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la contrarió al principio; pero vencido por las razones de Fr. Domingo, no tan solo le dió su aprobacion, sino que se decidió á acompañarle. Para eso era preciso renunciar ántes el obispado, y al efecto escribió á Fr. Bartolomé de las Casas, que andaba por entónces en España, á fin de que le alcanzase del Papa la licencia necesaria. Fr. Bartolomé, con su acostumbrada impetuosidad, se hizo cargo del asunto, prometió ir personalmente á Roma para sacar los despachos, y áun ofreció que acompañaria á los dos padres en la nueva conquista apostólica. Pidió dineros para negociar, y el obispo le envió de su pobreza más de quinientos ducados, por medio de su agente en Sevilla Juan Galvarro. Admira que un hombre casi octogenario, como el Sr. Zumarraga, pensara todavía en ir á predicar como simple misionero en tierras tan lejanas. Pero su intento quedó frustrado, porque Fr. Bartolomé no fué á Roma ni sacó despacho alguno, sino que aceptó el obispado de Chiapas, y se ocupó en los preparativos para consagrarse y venir á su diócesis. El Sr. Zumárraga sabia bien que áun cuando tenia ya la licencia del rey, no podia con buena conciencia dejar el obispado sin la del Papa, y por eso en carta que ambos padres escribieron desde Chilapa al príncipe D. Felipe con fecha 21 de Febrero de 1545,' le instan para que por medio de su embajador en Roma alcance aquella licencia; pero el Papa la negó diciendo que no convenia que el obispo dejase su diócesis para ir á la China. Viendo, pues, que su viaje no podia tener efecto, se dedicó el Sr. Zumárraga á favorecer el de Fr. Domingo, facilitándole mil pesos de oro para los gastos, y empeñándose con el virey Mendoza para que le diese navío y gente. El virey se prestó á ello, y los prelados de la órden dieron la licencia; mas cuando ya estaba todo á punto para embarcarse, el capítulo provincial celebrado por aquellos dias acordó revocar la licencia del prelado y notificar á Fr. Domingo que no

1 Apéndice, Doc. no 34.

saliese de su provincia. Obedeció sin réplica y devolvió á los devotos que las habian dado las cosas reunidas para la expedicion.' Acertados anduvieron el Papa y el capítulo en sus resoluciones, que redujeron á términos prudentes el descaminado celo de aquellos dos ilustres varones, y nos los conservaron para mayor lustre de nuestra Iglesia.

Los biógrafos del Sr. Zumárraga, y no todos, mencionan muy de paso otro cargo importante que tuvo. El año de 1535, á 27 de Junio, le expidió el inquisi

1 Memoria testamentaria del SR. ZUMARRAGA, Apénd., Doc. no 42, página 173.- DÁVILA PADILLA, lib. I, cap. 31.- Mendieta (lib. V, pte. 1, cap. 8) refiere de muy diverso modo el caso. Dice que desde la primera venida del Sr. Zumárraga á la Nueva España traia gran deseo de conocer al excelente varon Fr. Martin de Valencia, á quien veneraba en sumo grado, por la noticia que tenia de sus virtudes. Hallábase el padre en Tlaxcala, y allí fué á buscarle el obispo, á fin de ofrecérsele por amigo y rogarle que se viniera con él, porque deseaba tenerle continuamente á su lado, para su consuelo y aprovechamiento espiritual. Fr. Martin, aunque agradeció la oferta, temió que si dejaba su monasterio para ir á vivir con un obispo, pondria en peligro su quietud interior, por lo cual sin resolver nada desde luego, contestó que lo consultaria en la oracion. Puesto en ella, tuvo una vision, de la cual entendió que no debia aceptar la invitacion del obispo, y así se lo declaró, sin que aquella negativa entibiase en nada la amistad que ya se profesaban. Era tambien grande amigo de ambos el dominicano Fr. Domingo de Betanzos; y como Fr. Martin tuviera de tiempo atras vivos deseos de dejar la conversion de los indios de Nueva España, acaso porque viéndolos tan dóciles no le daban esperanza de alcanzar la anhelada corona del martirio, é irse por el Mar del Sur en busca de nuevas gentes, obtuvo de los otros que le acompañasen. Al efecto

