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se le habia despachado una cédula con órden de que acatase y obedeciese á la Audiencia, pues de lo contrario se tendria S. M. por deservido.' Ahora le trajeron los nuevos oidores una carta de reprehension, y se vieron precisados á entregársela, aunque no tardaron en conocer "que era varon santo, y que si en algo se habia excedido, no fué sin causa." La recibió con grande humildad, y por su respuesta se colige cuáles eran los cargos que se le hacian. "El presidente oidores que agora residen en esta su Real Audiencia me dieron una carta de V. M., la cual, despues de ser por mí recibida con aquel acatamiento y obediencia que á tan soberano príncipe se debe, leida entendí por ella la excesiva clemencia que conmigo V. M. quiso usar, porque conocí serme enviada á causa de muchas y graves informaciones que contra mí se debieron hacer, y V. M. por ella muestra haberlas recibido; de donde colijo uno de dos favores que V. M. me hizo: el uno ser tan ligero el castigo de tan culpada informacion; ó haber V. M. no querido dar el crédito conveniente á la intencion de quien la escribió ó envió allá quiso hacer; y porque en lo primero, puesto que la clemencia que mucho resplandece en vuestra real persona no debe ser impedimento á la virtuosa rectitud de vuestra justicia, quiero creer lo segundo, ofreciendo á V. M. cuál sea la verdad de lo que contra mí se informó.

"Grande es la clemencia y benignidad con que V. M. tan piadosamente quiere corregir á este su siervo sin provecho, no haber tratado los negocios que eran á mi cargo segun debia, formando parcialidad y diferencias con los presidente y oidores de vuestra Real Audiencia, predicando cosas desasosegadas y escandalosas, y muchas de ellas en ofensa é injuria de los dichos oidores, é algunas en perjuicio de vuestra preeminencia real; y asimismo dando copias abiertas de las cartas que á V. M. escribia, á personas particulares, que las I Inventario, Apénd., Doc. no 50, pág. 231.

en que

publicasen en esos reinos y fuera de ellos." Prosigue su carta justificándose con gran moderacion, y escribe estas palabras que prueban cuánto anteponia el interes público al particular: "Cuando estos oidores me dieron la carta que digo de V. M., les respondí que si me mandara azotar en un asno por esta plaza, y me mandara dar muy mayor penitencia, yo no podria perder el gozo que tengo en mi alma, por ver así la redencion de la tierra." Al mismo tiempo dirigia al Consejo otra humilde carta, casi por los mismos términos, confesaba haber errado, se sometia á las penas que se quisiera imponerle, y repetia que por graves que fuesen, no podrian quitarle la alegría que le causaba la venida de los oidores. Ignoraba entónces que áun no habia acabado de pagar tan loable satisfaccion, pues cuando debia creer que la reprehension recibida bastaba para castigo de las faltas que se le imputaban, llegaron los procuradores al mismo tiempo que el presidente Fuenleal y le entregaron cédula real fecha á 25 de Enero de 1531, en que se le mandaba que, dejado todo, se presentara inmediatamente en la corte.' Á una conciencia tranquila como la suya no podia causar sobresalto tal órden; pero grande amargura debió sentir el buen obispo al recibir tan triste recompensa de su celo, de su fidelidad, de su entereza y de los gravísimos disgustos sufridos en defensa de la buena causa, sin esperanza ni deseo de provecho propio. Hase dicho que la Emperatriz le llamó para que informara acerca del estado de la tierra, y se consagrase allá; pero un documento recientemente publicado hace ver que los términos del mandamiento no eran tan favorables como se supone. De otra suerte, no hubiera causado á los franciscanos tanto sentimiento como muestran en una carta que dirigieron á la Emperatriz. Allí se

