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vía la nueva sociedad, apénas sabian los indios cuál era su justicia, y ménos encontraban quien se la diese. Estaba entonces en todo su vigor el sistema de repartimientos, que si no adolecia de injusticia intrínseca, porque se reducia á que los indios dieran al encomendero el tributo que debian á la corona, abria en la práctica gran campo á los abusos, ya de los encomenderos mismos, ya de los gobernantes.' Estos podian exigir ilegalmente tributos extraordinarios sobre los correspondientes al encomendero, traficar con la concesion de repartimientos, ó aplicarlos á sí propios; pues aunque el gobierno de la metrópoli prohibia á sus empleados tener indios en encomienda, ellos eludian la prohibicion poniéndolos en cabeza de sus paniaguados. Por todos estos caminos, y áun por otros, supieron sacar provecho los despiertos letrados de la primera Audiencia; y no pararon allí las extorsiones de que fueron víctimas los indios, á pesar de que nada habia recomendado tanto el rey, como que fuesen bien tratados, y relevados de las vejaciones que sufrian.

Comenzóse la negra obra por enviar mensajeros para llamar á todos los señores de la tierra que estaban de paz, y hacerlos venirá México. Conforme llegaban, los tomaba aparte Pilar en la casa del presidente, y les hacia largos razonamientos, "no á fin de que viniesen al santo bautismo," sino para que diesen cuanto tenian. Los señores indios, que comprendieron bien el objeto del llamado, no vinieron con las manos vacías, sino que todos traian preparado su presente; lo cual, por otra parte, era costumbre antigua entre ellos: no presentarse sin ofrenda cuando llegaban para hablar con algun superior. Al decir de los contemporáneos, no quedaron descontentos del resultado de la visita presidente y oidores, ni tampoco satisfechos: ántes avivóseles la codicia, y solo pensaban en adquirir más riquezas. Aunque por la prohibicion no tenian indios en su nombre, servíanse de los de Cortés y del rey: po1 Vide infra, cap. XV.

nian otros en nombre de sus agentes: vendian mercedes de repartimientos: tenian esclavos para coger oro: á los indios libres ocupaban en que les hiciesen, sin paga, casas, quintas y molinos: ' despojaban de tierras y aguas á los naturales, celebrando con ellos, á fuerza, contratos irrisorios para cubrir las apariencias: poseian crecido número de cabezas de ganado: comerciaban por trasmano: cargaban indios, y les exigian tributos indebidos: daban á sus allegados, ó á quien mejor pagaba, los repartimientos y los cargos públicos: con nombre de multas por haber quebrantado las ordenanzas contra el juego, exigian gruesas sumas á los españoles, aprovechándose de buena parte de ellas: recibian cohechos á cara descubierta; y en suma, no perdian ocasion de enriquecerse á toda prisa, considerando, no sin fundamento, que aquel desbarato no podia ser de larga duracion.2

Un vicio, lo mismo que una virtud, rara vez está solo en el hombre. A la desapoderada codicia agregaban aquellos señores desenfrenada incontinencia y desprecio á todo decoro. Pilar, instrumento de sus rapiñas, lo era tambien de sus desórdenes de otra especie. Nos está vedado, por el respeto que debemos al lector, entrar en pormenores de este resbaladizo capítulo, que no faltan en los escritos contemporáneos. Baste decir que lo más ruidoso y más sensible para los indios, enmedio de los indignos ultrajes que sufrian en su honor, fué lo ocurrido en Tezcoco. Habian levantado allí los frailes una casa para recogimiento de indias, doncellas y viudas, donde se mantenian encer

I Ademas de negarles la paga del trabajo y el precio de los materiales, solian maltratarlos cruelmente. Delgadillo, porque el cacique de Tacuba no le trajo todos los indios que le pedia para las obras, «le arrastró por los cabellos, y le dió tantas coces, que le hundió los pechos, y le hizo echar sangre á borbollones por la boca. Yo le llevé en una hamaca (prosigue diciendo el Sr. Zumárraga) al mones

terio más propincuo de Cuyoacan.... y aunque se puso toda diligencia en su curacion, murió.» Descargos, Apénd., Doc. n. 10, págs. 66, 67.

