Obras completas de don Miguel Antonio Caro, Volumen3

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Imprenta nacional, 1921
 

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Pasajes populares

Página 90 - Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, ¿por qué, si me miráis, miráis airados? Si cuanto más piadosos, más bellos parecéis a aquel que os mira, no me miréis con ira, porque no parezcáis menos hermosos. ¡Ay, tormentos rabiosos! Ojos claros, serenos, ya que así me miráis, miradme al menos.
Página 127 - ... y para ti el maíz, jefe altanero de la espigada tribu, hincha su grano; y para ti el banano desmaya al peso de su dulce carga: el banano, primero de cuantos concedió bellos presentes providencia a las gentes del ecuador feliz con mano larga.
Página 18 - ¿Quién me dará templar el voraz fuego en que ardo todo yo? —Trémula, incierta, torpe la mano va sobre la lira dando discorde son. ¿Quién me liberta del dios que me fatiga ...? Siento unas veces la rebelde Musa, cual bacante en furor, vagar incierta por medio de las plazas bulliciosas, o sola por las selvas silenciosas, o las risueñas playas que manso lame el caudaloso Guayas; otras el vuelo arrebatada tiende sobre los montes, y de allí desciende al campo de Junín...
Página 112 - Pasaron ya los tiempos, cuando lamiendo rosas el céfiro bullía y suspiraba aromas. Ya fieros huracanes tan arrogantes soplan, que salpicando estrellas, del sol la frente mojan: ya los valientes rayos de la vulcana forja, en vez de torres altas, abrasan pobres chozas.
Página 163 - Por lo que a nosotros respecta, si la ley del ostracismo estuviese en uso en nuestra democracia, habríamos pedido en tiempo el destierro de un gran literato que vive entre nosotros, sin otro motivo que serlo demasiado y haber profundizado, más allá de lo que nuestra naciente civilización exige, los arcanos del idioma...
Página 14 - ... del eterno olvido, ¡oh de ambición y de miseria ejemplo! el sacerdote yace, el Dios y el templo; mas los sublimes montes, cuya frente a la región etérea se levanta, que ven las tempestades a su planta brillar, rugir, romperse, disiparse; los Andes... las enormes, estupendas moles sentadas sobre bases de oro, la tierra con su peso equilibrando, jamás se moverán.
Página 17 - Dadme mi lira, dádmela, que siento en mi alma estremecida y agitada arder la inspiración. ¡Oh!, ¡cuánto tiempo en tinieblas pasó sin que mi frente brillase con su luz. . . ! Niágara undoso, tu sublime terror sólo podría tornarme el don divino, que ensañada me robó del dolor la mano impía.
Página 255 - Detrás de cada hecho, o más bien, en el fondo del hecho mismo, hay una idea estética ya veces una teoría o una doctrina completa, de la cual el artista se da cuenta o no, pero que impera y rige en su concepción de un modo eficaz y realísimo. Esta doctrina, aunque el poeta no la razone, puede y debe razonarla y justificarla el crítico, buscando su raíz y fundamento no sólo en el arranque espontáneo y en la intuición soberana del artista, sino en el ambiente intelectual que respira, en las...
Página 128 - No así trató la triunfadora Roma las artes de la paz y de la guerra; antes fió las riendas del estado a la mano robusta que tostó el sol y encalleció el arado; y bajo el techo humoso y campesino los hijos educó, que el conjurado mundo allanaron al valor latino.
Página 132 - Tiempo vendrá cuando, de ti inspirado, algún Marón americano ¡oh diosa! también las mieses, los rebaños cante, el rico suelo al hombre avasallado, y las dádivas mil con que la zona de Febo amada al labrador corona...

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