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meros tiempos iban desapareciendo, y con ellos el celo por el bien de los indígenas. La decadencia de las órdenes religiosas, que tan presto se hizo sentir en México, debia trascender al establecimiento que una de ellas regia. Diez años ó poco más perseveraron los frailes en la enseñanza y administracion del colegio: despues, sea porque se cansasen de aquel trabajo, ó porque creyesen que convenia variar el sistema por haber variado las circunstancias, determinaron entregar la casa á los mismos que se habian educado en ella, y parecian ser ya hábiles para regirla. Así lo hicieron, formando unas ordenanzas, y eligiendo entre los mismos colegiales, rector, consiliarios y catedráticos. Más de veinte años duró aquel arreglo, pero con tan malos resultados, que fué preciso á los frailes volver á poner mano en el negocio. Halláronlo todo perdido, y tuvieron que ordenarlo de nuevo, reformando las orde.nanzas. Sobrevino entónces la gran peste de 1576, despobló el colegio; y era ya tan visible su decadencia, que uno de los fundadores y testigos de todas aquellas vicisitudes, decia: "Recelo tengo muy grande que esto se ha de perder del todo; lo uno porque ellos son pesados de regir, y mal inclinados á aprender: lo otro porque los frailes se cansan de ellos el trabajo de que tienen necesidad para llevarlos adelante; y juntamente porque veo que ni entre los seglares ni entre los eclesiásticos, no hay alguno que los favorezca ni con solo un tomin."

poner con

No era extraño, por otra parte, que el colegio no inspirase ya el interes que al principio. En los primeros años que siguieron á la conquista las dos razas estaban del todo divididas y perfectamente deslindadas: de diversa instruccion necesitaban, sobre todo en la parte religiosa, y por lo mismo tenian que seguir caminos separados. Con el tiempo y los progresos de la conversion se iban borrando los límites que las demarcaban, y podian educarse en unos mismos estableI SAHAGUN, tom. III, pág. 84.

cimientos. D. Antonio de Mendoza, al solicitar la creacion de la Universidad, queria que sirviese para los naturales y los hijos de los españoles. Así es que la necesidad de colegios especiales para los indios era menor cada dia.

Todas estas causas reunidas, no ménos que la accion invisible, y por eso incontrastable, del tiempo, hicieron que el colegio de Tlatelolco quedara reducido á poco más que una escuela de primeras letras, y eso ántes de terminar el siglo que vió su fundacion. Las inundaciones del siguiente arruinaron la fábrica, y menoscabaron mucho las rentas. El padre Comisario Fr. Domingo de Noriega (1676-1683) hizo un esfuerzo para levantar el establecimiento, y edificó de nuevo dos salas.' Continuó, sin embargo, en su estado de escuela de primeras letras, hasta el año de 1728, en que el oidor D. Juan de Olivan Rebolledo, juez de hospitales y colegios reales, visitó el de Santa Cruz de Tlatelolco, y propuso su restablecimiento. El 19 de Noviembre se abrió solemnemente con un acto literario dedicado al obispo de Honduras, y asistieron los nuevos colegiales, que fueron once indios nobles, con manto azul y becas blancas, y al lado izquierdo la cruz de Santiago con una corona imperial, "por haber sido fundacion del Emperador Carlos V." ¡Ni mencion siquiera se hizo entónces del nombre del verdadero fundador! Se sostenian los colegiales con el residuo de las rentas antiguas y las limosnas que daba el Comisario general de S. Francisco. Pobres elementos eran esos para restaurar aquella casa de estudios, que ya no respondia á una necesidad de los tiempos. En 1785 trataron todavía los franciscanos de sostenerla, y abrieron en ella un curso de artes; 3 pero todo fué en vano, y el colegio imperial de Santa Cruz habia

1 BETANCURT, Teatro, pte. IV, tratado 2, cap. 3, no 162; Menologio, página 147.

2 Gaceta de México, Julio (22), Noviembre y Diciembre de 1728. 3 Id., 12 de Julio de 1785.

desaparecido del todo á principios del presente siglo.' El deseo de no dejar incompleta la noticia de esta célebre casa, una de las más gloriosas obras del Sr. Zumárraga, me ha inducido á adelantarme en la sucesion de los tiempos, y debo volver ahora á aquellos históricos dias en que la instruccion de los indígenas ocupaba toda la atencion del venerable obispo. No creyó que podia extenderse tanto y tan pronto como él deseaba, si no habia gran copia de libros, y siendo muy dificultoso traerlos de España, sobre todo impresos en la lengua de los indios, confirió el caso con el virey D. Antonio, y ambos de acuerdo negociaron que Juan Cromberger, célebre impresor de Sevilla, enviase á México una imprenta á cargo de Juan Pablos, con todos los útiles y oficiales necesarios, "para imprimir libros de doctrina cristiana y de todas maneras de ciencias." Á su primer obispo y á su primer virey debe, pues, México la gloria de haber sido la primera ciudad del Nuevo Mundo que vió ejercer el maravilloso arte de la imprenta. Los demas obispos se unieron al nuestro para costear las primeras impresiones de libros elementales, y para contratar con el mismo Cromberger que proveyera á la colonia de libros "de todas facultades y doctrinas," obligándose á pagarlos al doble de lo que allá valian. El Sr. Zumárraga, que probablemente habia estado en relaciones con Cromberger desde que hizo el viaje á España, y tal vez preparado desde entonces la venida de la imprenta,' protegió aquí

I BERISTAIN, Biblioteca, art. VA

LERIANO.