renunció el Sr. Zumárraga su obispado; mas no sufriendo dilaciones el celo de Fr. Martin, se fué él solo á Tehuantepec, con objeto de embarcarse en unos navíos que allí se aprestaban. Sea porque no se acabaron á tiempo, ó porque se hallaron comidos de broma, el caso fué que no pudo embarcarse el misionero y regresó á México sin haber llevado á cabo su intento. Y aunque años despues, el obispo y Fr. Domingo quisieron efectuar el mismo viaje, tampoco lo consiguieron.-Tal es el relato de Mendieta, sujeto á graves objeciones. ¿Cuándo se verificó ese viaje de Fr. Martin á Tehuantepec? No lo expresa Mendieta, pero claro es que fué ántes del 21 de Marzo de 1534, dia en que falleció el P. Valencia, segun Motolinia (trat. III, cap. 2). Este autor dice nada más, que emprendió el viaje despues de haber predicado ocho años, es decir, en 1532 6 33 (capitulo 5). Betancurt (Menologio, 31 de Agosto) fija el año de 1533. Pero tanto el Sr. Zumarraga como el P. Betanzos andaban entonces en España, y claro es que no pudieron tener participio en tal proyecto. Uno fué el de Fr. Martin, otro el del obispo y el dominico. Mendieta los confundió malamente. Corroborase esta opinion con el hecho de que en la carta á que nos referimos en el texto, si bien se alude al proyecto anterior de Fr. Martin, no se dice palabra de que hubieran tomado parte en él los que suscriben la carta.

dor general D. Alvaro Manrique, arzobispo de Sevilla, título de inquisidor apostólico en la ciudad de México y en todo el obispado, con amplias facultades, inclusas la de relajar al brazo seglar y la de nombrar los empleados necesarios para el establecimiento del Santo Oficio. El Sr. Zumarraga nunca usó el título de inquisidor ni organizó el tribunal,2 y ningun indicio habia yo encontrado de que hiciera uso de aquel poder, hasta que en las Noticias históricas de Nueva España, de Juan Suarez de Peralta, escritas en 1589, pero publicadas hace poco, leí la especie de que prendió, procesó y relajó al brazo seglar á un señor de Tezcoco, acusado de haber hecho sacrificios humanos, y que el reo fué quemado en virtud de aquella sentencia. Añade el historiador, que cuando eso se supo en España no pareció bien, por ser recien convertidos los indios, y se mandó que no procediese contra ellos el Santo Oficio, sino que los castigase el ordinario.' El testimonio es singular, y de un autor que incurre en notorias equivocaciones al tratar de sucesos anteriores á su tiempo, por lo cual me resistia á darle crédito, y más por tratarse de un hecho tan ajeno al carácter del Sr. Zumarraga, quien, segun dice poco ántes el mismo autor, cuando le presentaban indios que idolatraban, "procedia contra ellos con clemencia, por ser recien convertidos." Desgraciadamente es indudable. En el Inventario de papeles antiguos del archivo de la Catedral consta con el no 76 la partida siguiente: "Otra carta del mismo Sr. Inquisidor General, reprendiendo al Illmo. Sr. Zumarraga por haber hecho proceso contra un indio cacique por idólatra, y haberlo sentenciado á muerte y quemádolo." Si bien el documento ya

1 Apéndice, Doc. n. 17.

2 Habia, sin embargo, cárcel de la Inquisicion. Apénd., Doc. no 29, página 140. Y alguacil. Id., Doc. no 30, pág. 145.

3 Noticias Históricas de la Nueva España (Madrid, 1878), pág. 279.

4 Dice, por ejemplo, que Cortés

murió en Sevilla (pág. 146), y á Gerónimo de Aguilar llama siempre Márcos de Aguilar, confundiéndole con el gobernador del mismo apellido.