2 En la carta del Sr. Zumarraga, ántes citada, hay una larga lista de los cohechos que recibieron, y una menuda relacion de los medios que empleaban para allegar riquezas. Apénd., Doc. n. 1, pág. 20.

radas bajo la direccion de una matrona española. Por órden de Delgadillo fué quebrantada de noche aquella clausura, y sacadas por fuerza dos doncellas de buen parecer, que un hermano del oidor se llevó consigo á Oajaca. Bien puede conjeturarse qué harian en las indefensas moradas de los indios unos atrevidos que así allanaban los asilos murados, en ciudades populosas.'

No aprendia entónces Guzman á aprovecharse de los indios. Diestro era ya en el oficio, y cuando gobernaba en Pánuco sacó de aquella su jurisdiccion más de veinte navíos cargados de indios, para llevarlos á vender por esclavos en las islas, casi despobladas ya de sus naturales. Poco ménos que desierta quedó la provincia de Pánuco; 2 y venido el gobernador á México, prosiguió aquí por medio de Pilar el infame tráfico, diciendo, con mentira, que tenia para ello autorizacion de S. M. Daba licencias para sacar esclavos, ó los enviaba él mismo á Pánuco, cuya gobernacion retenia por especial merced del rey, y los hacia marcar allí,

I Eran tambien escandalosas las escenas que pasaban en la ciudad. Algunas refiere el Sr. Zumarraga, y concluye su narracion diciendo: «V. M. envió presidente y oidores, y agora hay estos, y más, presidenta é oidoras, que estas se han sentado en los estrados reales, estando ellos presentes.... y certifico á V. M., que propriamente estas tienen el cargo de la justicia.... porque no se les niega cosa.» Apénd., Doc. n. 1, pág. 17.

2 « Pues en lo de Pánuco se herraron tantos (esclavos) que casi despoblaran aquella provincia.» (BERNAL DIAZ, cap. 196.) Veamos cómo procuraba disculpar Guzman estas atrocidades, sin negarlas: «Si licencia he dado de sacar esclavos de la provincia de Pánuco, hícelo por la pobreza y necesidad que la tierra tiene y vecinos de aquella villa, y por muchos requerimientos que me hicieron, como está probado; y púdelo hacer porque no tengo mandamiento de V. M. para que no se hiciese, ni por instruccion ni cédula; y en lo que se

ha hecho pienso haber servido á Dios y á V. M., en proveer la provincia de ganados y yeguas, y otras cosas para su entretenimiento, que no tienen de donde habello ni de donde les venga, sino con esta saca, porque no tienen oro con que comprallo, ni lo hay en la tierra; y Dios sabe que quisiera más no hacello, si se pudiera excusar, aunque de V. M. no tenia otro mandamiento en contrario; y no se hallará que un peso en oro yo he habido, por ninguna vía que sea, y por cada uno que se hallare pagaré ciento, sino por ganado y otras cosas; y viendo que no volvia el retorno que eran obligados á traer, antes que me partiese provei que no se sacase esclavo ninguno, y tambien porque me parecia que V. M. no se servia dello, pues enviaba hacer probanza sobre ello.» (Carta al Emperador, Chiametla, 16 de Enero de 1531, apud Documentos Inéditos del Archivo de Indias, tom. XIII, pág. 410.) El pasaje es característico, y le abandono á los comentarios del lector.

