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plia esa falta exhortando continuamente á los religiosos para que la aprendiesen, y costeando la impresion de las Doctrinas que ellos traducian.'

XIX

As buenas obras del Sr. Zumárraga fueron tantas, que es preciso referirlas en capítulos aparte, para no interrumpir á cada paso la historia de su vida. Parecia que las escasas rentas de la mitra se multiplicaban en sus manos: bien que se privaba de todo para dar alimento á su inagotable caridad, la cual traspasaba con frecuencia los limites de la prudencia humana. Hasta solia olvidar que ya habia dispuesto de alguna cosa, y la aplicaba á dos ó tres obras diversas, como sucedió con las casas episcopales. Justo es decir que halló un eficaz colaborador en su mayordomo Martin de Aranguren, y que sin el auxilio de ese hombre excelente, digno de perpetua memoria, no habria podido hacer todo lo que hizo. Contaba asimismo con el poderoso apoyo del Emperador, quien casi siempre otorgaba de buena gana lo que el celoso prelado le pedia, y en todo mostraba que no habia cambiado el alto concepto que una vez formó del humilde guardian del Abrojo.

La conversion de los indios, la propagacion del Evangelio, la salvacion de todas sus ovejas, el esplendor del culto divino, llamaron en primer lugar, como era justo, la atencion del santo obispo. Convencido

1 Mendieta escribió con alguna extension la vida del Sr. Zumarraga, en los caps. 27 á 30 de la 1a parte del libro V. Traduccion de ella es la que trae, en latin, Gonzaga, págs. 12261230. Copió Torquemada à Mendieta en los caps. 30 á 33, del lib. XX de su Monarquia, añadiendo sus acostumbradas digresiones y moralidades. El Sr. D. Francisco Sosa dió tambien la

biografía de nuestro obispo en su Episcopado Mexicano. Aunque no estamos conformes en todos sus datos y apreciaciones, reconocemos en el autor un espíritu de imparcialidad que le honra.- No nos queda retrato auténtico del Sr. Zumarraga; pero le hubo en la enfermeria antigua de S. Francisco. MENDIETA, lib. V, parte 1, cap. 28.

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que sin frailes no podia lograr su principal objeto, procuró siempre que viniesen en gran número. Y no era opinion particular suya, originada de parcialidad en favor del hábito que vestia. Los magistrados de la segunda Audiencia aseguraban que no habia aquí "cosa más conveniente que frailes;"' y los obispos de Oajaca y Guatemala, clérigos, se unian al de México para pedir un millar de ellos, cuyos gastos de viaje estaban prontos á pagar.2 El Sr. Zumárraga, por sí, ofrecia dar perpetuamente trescientos ducados anuales, para que viniesen quince ó veinte frailes.' Mas no se contentaba con ayudar á su venida, sino que aquí les hacia continuos obsequios y limosnas, en especial á los franciscanos, así de la ciudad como de fuera de ella, lo mismo que á las monjas de la Concepcion. En iglesias y monasterios costeó algunas obras, y quiso edificar todo el convento de S. Francisco; pero los frailes no lo consintieron.' Gastó, sin embargo, grandes sumas en hacerles un dormitorio, porque no alcanzaban los aposentos para los religiosos cuando se reunian á capítulo provincial, y tambien una enfermería que les fué de suma utilidad, porque allí venian á curarse de todas partes los religiosos. La proveia constantemente de vino, medicinas, hábitos y cuanto habian menester los enfermos, haciendo venir de Castilla las medicinas que no se hallaban en esta tierra."

En su iglesia mayor hizo obras considerables. Puso todas las vigas y gran parte de las otras maderas en muchas oficinas: labró á su costa el coro, aunque tenia merced para hacerle de los reales novenos: levantó el piso de la iglesia para evitar la humedad, que era mucha, y con tal motivo alzó tambien las tres puertas.

I Carta à la Emperatriz, Apénd., Doc. no 59, pág. 255.

2 Carta al Emperador, Apind., Doc. no 21, pág. 99.

3 Apéndice, Docs. n° 21, pág. 100; n° 22, pág. 110; no 32, pag. 152.

4 Informacion, &c., Apénd., Docu

mento no 44, págs. 184, 186, 190, 193, 195.

5 MENDIETA, lib. V, pte. 1, cap. 28. -TORQUEMADA, lib. XX, cap. 30. 6 Declaracion de Fr. Lúcas de Almodovar, enfermero, Apénd., Documento no 44, pág. 196.

Trajo de Castilla y dió al Cabildo todos los libros de coro. Desde el año de 1540 le hizo donacion del pontifical y ornamentos que asimismo trajo cuando vino consagrado; y es lo único en que hallamos objetos de valor entre cuantos poseyó el señor obispo, quien declaró al hacer esta donacion, ratificada despues en su testamento, que habia tenido aquello solamente á su uso, "y no por suyo propio, sino de la Iglesia." Con razon decia el Cabildo, que "habia dejado á la Iglesia en grandes obligaciones.'

