entran, como hemos visto, tan opuestos elementos, y que, sin embargo, viven dócil y suavemente sometidos

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