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y otros monumentos; y como del conocimiento de los mismos puede obtenerse alguna enseñanza,- conveniente juzgo hablar de ellos, deplorando que los medios materiales de que dispone el Estado no permitan la competencia entre los ofrecimientos de extranjeros y aun de coleccionistas españoles, y los que aquél consiente, después de la formación de expedientes largos, complicados y para todos enojosos.

No creo ocioso recordar lo acontecido allá por el año de 1870, con la famosa y mal llamada botica, que se conservaba en las casas denominadas impropiamente y por tradición de los Templarios en la egregia Toledo, y que en el Museo de South Kensington se halla aparatosamente instalada; ni lo ocurrido mucho antes con el Tesoro de Guarrazar, ni lo acaecido con el busto ibérico de Elche, ya que no haga especial mención de cierto brocal de algibe, en barro cocido, que, desapareciendo no sé por qué artes del Museo Provincial toledano, donde lo vi repetidas veces, fué años hace á parar al Museo de South Kensington referido. De ello hablé en la monografía titulada Brocales de pozo árabes y mudejares, publicada en el Museo Español de Antigüedades 1.

Hoy, que existen tantas Sociedades, subvencionadas ó no por el Estado, y que procuran la conservación de los monumentos y el estudio de las Artes y de las Industrias de todos los tiempos; hoy, que existe una ley de Excavaciones y Antigüedades, -que carece de sanción penal, que nadie cumple y que es en ocasiones de aplicación práctica imposible; hoy, que parece inspiran interés en ciertas clases sociales las antiguallas,— no será mucho llamar la atención de quien puede (si tienen estas líneas la fortuna de ser leídas por el Ministro del ramo), para evitar el despojo de que es víctima incesantemente España con relación á su caudal arqueológico, tan desatendido en el Presupuesto y tan olvidado en él, aunque la experiencia me tiene constantemente demostrado que toda voz en defensa de aquel caudal es, por desventura, vox clamantis in deserto.

Permítaseme comenzar haciendo memoria de las reliquias salvadas, y que hoy son propiedad del Estado en el Museo Nacional de Antigüedades. Entre ellas, están la notable Portada románica de la arruinada Iglesia del Convento de San Pedro de Arlanza en Burgos; la hermosa piedra gorronera hispano-mahometana, del período de los Reyes de Taifas, hallada por mí en el Convento de Santa Fe, en Toledo, y cuya compañera, en estado fragmentario, posee en dicha ciudad mi buen amigo el docto cateI Tomo III, año de 1873.

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Cártama (Málaga). Torso de escultura romana.
Museo Arqueológico Nacional.

Antequera (Málaga). Bacante. Busto en ala bastro. Propiedad de D. Francisco González Machuca.

drático de aquel Instituto D. Ventura Reyes Prósper; los capiteles y miembros arquitectónicos, hispano-mahometanos los unos y ojivales los otros y también de Toledo, de que, por mi intervención, hizo su propietario donación al Museo; los tres notabilísimos capiteles, hispano-mahometanos también, que existían en Córdoba, y de los cuales hizo donación el señor García Lobera; el cabo de rienda, hispano-muslímico, del jaez de un caballo, donado por mi amigo de Lorca (Murcia) D. Pedro Navarro; la lápida arábiga murciana cedida por mi buen amigo, ya difunto, D. Pedro Alcántara Berenguer; otra de Porcuna (Jaén), cedida también por mi amigo, asimismo difunto, D. Victoriano Rivera y Romero; un Xáhid (monumento sepulcral) toledano, y un fragmento de otro, á mis ruegos donados por D. Francisco de Borja San Román; diversos fragmentos recogidos por mí en Medina-Az-Zahra (Córdoba), antes de las excavaciones que allí dirige D. Ricardo Velázquez, y otros donados por mi amigo D. Enrique Romero de Torres; varios trozos del friso de yesería mudejar, del palacio del derruído castillo de Baena (Córdoba); la techumbre mudejar de una capilla derruída en Cifuentes (Guadalajara), donada por mi antiguo discípulo el alcalde que fué de aquella población, D. Jesús Martínez, y por no recordar más, un capitel de pilastra, del templo de Diana en Itálica, y un trozo de pavimento tesselato de la propia romana colonia, que adquirí en Santiponce (Sevilla), trozos de pipas romanas en barro, de Itálica, Lora del Río, Játiba y Toledo, y el Ajimez de la torre de la derruída iglesia de San Ginés, en Toledo, depositado en el Museo por su dueño don José de los Infantes, á indicaciones mías.