1 Carta á la Emperatriz, 28 de Marzo de 1531, Apénd., Doc. n? 7, págs. 54, 55, 56.

2 Apéndice, Doc. no 57.

3 Inventario, Apénd., Doc. n. 50, pág. 231.

4 Cartas de Indias, pág. 58.

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ve que el llamado del Sr. Zumárraga á la corte se consideraba como un triunfo para sus enemigos, y como una confirmacion del destierro que los oidores pasados habian llegado á imponerle. Si se trataba de ir á consagrarse, no dijeran los misioneros que la carta habia sido "un cuchillo que ha traspasado nuestros corazones," ni manifestaran su creencia de que vendria otro obispo. Todo lo llevó el Sr. Zumarraga con invencible paciencia. Cargado de años y de trabajos, no pensó en pedir mitigacion de la órden, ni vaciló un instante en obedecerla. Despidióse de sus amados compañeros y de todas sus ovejas, á quienes no creia volver á ver, y tomando su báculo emprendió como pobre fraile tan larga y peligrosa peregrinacion, con la tranquilidad de espíritu que solo es hija de la fe cristiana del desasimiento de las cosas terrenas.2

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1 Para consagrarse no tenia que ir á España el Sr. Zumarraga, pues podia ser consagrado aquí por el Sr. Garcés y dos dignidades asistentes, al tenor de la bula de 3 de Septiembre de 1530. (Apénd., Doc. no 15.)—Lo más extraño es que en 20 de Marzo de 1532, cuando estaba ya despachada y áun recibida aquí la cédula en que se le llamaba, escribiera la Emperatriz á la Audiencia: «Mucho he holgado de la conformidad que entre vosotros y el Electo hay, y la buena relacion y aprobacion que de su persona haceis, de la cual acá hasta agora no se ha tenido duda ninguna, y teniendo S. M. desto noticia le nombró para esa dinidad: vosotros siempre le ayudad y tratad como lo requiere su persona y dinidad.» (Cedulario de PUGA, tom. I, pág. 269.) El documento de que tomamos este pasaje, es una larga respuesta de la reina á la carta de los oidores de 14 de Agosto de 1531. Nada se dice de haber llamado al Electo, y la recomendacion que se hacia de él era inútil, puesto que ya se le debia considerar en camino para España.

2 No es posible fijar sino aproximadamente la fecha de la partida del Sr. Zumarraga. Los procuradores que

le trajeron la órden de ir á España estaban aquí á principios de Octubre de 1531, como se ve en las actas del Ayuntamiento. El Sr. Fuenleal, en carta de 30 de Abril de 1532, anuncia el viaje del obispo, y se refiere á los informes que allá daria: «Se dió órden cómo se trabajase en la conversion, como el Electo podrá de ello informar á V. M.» Y luego repite: «Y porque desto informará el Electo de esta ciudad, de él podrá V. M. saber lo que ha pasado.» En otra carta de 3 de Noviembre, dice: «Si á V. M. pareciere que será provechoso lo que digo, comuniquese con el Electo y con los seis frailes que en ella digo, los cuales V. M. mandará que se busquen tales personas cuales para esto se requiere.» (Documentos del Archivo de Indias, tom. XIII, págs. 210, 211, 251.) Si no me engaño, de estos pasajes se deduce que el Sr. Zumárraga partió de aquí cuando se escribia la primera carta (30 de Abril de 1532), y tal vez con ella, porque sabemos que en Mayo siguiente salieron navíos para España. (Carta de FUENLEAL, 10 de Julio de 1532, apud Documentos del Archivo de Indias, tomo XIII, pág. 224.) Prueban igualmente que en Noviembre estaba ya

Mientras navega el Sr. Zumárraga, detengámonos un momento para dirigir la última mirada al agitado período cuyos principales sucesos acabamos de narrar.

