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»bondad y misericordia, le ha placido ilumi»nar, instruir y enderezar vuestros corazones »á tanta concordia, y bienandanza futura, no »solo de este Principado, tierras y reinos á la »>real corona sometidos, sino también de todo el »universo mundo; porque hecho tan laudable y »digno de memoria eterna, no sin razón res»plandecerá é iluminará. (Procesos de las An»tiguas Cortes, etc., t. III, pág. 163.)»

Así habló Cataluña entonces y así debe hablar ahora quien quiera que estime su patria, pues la posteridad ha confirmado el juicio que de aquellos egregios varones formó su siglo, y la Historia ha escrito en sus páginas con letras de oro, sus nombres.

Sin embargo, ya que de un trabajo vindicativo se trata, no me atendré tan sólo al fallo de la Historia, sino que, para desvanecer de una vez para siempre la base de la acusación de injustos y débiles que contra los Compromisarios se lanza maliciosa ó livianamente, consignaré con fuerte acopio de datos, las altas cualidades de los Nueve, y se verá que no es exagerado cuanto de ellos se ha dicho, ni desmesurado el ardiente elogio que trazó de ellos Blancas en sus Comentarios.

Fueron Jueces por Cataluña el arzobispo Çagarriga, hijo del Ampurdán, consejero que había sido del rey D. Martín y amigo de Benedicto XIII, quien lo había enviado de embajador á Bonifacio IX; mas apesar de tal amistad y de haber sido uno de los firmantes de la declaración de verdadero Papa en favor del de Luna, y de haberle éste nombrado su Legado para el Concilio de Pisa, en el que estuvo en 1409 con Bonifacio Ferrer, no votó en Caspe por el infante D. Fernando, quien no obstante, le amó mucho, le hizo su canciller, le dió en premio de sus servicios el castillo y villa de Ager, y aun para después de su muerte, le nombró Consejero de su hijo D. Alfonso. «El Episcopologio de Lérida (cuya mitra ha»bía ceñido) le llama peritisimo en ambos de»rechos y lleno de prudencia. (Villanueva: »Viaje. XX, 10).»

En segundo lugar se nombró á Guillén de Vallseca, «que en la opinión de todo el >> Principado era estimado sobre todos los >>hombres de letras de su profesión,»> como dice Zurita; en corroboración de cuyas palabras bastara decir, si no fuese tan cono

cida la autoridad de que aún hoy gozan las obras de este famoso jurisconsulto, que cuando en 1411 se discutió en el Parlamento catalán, quien debía presidirlo, se convino unánimamente atenerse al solo parecer de Vallseca. Con todo, no quiero renunciar á consignar á mayor abundamiento, que Blancas afirma que en la interpretación y comento de las leyes patrias fué tenido por admirable; y que Valla, quien durante el tiempo que estuvo en Cataluña pudo recoger viva la tradición oral de los barceloneses que habían tratado á Vallseca, dice que «<ni buscaba los favores de los grandes ni el >> aplauso de los humildes,» sino que ejercía su profesión con tal probidad, que «defendía >>muchas causas gratuitamente.»>

De Bernardo de Gualbes, que ocupó el tercer lugar, en representación de nuestras universidades, y que, como Vallseca, había ocupado alguna vez (1409) el cargo de Conceller de Barcelona, es de quién se conocen menos datos; sin embargo, tanto por los empleos que en distintas ocasiones obtuvo, como por habersele considerado digno de Çagarriga y Vallseca, se ha de creer

que fué, como asegura L. Valla, «erudito, »y en todo Cataluña reputado por tan pru>>>dente como justo.»

Aragón nombró en Alcañiz por comisión cometida al Justicia Mayor y al Gobernador general, para el primer grado al Presidente del Brazo eclesiástico, el célebre obispo de Huesca, D. Domingo Ram, á quien Zurita llama muy famoso letrado; Alfonso Chacón, vir doctrina clarus; el abad Carrillo, varón insigne en letras y prudencia, y el Maestro Argaiz, consumado en virtud y letras, y uno de los mejores jurisconsultos de su tiempo. (Véase Esp. Sag. t. 47 de Baranda.)

No fué obstáculo el parentesco a darle por compañero en representación del Brazo , militar, á su cuñado el noble D. Berenguer de Bardaxí, «antiquísimo caballero de las »Montañas, y á maravilla celebrado por su »juicio sabio y feliz, experiencia y valor (Abar>>ca, II parte de los Anales, 167 vl.to).» Lo que para los Parlamentos y Cortes de Cataluña era Vallseca, para los de Aragón éralo Bardaxí, «eruditísimo, dice Blancas, en »el Derecho civil y en las antiguas leyes ara

»gonesas;» «en las cuales, añade Valla, no re»cordaban los antiguos haber habido en toda »España jurisconsulto de mayor autoridad que »él, ni antes ni después;» juicio que ha confirmado en nuestros días D. Vicente de Lafuente.

D. Francés de Aranda (así llamado), fué el tercero que propuso Aragón; y ciertamente no podía escogerse hombre más popular en todo el Reino. De su saber y lealtad se habían aprovechado constantemente D. Juan I y D. Martín, y el Antipapa; de su bondad hablan muy alto sus caritativas fundaciones benéficas de Teruel; de su virtud fué testigo todo el Reino aragonés, cuando, renunciando honores y distinciones reales, riquezas y nobleza de familia, entró como humilde donado en la Cartuja de Porta cœli del reino de Valencia (1). De allí le habían sacado D. Martín y Benedicto XIII, y fuera de allí le retuvo el Parlamento de Aragón

(1) Fué en el altar de Santa Ana de nuestra ciudad donde hizo voto en tiempo de Juan I, de retirarse á la Cartuja, lo cual cumplió á 31 de enero de 1398 ingresando en Porta cali. (Tarin, monografía sobre esta Cartuja, pág. 271.)

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