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mo el nuestro, en que el espiritismo ha hecho tantos estragos, es el que ménos debiera burlarse de los que crean en las comunicaciones de los espíritus, buenos ó malos, con los hombres. Mucho más que el Sr. Zumárraga han hecho otros, porque han manifestado á las claras que creian en brujerías, y las han castigado cruelmente, sin haber levantado por eso tanto escándalo. No nos faltarian nombres que citar, y ántes la dificultad consistiria en no fastidiar al lector con la interminable relacion de hechos casi idénticos. Vaya por todos uno, ocurrido siglo y medio despues de la muerte del Sr. Zumarraga, y cuyos autores no fueron frailes, pero ni siquiera católicos.

Apénas hay persona medianamente instruida, que ignore la historia de las brujas de Massachusetts; pero conviene traerla á la memoria de los lectores, por si alguno la hubiere olvidado. En 1688, siendo ministro de la iglesia de Boston el sabio Cotton Mather, le ocurrió á una muchacha de trece años acusar de robo á una lavandera irlandesa, y como la madre de esta llevara muy á mal la acusacion, la muchacha, por vengarse, se fingió endemoniada é indujo á sus hermanos menores, uno de ellos de cinco años, á que la imitasen, acusando todos del maleficio á la anciana irlandesa. Inmediatamente tomaron cartas en el negocio los ministros del culto, juntos con los magistrados; y aunque por medio de ayunos y oraciones consiguieron que apareciera curado el menor de los muchachos (sin duda porque como más pequeño se cansó más pronto de fingir), los otros persistieron en su acusacion, y en hacerse los endemoniados. Resultado de aquella indigna farsa fué que la irlandesa murió en la horca, aunque muchos afirmaban que la pobre vieja tenia trastornado el juicio. Su delito consistia en ser católica, y en no saber el Padre nuestro en buen inglés, sino en su dialecto nativo. La abominable muchacha continuó todavía por algun tiempo con sus embelecos, y nunca mostró remordimiento por aquel asesinato;

aunque, segun dicen, "era hija de padres piadosos." Mather habia sido el alma del negocio, y publicó, con acuerdo de los demas ministros, un libro destinado á probar la realidad de aquellas brujerías; cuyo libro tuvo tanta aceptacion, que fué reimpreso en Inglaterra. Puesto en tan buena vía, no quiso Mather detenerse, y aprovechó ansioso una nueva ocasion que se le presentó de manifestar su celo. Cuatro años nada. más habian trascurrido, cuando en 1692 tres muchachas de la familia de Mr. Parris, ministro en Salem, empezaron á hacer tales desatinos, que los doctores las declararon posesas. Acusaban ellas á una criada india, y el reverendo Parris logró, á fuerza de azotes, que se confesara culpable del maleficio. Reuniéronse los ministros de la comarca, entre ellos Cotton Mather, lleno de orgullo con tan clara confirmacion de su doctrina, y todos de acuerdo ordenaron un ayuno general. La alarma cundió rápidamente: aquellas muchachas continuaban acusando á muchas personas: estas á otras: Parris andaba con gran diligencia á caza de brujos ó brujas; y cuentan que aprovechaba grandemente la ocasion para vengarse de ciertos feligreses que le habian dado motivos de disgusto. Á la cárcel iban, no solamente los acusados de hechicerías, sino tambien los que se mofaban de ellas; en fin, todo andaba revuelto y habia ya cosa de cien presos, cuando llegaron el gobernador y cinco magistrados, que vista la gravedad del caso habian juzgado necesario trasladarse á Salem. Luego de llegado mandó el gobernador echar grillos á los presos, y organizó un tribunal privativo para juzgarlos. Tres dias despues fué ahorcada por principio una infeliz vieja. Dábase tormento á los testigos para arrancarles declaraciones que perdian á los acusados: hubo madre que subiera al patíbulo por el testimonio de su hija, niña de siete años: un anciano fué condenado, merced á la declaracion de su nieta, que á tiempo todavía de evitar aquel atentado, confesó haber mentido. Resentido Parris contra

un compañero suyo, llamado Burroughs, le acusó de brujo; el supuesto reo se burló de la acusacion y de las brujerías, lo cual le perdió, pues era tanto como declarar asesinos á unos jueces que con ese falso fundamento habian hecho perecer tantos inocentes. Sin que le valiera su carácter de ministro, le condenaron á muerte. Ya en el patibulo, protestó ser inocente; y como el pueblo empezara á conmoverse, apareció Mather á caballo entre la multitud, é hizo llevar á efecto la sentencia. Un anciano octogenario fué aprensado hasta morir. Veinte personas habian perecido: cincuenta y cinco corrian igual peligro, porque ya habian confesado por tormentos ó por temor. "Observóse (dice un historiador americano) que no llegó á ser ahorcado ninguno que confesara las brujerías; pero ninguno que despues de haber confesado se retractara, escapó de la horca ó de la cárcel. Ni uno de los sentenciados que afirmara su inocencia, dejó de ir al patíbulo, aunque algun testigo se confesara perjuro, ó el presidente del jurado reconociera el error del veredicto. Mostróse parcialidad en acoger las delaciones, pues se despreciaban las que recaian sobre amigos ó partidarios. Si álguien abrazaba el oficio de buscador de brujas, y convencido de la impostura le dejaba, era encausado y ahorcado. No se levantaba el cadalso para los que confesaban ser brujos, sino para los que reprobaban el engaño." Se ve, pues, que Mather y los demas ministros no obraban movidos de celo por la pureza de la religion, sino que buscaban la satisfaccion de su