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Procuró siempre el Sr. Zumarraga con asíduo empeño la enseñanza religiosa y civil de los indígenas. En ocho ó nueve pueblos de su diócesis tenia casas donde se juntaban las hijas de los principales á aprender la doctrina cristiana: 3 para los niños no eran tan necesarias porque los frailes cuidaban de recogerlos en los monasterios. De la educacion de las niñas se habia tratado ya desde el año de 1530. Á instancias del señor obispo envió la Emperatriz con la marquesa del Valle seis beatas para fundar una casa en que se doctrinasen las niñas y doncellas que tuvieran voluntad para ello. De esta determinacion se dió aviso á la segunda Audiencia, advirtiéndole en sus instrucciones, que ninguna religion interviniera en la casa, sino que estuviera á cargo del diocesano, porque las maestras no habian de ser profesas ni guardar clausura.* Fr. Antonio de la Cruz pidió en nombre de ellas á la ciudad, el 10 de Junio de 1531, un pedazo de solar para hacer la fundacion. Dividiéronse los pareceres de los capitulares acerca de la conveniencia de dar el sitio que Fr. Antonio pedia, y no resolvieron nada; pero el hecho es que la escuela se estableció en un lugar que por las señas quedaba en las cercanías de la calle de S. José el Real. El año de 1 534 trajo consigo el Sr. Zu

1 Apéndice, Docs. n° 43, pág. 177; n°49, pág. 221; no 50, pág. 232; no 62, pág. 262.

2 V. el cap. precedente, pág. 197.

3 Carta de los OBISPOS, Apind., Doc. no 21, pág. 97.

4 Cedulario de PUGA, tom. I, página 172.

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márraga otras seis mujeres. Ni áun por eso progresó el establecimiento, porque como las directoras no estaban ligadas con votos, se salian á desempeñar destinos más aventajados que les ofrecian en casas particulares. Por otra parte, los indios, acostumbrados á guardar sus hijas en gran recogimiento, no gustaban de enviarlas á esa casa sin clausura, situada en el centro de la ciudad y enmedio del bullicio de los españoles. Las niñas pasaban grandes necesidades, porque como los padres las tenian allí de mala gana, no querian ayudarles con nada, pensando que así se las volverian, por no haber con que mantenerlas. El establecimiento vino tan á ménos, que á no ser por el señor obispo, habria acabado muy pronto, como al cabo vino á suceder unos diez años despues de su fundacion.'

Viendo esos inconvenientes, y condolidos los obispos de que las niñas no tan solo se criaran sin educacion, sino que sirvieran de infame tráfico á sus propios padres, quienes las daban en presente á los caciques "como fruta," solicitaron del Emperador la fundacion de un monasterio de monjas que se encargaran de la educacion de las niñas, teniéndolas encerradas desde los cinco ó seis años, como deseaban sus padres, para que cuando fueran de edad competente, salieran de allí, ya industriadas en toda buena doctrina, á casarse y enseñar á sus maridos é hijos, ó á otras niñas, con lo cual se excusaria la necesidad de traer continuamente maestras de Castilla, que no sabian la lengua. Querian que el monasterio se fundase, no en la parte de la ciudad ocupada por los españoles, sino entre los indios: que fuese bien cercado de paredes altas, provisto de dormitorios y oficinas necesarias, con estanques para recreo y limpieza, y que tuviera dos pisos, el alto para las mestizas y el bajo para las indias. El obispo de México ofrecia traer á su costa todas las monjas y beatas que fueran menester. Para la construccion y sostenimiento del monasterio pedian al rey que le aplicase

I MOTOLINIA, trat. III, cap. 15.- MENDIETA, lib. III, cap. 52.

un pueblo, en tanto que personas piadosas le dejaban alguna dotacion perpetua. Queria el Sr. Zumarraga ceder la parte que le pertenecia en el pueblo de Ocuituco y anexos, para que ayudase á los gastos del monasterio y del colegio de los indios, lo cual "tendria á gran dicha," y áun habia obtenido de sus compañeros de encomienda, Alonso de Escobar y María de Estrada, que cediesen tambien para tan santa obra las otras dos partes que les pertenecian. No quiso el rey permitir por entonces la fundacion, diciendo que todavía no era tiempo; pero nada perdió por eso de su mérito el deseo del Sr. Zumárraga y de los demas obispos.' Andando el tiempo se fundaron asilos, así para las indias como para las muchachas mestizas.*

Más afortunados fueron los niños indígenas, porque ademas de las escuelas de los conventos, pudieron contar desde muy temprano con el colegio de la Santa Cruz, de Tlatelolco, instituido expresamente para ellos. Alguna incertidumbre ha habido ántes acerca de quién hizo esta fundacion, y en qué tiempo. Generalmente se atribuye á D. Antonio de Mendoza, en el año de 1537;3 pero hoy está fuera de duda, que la idea primitiva y gran parte de la ejecucion pertenecen al Sr. Zumarraga, quien, notando la habilidad de los niños educados en el convento de S. Francisco, quiso proporcionarles un colegio especial donde pudieran ampliar sus estudios, y llegar á servir de maestros. Propuesto el pensamiento al presidente Fuenleal y á la Audiencia, fué aprobado, con mucho parecer y acuerdo. Esto consta de la real cédula dada en Valladolid á 3 de Septiembre de 1536;4 de la carta de los

1 Carta de los OBISPOS, Apénd., Doc. no 21, págs. 93, 98, 99, 102.Carta del SR. ZUMARRAGA, 20 de Diciembre de 1537, Apénd., Doc. n° 22, págs. 106, 108.

2 El Sr. Zumarraga, en su Memoria testamentaria, dejó doscientos pesos para el colegio de las mestizas; pero omitió esa manda en el testa

mento. Apend., Doc. n° 42, pág. 175.

3 Tambien yo incurri en ese error, por falta de advertencia. México en 1554, pág. 242.

4 Un extracto de esta cédula se halla en La Dominacion Española en México. Polémica sostenida por los periódicos «Diario Oficial» y « La Colonia Española.» (México, 1875, 4

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