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nos quedan del venerable señor obispo; y de sus letras, al par que de su buena vida, son testimonio los cargos que desempeñó en una órden tan rica entonces en sujetos distinguidos, pues fué guardian de varios conventos, definidor, y áun provincial de su propia provincia de la Concepcion."

Gobernaba, como guardian, el convento del Abrojo el año de 1527, á la sazon que fué Carlos V á Valladolid, con motivo de las Cortes generales que habia convocado para aquella ciudad, capital entónces del reino. No era desconocido al Emperador el convento, pues en él se habia hospedado diez años ántes, al llegar á España por primera vez, y acaso esa circunstancia le hizo elegirle para retiro durante la Semana Santa. Tuvo allí frecuentes ocasiones de admirar la austera vida de aquellos frailes, así como la gravedad, devocion y compostura con que el prelado celebró los divinos oficios. Al despedirse puso en sus manos una crecida limosna: rehusaba el guardian recibirla; pero obligado por las repetidas instancias del soberano, á quien temió ofender con una negativa absoluta, hubo al fin de aceptar lo que se le ofrecia, é inmediatamente lo repartió á los pobres, sin reservar cosa alguna para su comunidad. Tal muestra de desprendimiento y de amor á la pobreza hizo grande impresion en el Emperador, y mejoró el favorable concepto que ya habia formado del buen padre, á quien se propuso desde entónces confiar encargo en que brillara más y fuera de mayor provecho su virtud.

No tardó en presentársele ocasion para ello. Las provincias vascongadas fueron de antiguo famosas por sus brujas, y apénas hay quien ignore el nombre del aquelarre de Zagarramurdi. Cuentan que allá en tiem

1 Segun Gonzalez Dávila, fué guardian del convento de Ávila (tom. I, pág. 26). Parece que tambien residió en el de S. Estéban, cerca de Burgos. En la Regla Christiana (últ. plana del pliego o) se lee: Ba fe pone vn ere

plo a hallo el auctor en vn libro d pergamino en el coro dl monesterio 8 fantisteuan cabe Burgos.

2 LAFUENTE, Historia General de España (Madrid, 1850 - 67, 30 ts. 4o), Pte. II, lib. 4, cap. 28.

que

pos muy remotos vino de Francia un individuo llamado Hendo ó Endo, de quien tomó nombre una parte de la raya de Francia que hasta el dia se llama Endaya. Dábase aires de sabio, siendo en realidad, al decir de los que refieren su venida, un insigne hechicero y embaucador, que propagó sus perversas doctrinas entre las gentes sencillas, apartándolas de la adoracion del verdadero Dios, para inclinarlas á la del demonio. No faltaron, empero, hombres cuerdos para atajar el mal trataran de prender al autor; mas él supo huir el cuerpo con tiempo, sin que volviera á tenerse noticia suya.' Quedó, con todo, mucha mala semilla que brotaba de cuando en cuando. El año de 1527 se presentaron en Pamplona á los oidores dos muchachas que declararon haber asistido á los conventículos de las brujas, y ofrecieron delatarlas, con tal de ser ellas mismas perdonadas. Otorgada la condicion, descubrieron todo, y señalaron quiénes eran las brujas: estas confesaron por menor el hecho. Abierta la mina, se juzgó necesario ahondarla, y al efecto dió el Emperador comision especial á nuestro Zumárraga, para que como persona apta, y versada ademas en la lengua de la tierra, fuera, con carácter de inquisidor, á enmendar aquel yerro y castigar á los delincuentes. Tomó el guardian por compañero en el desempeño de tan delicada comision al P. Fr. Andrés de Olmos, de su misma órden, á quien despues trajo consigo á México, y fué uno de los mayores misioneros que han ilustrado nuestro suelo.' Los historiadores no dicen otra cosa acerca del resultado de la comision, sino que el Sr. Zumarraga "hizo su oficio con mucha rectitud y madureza." 4

I LUZURIAGA, lib. II, cap. 7.-B. DE ECHAVE, Discursos de la antigüedad de la Lengua Cántabra Bascongada (México, 1607, 4), fol. 66.

2 SANDOVAL, Historia del Emperador Carlos V (Madrid, 1846, 47, 9 ts. 8), lib. XVI, 2 15.

3 Tambien vino á México con el

Sr. Zumarraga, en su primer viaje, Fr. Juan de Alameda, que murió en 1570. MENDIETA, lib. V, p. 1, cap. 36.

4. MENDIETA, lib. V, pte. I, cap. 27. No fueron las brujas de Navarra las únicas que dieron quehacer al Sr. Zumárraga y á su compañero el P. Olmos. Estando ya en México prendió

Se ha querido ver en esta pesquisa contra las brujas de Navarra una insigne muestra de supersticion, y con tal motivo han llovido burlas sobre el buen padre, no ménos que sobre su nacion y su siglo. Pero el lector de buena fe que no quiera dejarse extraviar por declamaciones interesadas, sino penetrar al fondo de las cosas, fácilmente advertirá, que el simple hecho de investigar aquel caso, no implica que el Sr. Zumárraga diera crédito á las comunicaciones que las brujas mismas confesaban tener con el demonio. Para sostener lo contrario seria preciso apoyarse en pruebas tomadas de los hechos ó de los escritos del obispo; y nada hallo que venga en favor de semejante juicio: ántes bien seria fácil presentar varios pasajes de sus obras en que se muestra enemigo y censor severísimo de toda especie de supersticion. Hablando, por ejemplo, de las diversas maneras de quebrantar el primer mandamiento de la ley de Dios, y despues de haber tratado de la idolatría, prosigue de esta manera: "É yerran más peligrosamente contra este mandamiento muchos malos cristianos que en ofensa de su santa fe católica creen en muchas cosas vanas y supersticiosas, por la Santa Madre Iglesia reprobadas y condenadas; como son los que creen en agüeros de muchas maneras; en sueños, en estornudos, en hechizos y encantadores y adevinos, y sortilegos y en otras muchas abusiones. Otros que miran en cantos y graznidos de aves, en encuentro de algunas animalías é creaturas, en partir ó comenzar camino ó otro viaje en mártes, ó en otras