I «It was also observed that no one of the condemned confessing witchcraft had been hanged. No one that confessed and retracted a confession had escaped either hanging or imprisonment for trial. No one of the condemned who asserted innocence, even if one of the witness confessed perjury, or the foreman of the jury acknowledged the error of the verdict, escaped the gallows. Favoritism was shown in listening to ac

cusations, which were turned aside from friends or partisans. If a man began a career as a witch-hunter, and becoming convinced of the imposture declined the service, he was accused and hanged.... The gallows was to be set up, not for those who professed themselves witches, but for those who rebuked the delusion.»> BANCROFT, History of the United States (Boston, 1850-66, 10 ts. 8?) t. III, págs. 94, 87.

amor propio, queriendo probar á toda costa la realidad de lo que habian afirmado. No es fácil figurarse hasta dónde habria ido á parar aquella monstruosidad, si alarmado el pueblo al ver que nadie estaba seguro, no hubiera manifestado su descontento tan á las claras, que cobrando ánimo los más atrevidos, patentizaron la maldad de Mather y Parris, y lograron templar la furia de los jueces. Mather publicó todavía dos libros sobre las maravillas del mundo invisible, y tanto él como los otros ministros persistieron en su opinion; pero el engaño habia sido tan grosero, que no encon traron apoyo, ni pudieron impedir que los presos fueran puestos en libertad uno tras otro. Lo que no tuvo ya enmienda fué la muerte de tantos inocentes. Todo esto pasaba en la libre Nueva Inglaterra al rayar el siglo XVIII; siglo de los filósofos, que habia de gustar una buena parte de los amargos frutos de las doctrinas de incredulidad absoluta que en él se difundieron. Cotton Mather, natural de Boston, era un teólogo sabio, versado en lenguas antiguas y modernas, miembro de la universidad de Nueva Cambridge. Mantenia correspondencia con muchas personas distinguidas de Europa, y escribió cerca de cuatrocientas obras.' Su poco envidiable intervencion en aquel negocio de brujas, no fué parte á estorbar que en 1710 la universidad de Glasgow le expidiera título de doctor en teología, ni que en 1714 la Sociedad Real de Lóndres le admitiera entre sus asociados. Y despues de todo, venimos á saber, por su propia confesion, que hácia el fin de su vida tuvo tentaciones de ateismo, y de abandonar, por consiguiente, toda religion, teniéndolas á todas por puras patrañas.2

Déjese, pues, de hacer ruido con las brujas del señor Zumarraga.

1 Trescientas ochenta y tres es el número exacto, segun dicen. Véase el catálogo de ellas en SABIN, Dictionary of Books relating to America, tom. XI, n. 46211 & 46622.

2 BANCROFT, tom. III, págs. 74, 84 et seq.-SPENCER, History of the United States (New York, s. a., 4 ts. 4) tom. I, pág. 156.

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III

N solo obispado existia en la Nueva España el año de 1527: el Carolino ó Carolense, llamado tambien de Santa María de los Remedios de Yucatan, y erigido desde 1519, luego que se tuvo noticia de los primeros descubrimientos hechos en aquella provincia. Como se trataba de tierras apénas conocidas, se le dieron límites muy extensos y vagos, con facultad al Emperador para que los determinase. El primer obispo nombrado fué D. Fr. Julian Garcés, dominico, quien al cabo vino á hacer la ereccion de su Iglesia en 1526, fijando el asiento de ella en Tlaxcala, de donde se trasladó despues á la Puebla de los Ángeles. La mayor extension que cada dia iban tomando las conquistas, y la fama de la gran ciudad de México, exigian ya la creacion de obispado en ella. Una vez determinada, no tuvo que pensar mucho el Emperador para elegir el primer prelado, porque no olvidaba al devoto guardian del Abrojo, en quien de antemano tenia puesta la mira, y le presentó el 12 de Diciembre de 1527.' Es admirable el acierto con que se escogieron los primeros obispos de nuestras Iglesias: el Sr. Garcés en Tlaxcala, el Sr. Zumárraga en México, los Sres. Marroquin en Guatemala, Zárate en Oajaca, Quiroga en Michoacan, Gomez Maraver en Guadalajara, y Toral en Yucatan, fueron modelos de prelados, y todavía pronunciamos sus nombres con veneracion.

Hecho el nombramiento, faltaba conseguir que el humilde religioso le aceptara, consintiendo en trocar su tranquila vida del convento por la grave carga del ministerio pastoral, que habia de ir á ejercer en tierras remotas y áun no bien pacificadas. Verdad es que ni el

I Consta esta fecha en la cédula 1533. Apéndice, Documento no 18, dada en Monzon á 2 de Agosto de pág. 8o.

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