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esplendor este hecho, único en la historia de las naciones; y se verá claramente con cuanta razón lo tuvieron Zurita y Abarca por grande y maravilloso, por semejante á milagro Mariana, y que fué inspirado vidente el noble Vizconde de Rocabertí al exclamar que «aquest fet molt loable et digne de gran memo»ria no sens rahó resplandirá et illuminará.. »per tot lo mon universal.»

CAPÍTULO II

DON JAIME DE ARAGÓN

A compasiva admiración que siempre excitaron en el corazón del hombre los grandes infortunios de los altos personajes dió en la antigüedad origen á un género literario que los griegos tuvieron por sublime, y es conocido de entonces con nombre de tragedia. Los personajes que en ella se presentan, no pueden ser en ningún caso víctimas de propios naturales defectos, que, al justificar lo que ellos llaman sus desdichas, destruirían todo el encanto que produce la lucha del hombre ideal contra una fuerza superior que le impele y arrastra al abismo ó le aplasta bajo su incontrastable planta.

Es menester que en el héroe aliente un espíritu gigante como el de Hamlet ó Machbet ó que una pasión avasalladora, impo

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nente, le envuelva y le lleve en sus alas de torbellino á las regiones llameantes del crimen, como á Medea y á Otelo. Entonces el héroe toma á los ojos atónitos del pueblo que le contempla, una especie de carácter divino que excluye de él cuantos defectos son propios de humana naturaleza; espléndida aureola de virtudes le circunda, é ilumina su frente la llama ardiente del genio. No de otra manera concibe el pueblo á aquellos personajes históricos que fueron aun más célebres por sus desdichas que por

su cuna ó sus hechos: María Stuart en Inglaterra, D. Alvaro de Luna y el gran Colón en España, no menos que el Príncipe de Viana en Cataluña, de ello son ejemplo harto notable. ¿Qué otra cosa podía suceder con D. Jaime de Urgel el Desdichado? Descendiente de los altos Reyes de Aragón, llamado á la corona, emparentado con las más ilustres casas reales de Europa, el Conde más poderoso que en su tiempo se conocía, viene á quedar reducido á la miseria y à terminar su vida en una cárcel, prisionero del rival que le quitó la corona. La fantasía popular encontró en él su héroe;

los historiadores de imaginación, el protagonista de una tragedia más que incluir en el gran libro de la Historia, donde tantas creaciones literarias están amenazadas de caer al filo del hacha crítica; una densa nube de incienso envolvió la soberbia figura que sobre el obscuro fondo del tiempo iba destacando la leyenda, y á poco desapareció el hombre de carne y hueso para dejar lugar al héroe de carácter divino, á quien la virtud y el genio coronan, si el hado adverso aniquila.

No otra significación tiene á mi ver, la dramática leyenda La Fi del Compte d' Urgell, invención sin duda, de algún escritor del tiempo de Juan II. Ella atestigua la idea que el pueblo se había formado del competidor de Fernando de Antequera, y tal idea ardientemente acogida por historiadores apasionados, en tiempo de revindicaciones catalanas contra intrusiones de Castilla, ha venido á ser dogma de fe para nuestros catalanistas que ciertamente no tienen obligación de saber más que los autores de historia de esta tierra.

Para unos y otros fué el de Urgel «no

>>ble y cumplido caballero,» adornado de superiores dotes de gobierno, valeroso, «pru»dente, justo, respetuoso con las leyes pa>>trias, amante del bienestar y tranquilidad » de Cataluña (Bofarull, t. V, 195, 2.o)», con derecho indiscutible à la corona y digno por todos conceptos de ceñirla como el más ilustre de sus antecesores, Jaime I, con quien «tenía no solo semejanza de nombre, >>sino además la de ser hijo de un Pedro, >>como aquél lo era; la de suceder á rey que >>no había nombrado sucesor, como le acon»teció á D. Jaime; entrar á reinar joven, >>como él, y como él encontrando compe>>>tencia; teniendo entre sus competidores >>un Fernando, como aquél lo tuvo; la de >>ser benigno como aquél; franco y genero>>so como aquél; sincero y leal como aquél; » de buena y elevada y bella figura, como »aquél; y como aquél, amante de la justicia »y abominador de toda intrusión y tiranía. »>(Carta al Parlamento de Barcelona en ale»gación de derechos.)» Mas, en opinión de ellos, todas estas cualidades obscurecía su fatal estrella, que le persiguió hasta la muerte. Don Martín le nombró gobernador ge

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