Trasladado por la obediencia el humilde fraile desde la amada quietud de su monasterio al espinoso dosel episcopal, vió agravada su carga con el título de Protector de los indios que le obligaba á tomar tambien parte en los negocios civiles. Establecer una nueva Iglesia que recogia en su gremio dos razas tan distintas y opuestas: proseguir la conversion de la una y ampararla contra los ataques de la otra: quebrantar la dureza de los conquistadores y enfrenar su codicia, sin levantar por eso demasiado á los vencidos, que debian permanecer sujetos firmemente á la nueva dominacion: mantener la paz entre las órdenes monásticas, rivales ya que no enemigas, y armadas de grandes privilegios que casi las ponian fuera de la jurisdiccion episcopal: formar el clero secular con escasísimos elementos, y darle prestigio á pesar de su poco valer y de la mala voluntad con que le veian los frailes: hacer, en fin, todo esto y más sin ayuda de fuerza humana, era ya tarea imponderablemente árdua; pero la dificultad parecia invencible cuando el mayor contrario era la autoridad misma que tenia el poder y la representacion del soberano. Oponerse á ella en cualquiera manera, podia orillar fácilmente á un acto involuntario de re

en la corte, y por eso dice el presidente que el negocio se comunique con el Electo y con seis frailes que allá debian escogerse: no lo diria si el Electo estuviera aquí, pues en tal caso él le hubiera consultado, sin tener que dar ese encargo á los de allá. La mayor parte de los autores dicen únicamente que se fué en 1532, sin expresar siquiera el mes. Me contentaré con citar dos, porque precisan más el tiempo, y porque ambos son buenas autoridades, especialmente el segundo. D. Carlos de Sigüenza y Góngora en su Piedad Heróica de D. Fernando Cortés, cap. 10, no 105, hablando de las casas arzobispales

dice que el Sr. Zumarraga « viviria en ellas desde aquel tiempo (Abril de 1530) hasta casi mediado el de 1532, en que se fué á España.»-D. Juan B. Muñoz en su Memoria sobre las Apariciones y el Culto de Ntra. Sra. de Guadalupe de México, inserta en el tomo V de las Memorias de la Real Academia de la Historia (pág. 218), se expresa así: «Sabemos de cierto que se hallaba (el obispo) en España, á donde partió á mediados de 1532.» Se ve, pues, que ademas de estar conformes estos autores entre sí, lo están con los documentos citados, y todo viene á coincidir con la fecha que adopto: Mayo de 1532.

belion, ó por lo ménos á un paso avanzado que se prestara á siniestras interpretaciones. Todo supo vencerlo el Sr. Zumarraga con paciencia, humildad, constancia, energía, desinteres y consumada prudencia. Contuvo ó protegió á los conquistadores, segun el caso lo pedia: ganó el amor de los indios: se hizo acepto á los frailes: sostuvo los derechos de la Iglesia: opuso firme resistencia á los desmanes de la autoridad colonial, sin ofender la del rey, y si las acusaciones de sus contrarios lograron que una corte suspicaz llegara á dudar de él, salió ileso de la prueba y quedó más acrisolada su lealtad.

Algunos han querido presentárnosle como prelado arrogante y turbulento que ambicionaba para sí toda la autoridad y no podia vivir nunca en paz con los encargados del poder civil.' La mejor prueba de lo contrario está en su conducta posterior. Desde que desaparece la primera Audiencia, no se vuelve á oir hablar de la menor discordia entre el obispo y el gobierno. Bendice la llegada de la segunda; ve en ella "la redencion de la tierra," colma de elogios á los oidores, pide que si escribieren algo contra él se les dé crédito, y eso cuando la misma Audiencia, que ya le habia traido una severa reprehension del rey, le hacia sentir el peso de su autoridad, sin hallar en el obispo otra cosa que conformidad y obediencia. Los excesos de Nuño de Guzman y sus colegas fueron la causa única de los males que sufrió la colonia durante los dos años de aquel mal gobierno: excesos referidos en todas las historias, y que indudablemente habrian sido mayores, sin la vigorosa oposicion del brazo eclesiástico. No podia ser el Sr. Zumarraga simple espectador de los atentados que cometia la Audiencia contra los indios, á quienes él estaba obligado á proteger, y contra la Iglesia, cuya defensa le tocaba por oficio. Si los hubiera tolerado, por temor ó por otra causa, habria sido pastor

1 Lettre du FR. VINCENT DE STA. MARIA, apud TERNAUX, tom. XVI, pág. 94.

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