Poesías originales de fray Luis de León, revisadas por Don Federico de Onís

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García Monge, 1920 - 113 páginas
 

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Página 21 - Qué descansada vida La del que huye el mundanal ruido, Y sigue la escondida Senda por donde han ido Los pocos sabios que en el mundo han sido ! Que no le enturbia el pecho De los soberbios grandes el estado, Ni del dorado techo Se admira fabricado Del sabio moro, en jaspes sustentado...
Página 33 - El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada. Salinas, cuando suena la música extremada por vuestra sabia mano gobernada.
Página 42 - Allí a mi vida junto, en luz resplandeciente convertido, veré distinto y junto lo que es y lo que ha sido, y su principio propio y escondido.
Página 68 - ¿Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo, escuro, con soledad y llanto; y tú, rompiendo el puro aire, te vas al inmortal seguro?
Página 92 - Aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado. Dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado, y con pobre mesa y casa en el campo deleitoso, con sólo Dios se compasa ya solas su vida pasa, ni envidiado ni envidioso.
Página 24 - A mí una pobrecilla mesa de amable paz bien abastada me baste, y la vajilla de fino oro labrada sea de quien la mar no teme airada. Y mientras miserablemente se están los otros abrasando con sed insaciable del no durable mando, tendido yo a la sombra esté cantando. A la sombra tendido de yedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce acordado del plectro sabiamente meneado.
Página 23 - Y como codiciosa de ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura. Y luego sosegada, el paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada' de verdura vistiendo, y con diversas flores va esparciendo. El aire el huerto orea, y ofrece mil olores al sentido, los árboles menea con un manso ruido que del oro y del cetro pone olvido.
Página 48 - AL LICENCIADO JUAN DE GRIAL Recoge ya en el seno el campo su hermosura ; el cielo aoja con luz triste el ameno verdor, y hoja a hoja las cimas de los árboles despoja.
Página 46 - Dichoso el que se mide, Felipe, y de la vida el gozo bueno a sí solo lo pide, y mira como ajeno aquello que no está dentro en su seno.
Página 17 - Y recogiendo a este mi hijo perdido, y apartándole de mil malas compañías que se le habían juntado, y enmendándole de otros tantos malos siniestros que había cobrado con el andar vagueando, le vuelvo a mi casa y recibo por mío.

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