2 Un documento auténtico, encontrado hace pocos años, prueba la parte que tuvo el Sr. Zumárraga en la venida de la imprenta. Es una cédula dada en Talavera, á 6 de Junio de 1542, en la cual se expresa que « á instancia del virey de la Nueva España é del obispo de México,» envió Cromberger «oficiales é imprenta é todo el aparejo necesario para imprimir libros de doctrina cristiana é de todas

maneras de ciencia.» (Libros de Mercedes del Archivo General, MSS., tomo I, fol. 48 vto. y 49.) Me abstengo de entrar aquí en más pormenores acerca de la introduccion de la imprenta en México, porque debo tratar detenidamente este punto en otra obra que preparo para la prensa.

3 Fundo esta conjetura en el hecho de que el tiempo trascurrido entre la llegada de Mendoza y la de la imprenta (aunque esta se fije en 1537, como parece probable) no es bastan

decididamente el establecimiento, proporcionándole la casa de las campanas, inmediata á la residencia episcopal.' Deseaba que la nueva oficina trabajase mucho, y lamentaba que por la escasez de papel no se imprimieran las muchas obras que estaban preparadas, y otras que se harian de nuevo, pues las que venian de allá no eran bastantes para satisfacer su afan de multiplicar los buenos libros. Nadie como él dió trabajo á aquellas venerables prensas con sus escritos propios y ajenos.' Repartió entre los indios cuatro ó cinco mil cartillas y libros de oraciones impresos á su costa, y abrió la puerta á los misioneros á los misioneros para que dieran conquistas á la fe, luz á la ciencia y admiracion á los siglos venideros con sus hercúleos trabajos filológicos. En estos tiempos de aparatoso empeño por la difusion de la enseñanza y multiplicacion de libros, ántes malos que buenos, es cuando se ha tratado de oscurantista y fanático al sabio obispo que fundaba escuelas y colegios, traia la primera imprenta de América, hacia venir libros de Europa, formaba una copiosa biblioteca, y escribia con bello y vigoroso estilo libros llenos de la más pura y saludable doctrina.

te para acordar aquí el negocio y arreglarlo despues con el impresor, puramente por cartas. Hallo ademas que en 28 de Septiembre de 1540 mandó el Cabildo Eclesiástico, que se pagasen á Juan Cromberger cuarenta pesos que dió en Sevilla á un maestro cantero que vino á entender en las obras de la iglesia. (Actas, Apind., Doc. n. 49, págs. 221, 222.) Esto supone relaciones con aquel impresor, ajenas al negocio de la imprenta, y no creo que pudieran llegar al punto de inspirar la confianza necesaria para hacer un anticipo de dinero, si no mediara conocimiento personal con el obispo. No juzgo improbable, sino al contrario, que este tratara y conferenciara allá con el vi

rey nombrado para la Nueva España, adonde iban á encontrarse como primeras autoridades, y que las «instancias» de ambos, á que se refiere la cédula, se hicieran á Cromberger allá y no desde aquí. Es muy natural que cuando el Sr. Zumarraga traia libros de coro, ornamentos, beatas y aun labradores casados, pensara tambien en traer imprenta que le ayudara eficazmente á realizar sus benéficos proyectos.

1 Apéndice, Doc. no 27, pág. 137. -V. ante, pág. 144.

2 Carta, 6 de Mayo de 1538. Apéndice, Doc. n° 25, pág. 117. 3 V. infra, cap. 21.

4 Apéndice, Doc. n. 10, pág. 68.

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o ménos atendia el Sr. Zumárraga á las necesidades corporales, que á las espirituales de su grey. Si se afanaba por procurarle instruccion religiosa y civil, tambien socorria. abundantemente á los pobres, quienes jamas hallaron cerradas las puertas de su corazon ni las de su casa. En ella daba de comer á cuantos se presentaban,' y distribuia en secreto crecidas limosnas. No habia institucion piadosa que no le contase entre sus bienhechores, ni necesidad de los tiempos á que no acudiese. Una de las mayores entónces era la que padecian multitud de doncellas huérfanas, hijas de españoles, que por falta de dote no hallaban casamiento, y vivian en suma miseria, con gran riesgo de perderse. El señor obispo, padre general de desvalidos, hacia por ellas, y áun por las viudas que se veian en el mismo caso, cuanto podia, ayudándoles para sus dotes; y si no tenia á mano con que socorrerlas, empeñaba su firma y palabra de pagar con sus rentas futuras lo ofrecido.3 Pero lo que más vivamente excitaba su caridad eran los pobres enfermos. Ademas de haber levantado para los frailes de su órden la enfermería del convento principal, y de auxiliarla constantemente con todo lo necesario, atendia tambien al hospital de Nuestra Señora, hoy de Jesus, que encontró erigido por la piedad del conquistador Cortés, y le daba cada año cien pesos de limosna. En el de 1531 solo pudo darle cincuenta,

1 Apéndice, Doc. no 44, pág. 192. 2 Hé aquí cómo ponderaba el padre Mendieta esa necesidad: «Cuanto más que de venir de España tanta gente, hay grandisimos inconvenientes y males, como es haber en México (segun estotro dia me dijeron) diez ú once mil doncellas hijas de españoles, si no me engaño, por cuenta, que cuasi todas no tienen con que se casar,

ni se sabe cómo podellas remediar; y sabe Dios lo que así doncellas como casadas harán, por no tener un pan que comer.» Carta al P. Bustamante, 1o de Enero de 1562, apud Coleccion de Documentos para la Historia de México, tom. II, pág. 541.

3 Apéndice, Doc. no 43, pág. 177; no 44, págs. 184, 186, 188, 190, 191, 193, 194; no 45, pág. 204.

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