para que en seguida pasaran como los demas á perecer en las islas. El negocio era muy lucrativo y sobraban malvados que tomasen parte en él. Nada exasperaba tanto á los indios, como ser sacados de su naturaleza, y así es que aceleraban por su parte la obra de destruccion, quitándose á sí propios la vida (cosa de que en su antigüedad no habia ejemplo), y negándose á la generacion. De haber continuado más tiempo el feroz Guzman en el gobierno, habria consumido tambien buena parte de la gente de Nueva España; pero el curso de los sucesos le llevó luego á ejercer sus crueldades en la Nueva Galicia, donde, si no continuó la extraccion de esclavos, porque la distancia no lo consentia ya, dejó señalado su camino con rastros de sangre y desolacion. La más distinguida de sus víctimas fué el desdichado rey de Michoacan, conocido con el nombre de Caltzontzin. Habíase sometido voluntariamente con todo su reino al dominio español, y vino á México poco despues de ganada la ciudad. Cortés le recibió con agasajo, y le dejó volver libremente á su tierra. Llamado ahora por Guzman, como todos los demas señores indios, no quiso venir sino que envió en su lugar un embajador con regalos; pero como recibió nueva notificacion de presentarse, hubo al cabo de acudir en persona. Encontró esta vez muy diferente acogida, porque Guzman le tuvo encerrado más de dos meses, hasta que le entregó una cantidad considerable de oro y plata, que le exigió á título de rescate, y ni áun con eso alcanzó su libertad."

1. Cupo á Pilar su parte en el despojo, y como el obispo lo supiese, se quejó al presidente, haciéndole ver cuán mal le estaba tener por intérprete á un hombre que por sus malas palabras y peores obras habia estado dos ó tres veces á punto de ser ahorcado. El presidente lo dijo todo á Pilar, y este desvergonzado se fué al obispo y le llenó de injurias: tanto así confiaba el malvado intérprete en los lazos de complicidad con que te

nia atadas á las primeras autoridades de la colonia. «Y oviérame de costar caro (dice el Sr. Zumarraga, hablando de este suceso), porque luego lo dijo al Pilar, y lo envió á nuestra posada, y me dijo todo lo que quiso y le pareció, con mucha desvergüenza y deshonestidad.... y áun el presidente me dijo que Pilar es servidor de V. M. y ha de hacer por él mucho, como lo hace; pues yo afirmo y ofrezco prueba que este Pilar lo es del infierno y

Guzman le guardó preso, y le llevó consigo á la expedicion de la Nueva Galicia. Dióle tormento por el camino varias veces, á fin de obligarle á entregar el resto de sus tesoros: mas como ya estaban casi agotados, solo obtuvo de él nuevamente un poco de oro y plata. Cuando vió que no podia arrancarle más, coronó tantas iniquidades mandándole quemar vivo cerca de Puruándiro. Semejante atrocidad le ocasionó graves disgustos con la corte; si bien parece que movia más á esta el deseo de recoger las sumas exigidas al infeliz monarca, que el de castigar el crímen cometido en su persona.1

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UNQUE el Sr. Zumárraga veia con gran pena todos los excesos de la Audiencia, y por lo tanto las tropelías de que eran víctimas los españoles, no podia hacer otra cosa que lamentarlas é interponer buenos oficios, porque no estaba en su mano el remedio; pero tratándose de los indios, el caso era muy diverso. Traia título de protector de ellos, y el soberano le habia encargado que cuidara del cumplimiento de las leyes que los favorecian. Tenia, pues, estrecha obligacion de acudir á su defensa, y no esquivó la lucha, aunque combatia con grandes desventajas. El cargo se le habia dado en el supuesto

deservidor de Dios y de V. M., que merece gran castigo, el cual no espero que habrá en la era presente.» (Carta citada, Apénd., Doc. no 1, pág. 16.) Y así fué, que Pilar murió de muerte natural en Enero de 1532, y léjos de haber sido castigado, alcanzó en la corte que se le hiciera merced de escudo de armas, por sus servicios. HERRERA, Déc. IV, lib. 7, cap. 8.

I Véase la Residencia de Nuño de Guzman, apud Procesos de Residencia

instruidos contra Pedro de Alvarado y Nuño de Guzman (México, 1847, 8), pág. 260; la cédula dada en Barcelona á 20 de Abril de 1533 (PUGA, tom. I, pág. 289), &c.-Autores de nota dicen que el Caltzontzin no permaneció preso en México, sino que volvió á su tierra y salió al encuentro de D. Nuño cuando entró en Michoacan. El esclarecimiento de este punto, que es bien dificil, no hace a nuestro propósito. El hecho es que le robó, atormentó y quemó.

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