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ficiarlos y tejerlos, especialmente en las costas del Mar del Sur, donde eran tan necesarios para los navíos que allí solian armarse. Con esa rica granjería, los indios pagarian más fácilmente el tributo, al paso que á los españoles valdria más lo que recibiesen. Así se crearia un importante ramo de comercio, interior y exterior, pues se podrian llevar con ventaja telas de lino á Castilla, visto el poco precio en que los indios daban las de algodon, y lo bien que sabian fabricarlas, aunque desprovistos de los telares y aparatos perfeccionados que ya podian establecerse. La variedad de climas en esta tierra convidaba, segun el obispo, á introducir en ella las plantas europeas, pues todas encontrarian clima y suelo apropiados á su cultivo.

La cria de la seda comenzó muy temprano en Nueva España, é hizo progresos asombrosos. El malvado oidor Delgadillo prestó siquiera á la colonia el servicio de traerle la primera simiente de seda, y habiéndola dado á un vecino, este cuidó de ella, la multiplicó y la extendió por varias partes, particularmente en la Misteca, donde pocos años despues (1540) se calculaba la cosecha en quince mil libras anuales.' Presto se comenzó á tejer en México terciopelos y otras telas de esta preciosa materia, y los muchos oficiales que en ello se ocupaban, llegaron á formar un gremio con mayordomo, veedores y escribano. No se ocultó al Sr. Zumarraga la importancia de tal industria, y para fomentarla pidió que se enviasen algunos moriscos casados del reino de Granada, con mucha simiente, para que repartidos por los pueblos de indios, los adestrasen en el plantio de morales y cria de la seda. Preciso es recordar la aversion con que entonces eran vistos los descendientes de moros ó judíos, y las leyes que prohibian severamente su paso á las Indias, para comprender lo atrevido de la proposicion, y cuánto sobresalian las ideas del Sr. Zumárraga sobre el nivel comun de su época. No contento con eso, mandó al I MOTOLINIA, Epíst. proem., página 8; trat. III, cap. 8, et alibi.

chantre de Oajaca Alonso de Figuerola, gran naturalista, segun se advierte, que hiciese un libro por el cual fueran instruidos los indios en criar la seda hasta teñirla, y el chantre cumplió el mandato.' Ese libro, que seria sobremanera interesante, no ha llegado á nosotros; pero años despues llenó esa necesidad Gonzalo de las Casas con su Arte para criar seda en la Nueva España, que imprimió en Granada en 1581.

Entre los animales domésticos que debian enviarse, preferia el Sr. Zumárraga los burros: de los caballos bien cuidaban los españoles. En verdad que multiplicar aquel animal tan útil, tan sufrido y tan apropiado al carácter del indio, era el mejor medio de evitar que se echasen ellos á cuestas las cargas, de grado ó por fuerza. Ahí estaba la verdadera solucion al intrincado problema de los tamemes. Queria más, y era que los caciques fueran compelidos á comprar burras, y tambien ovejas y carneros merinos que los maestres debian de traer, para que se afinase la lana que ya comenzaba á haber, y pudieran tejerse mejores paños, ademas de alfombras y tapicerías, para lo cual se traerian telares. Todo ello le parecia fácil porque las ovejas se multiplicaban extraordinariamente en esta tierra, y esperaba que los paños no solo bastarian para el consumo interior, sino que podrian llevarse á España. Aseguraba que los indios conocian excelentes tintes, y que siendo ya muy diestros en fabricar telas finas de algodon y pelo de conejo, con más razon harian las otras cuando tuviesen á mano cantidad de buena lana, y mejores instrumentos. Las ideas del obispo iban conformes con las más sanas reglas de la economía: deseaba que la exportacion no se redujese á los metales preciosos, sino que parte de ellos, á lo menos, quedase en la tierra para la contratacion, y se sacasen productos de agricultura é industria, como hoy se comienza

I Extracto de una relacion hecha al Emperador, por ALONSO DE FIGUEROLA, chantre de Oajaca, apud Docu

mentos del Archivo de Indias, tomo III, pág. 534.

á hacer con tan notables ventajas. Al reves de ciertos políticos de nuestros tiempos, que no hallan otro medio para acrecentar las rentas del Estado, sino el de arruinar á los pueblos con insoportables exacciones, el señor obispo decia al rey, que no mirase en lo que habia de gastar al presente, "porque el que quiere coger ha de sembrar primero, y de las tierras ricas y pobladas y que permanece la poblacion se sirven y aprovechan los señores de ellas, y rico el pueblo rico el rey, y al contrario." Creia tambien que el beneficio no seria tan solo para esta tierra, sino que de ella se extenderia á otras que se fueran descubriendo.

