Poesías

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Librería de los Sucesores de Hernando, 1910 - 317 páginas
 

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Página 95 - ¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia. Es semejante a Diana, casta y virgen como ella; en su rostro hay la gracia de la nubil doncella y lleva una guirnalda de rosas siderales. En su siniestra tiene verdes palmas triunfales, y en su diestra una copa con agua del olvido. A sus pies, como un perro, yace un amor dormido.
Página 132 - En vano busqué a la princesa que estaba triste de esperar. La vida es dura. Amarga y pesa. ¡Ya no hay princesa que cantar! Mas a pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin; con el cabello gris me acerco a los rosales del jardín...
Página 110 - ¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda emanación del corazón divino de la sagrada selva!
Página 111 - Tal fue mi intento, hacer del alma pura mía una estrella, una fuente sonora, con el horror de la literatura y loco de crepúsculo y de aurora. Del crepúsculo azul que da la pauta que los celestes éxtasis inspira, bruma y tono menor — ¡toda la flauta! — y Aurora, hija del Sol — ¡toda la lira!
Página 132 - Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, ¡ya veces lloro sin querer!
Página 186 - Norte, y que los hijos nuestros dejen de ser los retores latinos, y aprendan de los yanquis la constancia, el vigor, el [carácter. ¡Dinos, Águila ilustre, la manera de hacer multitudes que hagan Romas y Crecías con el jugo del mundo [presente, y que, potentes y sobrias, extiendan su luz y su imperio y que teniendo el...
Página 63 - Doménico Cavalca en sus vidas de santos. Se ven extrañas flores de la flora gloriosa de los cuentos azules, y entre las ramas encantadas, papemores cuyo canto extasiara de amor a los bulbules.
Página 156 - El ánfora funesta del divino veneno que ha de hacer por la vida la tortura interior; la conciencia espantable de nuestro humano cieno y el horror de sentirse pasajero, el horror de ir a tientas, en intermitentes espantos, hacia lo inevitable desconocido, y la pesadilla brutal de este dormir de llantos ¡de la cual no hay más que Ella que nos despertará! CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA (A Martínez Sierra) Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!
Página 142 - ¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? ¿ Callaremos ahora para llorar después...
Página 107 - Potro sin freno se lanzó mi instinto, mi juventud montó potro sin freno; iba embriagada y con puñal al cinto; si no cayó, fue porque Dios es bueno.

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