5 Es notable la circunstancia de que habiendo podido destruir ú ocultar este documento, que á él solo concernia, le dejase el Sr. Zumárraga en

no existe allí, este breve extracto del índice basta para comprobar el dicho de Suarez de Peralta. Debo creer que el inquisidor general procedió con las luces y conocimiento de causa que yo no tengo; y pues juzgó reprensible el hecho, no le calificare de otro modo. Siento, sin embargo, que la pérdida del documento nos prive de conocer los pormenores del caso, que allí se referirian, y las razones que el inquisidor tuvo para desaprobar lo que no era sino consecuencia de las facultades que él mismo habia dado, sin excepcion alguna en favor de los indios. No quisiera yo ver mezclado el nombre del Sr. Zumarraga en actos semejantes; pero la verdad es que el delito del cacique pasaba mucho de idolatría disculpable en un converso, y era digno de pena capital, si no por la Inquisicion en la hoguera, á lo ménos por la autoridad civil en la horca. Diez y nueve años despues de la conquista, nadie podia ignorar, y ménos un señor de Tezcoco, que los sacrificios humanos eran asesinatos y que habian de ser severamente castigados sus autores. A pesar de la ilimitada libertad religiosa de nuestros dias, no creo que saliera ileso de las manos de la justicia el indio que volviera al culto de Huitzilopochtli y le honrara derramando sangre humana.

Tal vez este hecho fué causa de que cuando vino el visitador Sandoval trajese otro título de inquisidor en que para nada se nombra el anterior dado al señor obispo. Tampoco el visitador organizó el Tribunal de la Fe: el Sr. Arzobispo Moya de Contreras fué quien al fin le estableció el 12 de Septiembre de 1571.2

el archivo de la Iglesia, como para hacer pública la reprension que habia recibido en secreto.

I PUGA, tom. I, pág. 452. 2 Exequias de Felipe II hechas por la Inquisicion. Segun el autor de este libro, el primer auto de fe se celebró el año de 1574. Hablará de los que hizo el Tribunal ya establecido, pues

hay noticia de otro muy anterior, verificado en 1558. Viaje de ROBERTO TOMSON á la Nueva España, apud HAKLUYT, Voyages, etc. (London, 1809-12, 5 ts. fol.), tom. III, p. 536. Publiqué una traduccion castellana en el Boletin de la Sociedad Mexicana de Geografia y Estadistica. (2a época, tom. I, pág. 203.)

XV

【NTES de entrar á referir los importantes sucesos, mixtos de eclesiástico y civil, que ocurrieron en México durante los años de 1544

á 1546, nos conviene dar una rápida ojeada á las consecuencias de la conquista, y á la condicion de los naturales en aquellos tiempos.

La presencia de los españoles en el Nuevo Mundo debia producir forzosamente un cambio completo en la constitucion social de los pueblos que le habitaban. Una raza extranjera, más poderosa y más civilizada, se introducia entre las nativas como dominadora: donde las encontró débiles y en estado casi salvaje se dió á destruirlas; pero cuando llegó á descubrir otras más fuertes, y dotadas de cierta civilizacion relativa, hubo de detenerse y buscar medios de conservarlas, ya que no por humanidad, á lo ménos por conveniencia. Lo primero pasó en las Islas: lo segundo se ofreció por primera vez en la Nueva España.

La isla de Santo Domingo fué el centro primitivo de la dominacion española en América, y el lugar adonde afluian los aventureros sedientos de fortuna, que muy pronto se extendieron á las grandes islas vecinas, Cuba, Jamaica, Puertorico. No era dable aplicar la vieja legislacion de España á un país todo nuevo; y miéntras los Reyes Católicos discurrian la manera de organizar y regir unos vasallos tan diferentes de los antiguos, la codicia de los aventureros, que no sufria dilaciones, halló el medio más adecuado para llegar á sus fines. Hostigado el almirante Colon por sus díscolos compañeros, se resolvió á concederles lo que pedian: el repartimiento de los indios entre los españoles, para que los sirviesen en minas, labranzas y demas granjerías. Causó sumo disgusto en la corte esa de

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