á un brujo llamado Ocelotl, y le desterró á España, «por ser muy perjudicial.» Cerca ya del puerto perdióse la nave en que iba, y no se supo más de él. Fr. Andrés, por su parte, prendió á un discípulo del otro; y diciéndole el indio, que su maestro se soltaba de la cárcel cuando queria, el padre, que por lo visto no creia mucho en el poder de tales artes, le dijo que se soltara, si pudiese; «pero no lo hizo porque no pudo.» Envióle des

pues al obispo, y por descuido de los que le conducian se escapó. (MENDIETA, lib. II, cap. 19.) Los mexicanos eran muy aficionados á este oficio, y ni áun despues de la conquista dejaron de ejercerle. En 9 de Junio de 1550 despachó el virey Mendoza una órden para aprehender á unos indios que andaban por Tepecuacuilco y Tasco, «haciéndose hechiceros y tigres y leones.» Libros de Mercedes del Archivo General, MS., tom. III, fol. 89.

B

horas y tiempos; en cortar ropa y en cortar cabellos y uñas ó otras cosas en tiempos ó dias señalados; en coger yerbas ó frutas, y en otras muchas maneras, como si los unos dias fuesen de Dios y los otros no. En el nacimiento de los hombres, cuanto á los planetas ó signos, y que los unos han de haber infortunios adversos y otros prósperas fortunas: traer consigo nóminas, letras ó caracteres ó señales no aprobadas y sospechosas: hacer hechizos é invocaciones de los demonios, presumiendo saber las cosas pasadas y las por venir, como profetas; y en otras muchas maneras quitan la honra debida á Dios, cuanto á la credulidad de cosas malas, contra la santa fe católica."'

Quien tan enérgicamente condenaba las supersticiones, léjos estaba de ser supersticioso. Afortunadamente tenemos todavía, y en el mismo lugar, este otro pasaje aplicable de un modo particular á nuestro intento: "Tambien se reduce á esta especie de idolatría el negocio de las brujas ó sorguinas que dicen que bay en nuestra tierra, y han sido condenadas y quemadas." Si en su pesquisa, hecha diez y seis años antes, hubiera encontrado, á su entender, verdaderas brujas, ¿cómo habia de poner en duda la existencia de ellas, refiriéndose á testimonio ajeno? Aquello que se ha visto y tocado, ¿se cuenta acaso con la restriccion de un se dice? Tampoco expresa que él las condenara y quemara. Unicamente puede decirse que en su concepto las abusiones de las brujas de Navarra constituian un grave delito contra la fe, como así era; y la investigacion de tales delitos incumbia precisamente á los inquisidores, cuyo carácter tenia entónces el Sr. Zumárraga. Procedió, pues, con jurisdiccion y en cumplimiento de su cometido. Por otra parte, nadie que se precie de justo podrá negar que aquellos hombres y mujeres, cuyas reuniones nocturnas en lugares apartados solian

I Doctrina, 1543, últ. plana del pliego b. En la noticia de los escritos del Sr. Zumárraga se hallarán co

piados otros pasajes relativos á supersticiones.

perso

ir acompañadas de abominables excesos, merecian bien un castigo, sea que se los tuviera por brujos, ó por delincuentes del orden comun. No era posible que la autoridad viera con indiferencia semejantes cosas, y dejara de atajar la funesta propaganda de algunos malvados que revolvian los pueblos, y seducian á nas débiles, ignorantes ó ilusas, haciéndolas contribuir á sus perversos fines. Exactamente lo mismo procederia hoy cualquier autoridad. Se ha dicho que las brujerías de los siglos XV y XVI no eran más que una epidemia de cierta forma de locura, y que los supuestos reos no merecian otra pena, que la de encierro en una casa de orates. Demos que así sea; pero la ciencia de la frenopatía no estaba entónces, ni con mucho, tan adelgazada como ahora; y no debe causarnos asombro, que donde ni siquiera se sospechaba locura, se viera una sugestion diabólica, digno orígen de prácticas supersticiosas y de acciones detestables. Que el Sr. Zumárraga desempeñó su encargo con moderacion y prudencia, se prueba con el testimonio de sus contemporáneos, y por el hecho de hablarse de ello tan poco en las historias; pues de haber ejecutado rigorosos castigos, no faltara su memoria, como ha quedado la del famoso Auto celebrado en Logroño el año de 1610.

Todo conspira, pues, á hacernos admitir que el Sr. Zumarraga no veia en las brujas de Navarra más que unas mujeres ilusas; pero áun cuando se probara que creia en la existencia de verdaderas brujas, tampoco bastaria para que cayera sobre él una censura especial, porque no habria hecho más que seguir la corriente general de la humanidad. En los tiempos pasados, en los actuales, y probablemente en los venideros: en las naciones tenidas por atrasadas, y en las que pretenden pasar por más cultas, se ha creido, se cree y se creerá en agüeros y hechicerías: tan fuertes así son la propension del hombre á lo sobrenatural, y su afan por descorrer el velo que le impide penetrar en el porvenir. Y áun tengo para mí, que un siglo co

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