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de oro, de cobre eran en su totalidad los malagueños, y tal era el braserillo de una pipa de barro blanco, que ni él ni yo estimamos entonces, pero que después de las halladas en Itálica, Lora del Río, Játiba y Toledo, fuerza es reconocer era romana.

Sabiendo yo lo mucho en que Reyes tenía todo aquello, jamás le hice indicación alguna; mas fallecido por desventura, y cuando menos podía presumirse, temí que los objetos por él tan estimados se perdiesen, é hice cerca de la familia gestiones, infructuosas por desgracia, para adquirir con destino al Museo Arqueológico Nacional por lo menos los amuletos fenicios, que eran en corto número, y el braserillo de la pipa

romana.

Y como en realidad no sé la suerte que hayan podido correr los indicados objetos ó la que les aguarda si todavía reunidos subsisten, no me parece inoportuno hacer siquiera de ellos en general mención, para que sean, por lo menos, su existencia y su procedencia conocidas.

No otra cosa acontece en orden á los ibéricos y romanos allegados en sus exploraciones á través de la provincia de Albacete por el diligente investigador D. Pascual Serrano, fallecido también ha poco. Lo que no enajenó en vida á M. Pierre de París y otros arqueólogos extranjeros y aun españoles, ó éstos no quisieron adquirir por su significación escasa, conservábalo en su casa de El Bonete (Albacete), localidad en la que había sido profesor de instrucción primaria. Tampoco sé lo que la familia haya dispuesto de aquella colección, en la que todavía quedaba algo interesante, á juzgar por los dibujos y las fotografías que hubo el Sr. Serrano de en

señarme.

X

Por iguales motivos, conveniente es, asimismo, dar noticia de dos monumentos escultóricos romanos, hallados, respectivamente, en Torrox y en Antequera, poblaciones una y otra de la provincia de Málaga.

Apareció el primero con ocasión de las obras ejecutadas por el Estado para la construcción del Faro de Torrox, obras en las cuales habían cerca de la playa aparecido también restos apreciables de pavimentos de mosaico, monedas y otros objetos de menor cuantía, y que, despertando el interés del torrero D. Tomás García y Ruiz, le decidieron á emprender las exca

vaciones que le proporcionaron notables hallazgos, ya por el Estado adquiridos y de los que he tratado en otra parte 1.

Era un busto en mármol, que no he llegado á ver, y cuya importancia y mérito desconozco, por tanto; pero que me aseguraron en 1908 se había apropiado el Ingeniero Jefe, autor ó director de la reconstrucción del Faro, á quien me consta se han hecho reclamaciones oficiales, bien que sin resultado todavía, ignorando si en su poder el busto se conserva.

El segundo monumento que aludo es el busto de una Bacante en alabastro, que mide 0,20 metros de altura. Fué hallado en un cortijo, cerca del Convento de la Magdalena, que se levanta en la carretera del Valle de Abdalajís, y lo conservaba en su poder y como curiosidad en su casa de Antequera, calle de Lucena, núm. 53, el Sr. D. Francisco González Machuca. De este monumento, que en manos de un particular está expuesto á desaparecer por multitud de contingencias, puede formarse juicio por la reproducción fotográfica que de él hice, siéndome en la actualidad desconocida su suerte.

Triste ha sido la de interesante colección, de diferente naturaleza, que había logrado reunir en Almería el Excmo. Sr. D. José de Medina. Era una colección de lápidas arábigas, recogidas en su mayor parte en el sitio conocido allí por el Llano del Cordonero, donde debió de estar emplazada la principal macbora ó cementerio de Almería durante la dominación musul

mana.

'Heredó, al fallecimiento del Sr. Medina, los bienes y la colección, su sobrino político mi amigo D. Nicanor Peralta, quien no participaba de las aficiones de su causante. Logré interesar á arqueólogo tan notable como D. Juan Facundo Riaño, cuando fué Director general de Instrucción pública, para la adquisición de la colección por el Estado; pero las exigencias del Sr. Peralta lo impidieron. Fallecido á su vez este señor, su hijo, el actual propietario, va enajenando uno á uno, lentamente, aquellos monumentos litológicos, y aunque he conseguido del actual subsecretario de Instrucción pública y Bellas Artes, D. Jorge Silvela, una orden para nuevos tratos, nada he logrado tampoco, y aquel caudal epigráfico acabará por desaparecer y perderse para España, quedando sólo su memoria, algunos epígrafes que he publicado en diferentes ocasiones, y algunas fotografías que conservo.

I "Las ruinas romanas del Faro de Torrox (Málaga)", REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS, tomo xxx1 de la 3. época, págs. 221 y sigs.

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Niebla (Huelva). Fragmento de monumento funerario romano.

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XI

entretenimiento que por afición, y no poco por conveniencia

Más por personal dicho sea con todos los respetos-, el párroco que en 1910 lo era de la Iglesia de Santa María de la Granada en la decaída Niebla, población histórica de la provincia onubense, tenía en aquella fecha recogido número de arqueológicas reliquias, con las cuales había formado cierta manera de Museo, en el patio que fué de los naranjos, de su parroquia.

Procedían los unos de los objetos indicados, según me dijo, de los alrededores de la villa, y de la derruída iglesia de San Martín y las ruinas del castillo de los Condes los otros, encontrados los primeros en sus excursiones por los campos, y extraídos los segundos de entre los escombros de la citada iglesia, y los que llenan, hacinados todavía, torres y departamentos de que en la antigua señorial morada no ha podido hacer habitación la gente humilde.

Entre los recogidos por aquellos alrededores con mayor ó menor facilidad, había capiteles romanos y visigodos, de tamaños y estado diferentes; cuadros de azulejos típicos en la provincia; el epígrafe romano de Fabato, que estuvo en San Martín y que Hübner por falso tuvo equivocadamente, y fuera de otras cosas, un muy curioso monumento, romano también, que llamó y sigue llamando mi atención, en un gran trozo de piedra arenisca amarillenta, como de un metro de altura y latitud proporcionada, cuyo destino era de muy difícil acierto, aunque parecía funerario, á juzgar por una de las urnas cinerarias de mármol, en el Museo Arqueológico Nacional existentes.

Afectaba en su totalidad, por el frente anterior, la silueta recortada de un arco apuntado, y presentaba dentro de él, en relieve, un templo tetrástylo, con resaltadas columnas de recio fuste y sencillo capitel dórico; la adintelada puerta de la cella, de cuarterones y cerrada, al centro; entablamento completamente desornado, en el cual, y ocupando casi entera la longitud de aquella parte del edificio, se abría la caja de larga cartela,- de otro material sin duda y á todas luces epigráfica, que había saltado sin dejar resto alguno, y encima, flanqueado por dos especie de bóvedas esferoidales expresadas por semicírculos en el plano, resaltaban las líneas de corto y agudo frontón triangular, ofreciendo como remate sobre él, otro

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