Pensaba, sin duda, que no hacian falta soldados, porque nunca solicitó que viniesen; lo que le parecia muy necesario era que hubiese gran número de labradores y artesanos con familias. Dió el ejemplo trayendo á su costa treinta casados que á poco tiempo ya labraban aquí paños. Pero los artesanos que venian de España rehusaban enseñar sus oficios á los indios; de buena gana los tomaban por esclavos, mas no por aprendices; ántes les ocultaban con sumo cuidado sus procedimientos, porque como los naturales trabajaban tan barato, hacian competencia ruinosa á los maestros. Aunque los indios se daban mil trazas para aprender los nuevos oficios, y los frailes les ayudaban cuanto podian, el camino era largo y dificil, por lo cual queria el obispo que los labradores y artesanos vinieran con obligacion de enseñar á los indios, y propuso que se fundase para ellos una escuela de artes y oficios.

Casi todas las peticiones del Sr. Zumárraga fueron acogidas favorablemente, inclusa la de los moriscos, y se mandó á los oficiales de la Casa de la Contratacion de Sevilla, que despacharan lo que se pedia; pero cuidaron poco de ello, y el interes particular fué más bien el que nos trajo muchas cosas: nunca con la abundancia y provecho que deseaba el ilustre prelado. No se le ocultaba que los empleados verian con tibieza aquel

importantísimo negocio, y por eso concluye con estas palabras: "Y porque se suele decir que dolor ajeno de pelo cuelga, &c., para que estas cosas se provean mejor, seria menester un solicitador en Sevilla á quien los vecinos de México y de los otros pueblos diesen veinte ó treinta mil maravedís ó más de salario cada año, porque lo solicitase; que si se deja á los oficiales de Sevilla, olvidallo han ó no se hará nada.”'

Así extendió sus beneficios á toda esta tierra el primer Pastor de nuestra Iglesia. Misioneros, escuelas, colegios, imprenta, libros para los ignorantes: asilos y hospitales para los enfermos: dotes y limosnas á huérfanos y pobres: trabajo y nuevas industrias al pueblo: al Estado aumento en sus rentas; lustre á la Iglesia y al culto, luz á los idólatras, paz, concordia, justicia y caridad para todos, nada descuidaba, á todo atendia aquel fraile que habia pasado la mayor parte

de su vida en el encierro de un claustro. De creerse era que colocado en un puesto tan alto como dificil, no mostraria otras dotes que las de un religioso austero y ejemplar. Pero conservándolas todas sin menoscabo, descubrió ademas las cualidades de un prelado digno de los primitivos tiempos de la Iglesia, y las de un notable hombre de Estado. ¿Qué más pudiéramos pedirle? Pues nos queda todavía un precioso floron que añadir á su corona: el de escritor piadoso y persuasivo. La voz se apaga con la muerte: el ejemplo de las virtudes se olvida: las fundaciones piadosas perecen á los embates del tiempo: queda el libro, y enseña á las generaciones más remotas.

I Carta de los OBISPOS, Apéndice, Doc. n. 21, pág. 96.- Parecer del SR. ZUMARRAGA, Apénd., Doc. no 23. Otro, Apénd., Doc. no 24.-Carta de

los OIDORES, Apénd., Doc. no 59, página 252.-MOTOLINIA, trat. III, capítulo 13.-MENDIETA, lib. IV, capítulo 13.

XXI

GNORO si existe algun catálogo de los escritos, propios y ajenos, que publicó el Sr. Zumárraga: yo no le he visto, y solo encuentro

descripciones puramente bibliográficas, no siempre exactas, de uno ú otro de esos libros, ya en obras especiales, como la Bibliotheca Americana Vetustissima, ya en catálogos de ventas públicas ó de colecciones de particulares. Los bibliografos antiguos no fijaron su atencion en esas publicaciones interesantes, no las conocieron, y el Sr. Zumárraga ha sido desgraciado, hasta como escritor. El gran bibliotecario español, D. Nicolás Antonio, ni siquiera mencionó á nuestro obispo en la primera edición de su Bibliotheca Hispana: en la segunda apareció esta árida noticia en

contrada entre otras cédulas sueltas:

"ANONYMUS, aut sane mihi ignotus, DE ZUMARRAGA, Sodalis, ut existimo, alicujus Religiosi ordinis, qui ad Americam transfretavit, laudatur quod scripserit: "Historia de Nueva España."

Con razon al leer esto exclamaba Beristain: "Desgraciada América, que á los ciento y cincuenta años

de descubierta eras tan desconocida á uno de los más eruditos y curiosos literatos de Europa, que áun oyendo el rarísimo apellido de Zumárraga, con señales de haber sido religioso, y de haber estado en tus provincias, todavía ignoraba que el primer obispo de México se llamó Zumarraga y fué fraile francisco!"

El conocimiento de las ediciones del señor obispo ha venido á divulgarse algo en estos últimos tiempos, gracias al afan con que se buscan en el extranjero las primeras impresiones mexicanas, y á los exorbitantes precios que por tal motivo alcanzan en las ventas públicas. Sin embargo, áun no se conocen todas. Yo he trabajado muchos años en juntarlas, aunque sin gran fruto; pero he tenido la fortuna de ver otras que no

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