Todas éstas, y algunas reliquias más, con reproducciones de otras -cuando los originales no podían ser adquiridos-, he logrado para acrecentar las colecciones del Museo, como he conseguido la promesa de algún coleccionista notable de que, á su fallecimiento, legaría al Estado cuantas antigüedades posee, según hubo de cumplirlo D. Eulogio de Saavedra, vecino de Lorca, respecto de su colección de ídolos ibéricos en bronce.

I

Había sido Cártama, en la feraz provincia malagueña, venero casi inagotable de reliquias romanas, tanto escultóricas como epigráficas, explotado ya en el siglo xvi por el Marqués de Valdeflores, y del cual procedía el mayor número de los monumentos de una y otra naturaleza que se ostentaban en el interesante Museo por el Marqués de Loring fundado en

su hermosa Hacienda de la Concepción, cerca de la mercantil y fenicia Malaca, bajo la dirección del sabio epigrafista D. Manuel Rodríguez Berlanga, no ha mucho fallecido.

Tuve en 1907 oportunidad reiterada de ver y de estudiar en aquel interesante Museo, franco para todo el mundo, la riqueza cartimitana atesorada allí, deplorando siempre que no fuese del Estado, ó que el Estado no hubiera hecho nada por adquirirla; y cuando, en el año siguiente de 1908, hube de visitar á Cártama, sobre hallar destruídos algunos de los monumentos epigráficos que Hübner publica, encontrar otros empotrados en los muros del patio de una casa particular, y trasladado al cementerio otro, sirviendo de guardacantón en la esquina de una casa hallé, no sin la natural sorpresa, el torso en mármol de una matrona, de tamaño mayor que el natural, falto de la cabeza, é idéntico á otros varios torsos de matrona, descabezados asimismo, que el Marqués de Loring en su Museo poseía, y semejante al que, procedente del Cerro de Minguillar, cerca de Baena (Córdoba), había sido, con otros, para el Museo Arqueológico Nacional, en 1910 adquirido por el Estado.

No pudo nadie darme noticia del sitio de donde aquel resto escultórico fué recogido originariamente, ni de la ocasión ni de la fecha en que fué descubierto y colocado en semejante lugar con censurable indiferencia. Llevaba allí largos años; y como la calle es de mucho tránsito, los golpes de los muchachos, y el roce constante de caballerías y de carros habían ocasionado desperfectos en la escultura, bien que no tantos que la desfigurasen ó la inutilizaran.

Cierto que no era un prodigio de arte, ni de los buenos tiempos de la escultura romana; pero era digna de mejor suerte, y así formé desde luego el propósito de salvarla de su destrucción total, para nadie provechosa, procurando adquirir tal reliquia para el Museo Arqueológico Nacional, empresa en que hallé no pocas dificultades. Venciólas al fin mi perseverancia, pues á ruegos míos intervino mi joven amigo D. Antonio Roldán y Salcedo, vecino de Cártama, logrando al fin que, por donación generosa del mismo, figure hoy en la Sala correspondiente del Establecimiento nacional citado.

Igual resultado espero obtener por mediación del propio Sr. Roldán en orden al monumento funerario cuyo epígrafe publica Hübner con el número 1.961 y la advertencia de que latet periitve, el cual se halla en el cementerio de Cártama, sirviendo de pedestal á una cruz, á la cabeza de una sepultura.

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