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Sevilla. Fragmento de pila arábiga (siglo x), propiedad

de la señora Condesa de Lebrija.

II

Los descubrimientos del Cerro de los Santos y del Llano de la Consolación, cerca de Montealegre; los de El Salobral; la notabilísima Esfinge ibérica de Balazote, que tuve yo la honra de dar á conocer por vez primera años hace 1; las interesantísimas Cuevas de Alpera con sus pinturas rupestres 2; los numerosos villares que conservan restos de remotas edades, y tantos otros motivos de la misma índole, han dado grande notoriedad á la provincia de Albacete, recorrida, explorada y explotada en repetidas ocasiones por los sabios extranjeros principalmente.

Quiso la casualidad que-visitando el año 1912 en la aldea de La Cueva, cerca de Pozo Cañada y término de la misma Albacete, una finca de la propiedad del abogado D. José Archillas, hijo de mi excelente amigo D. Ricardo-entre las numerosas é informes piedras de todos tamaños allí abundantes por doquiera y con las cuales refuerzan los labradores los que en la localidad llaman rastillos (especie de muretes de tierra que cercan en declive las propiedades para impedir la invasión en ellas de las aguas), tendido hállase, haciendo tal oficio, un bloque de amarillenta piedra caliza, el cual medía en aquella posición 0,65 metros de latitud por 0,72 de altura.

Era la mitad posterior del cuerpo de una Esfinge ibérica, de bulto casi, presentada de perfil y no mal modelada, echada ó tendida, doblada la extremidad posterior izquierda, única visible, y por bajo de ella enroscada la cola sobre los ijares. Ofrecía, en poco mayor tamaño, íntimo y bien ostensible parentesco respecto de la Esfinge de Balazote; y sin dificultad alguna, de la buena amistad de los señores de Archillas obtuve que al Museo Arqueológico Nacional la cedieran generosamente, figurando al poco tiempo en la Sala correspondiente de aquel Establecimiento científico, por lo cual les reitero mi gratitud públicamente.

Es tierra la de Albacete pródiga en memorias de lejanas edades: Ceán Bermúdez recuerda en el Sumario de Antigüedades romanas que, durante el siglo XVII, fué hallada en la pintoresca villa de Caudete, partido hoy de Almansa, «un oso disforme de piedra, sobre un zócalo» 3, escultura que

I En mi libro de Murcia y Albacete.

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Otras, con pinturas también rupestres, ha descubierto, cerca del Cerro de los Santos, el Sr. D. Julián Zuazo.

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debía ser seguramente otra esfinge ibérica, de la cual no quedan rastros ni indicaciones en la expresada villa, y que hubo de ser destruída, ó aparecerá cualquier día, si no fué á parar en pedazos á los cimientos de la actual Parroquia.

. De El Salobral, 11 kilómetros al Noroeste de la Aldea de la Cueva, proceden otros restos de esfinge que en el Museo del Louvre figuran, y de que publica M. Pierre de París un grabado, y en el mismo Balazote, del partido de Albacete, en terrenos del abogado y mi amigo D. José Cortés Alonso, inopinadamente fué hallada el año 1911 una construcción cuadrangular, soterrada y de bien labrados sillares-de menores dimensiones que los encontrados en la aldea del Sr. Archillas-, con cantidad de huesos calcinados, y que pudo ser cámara sepulcral acaso, parecida á la de Carmona, aunque no me atrevo á asegurarlo, habiendo sido recogida en el Llano de la Consolación, término de Montealegre, el ala de otra esfinge, que en el Museo Arqueológico Nacional tiene, con diversos objetos más, la Real Academia de la Historia depositada.

III

Cuantos hayan visitado la histórica ciudad de los Concilios habrán sin duda reparado que en uno de los costados del torreón tradicionalmente denominado Baños de la Cava, existía empotrada una piedra rectangular visigoda, que sobre las hiladas del mampuesto destacaba. Semejante era á la que aparece, empotrada también, en un costado de la cuadrada Torre de Santo Tomé, y aun á la muy destruída y labrada en mármol, que figura abandonada en la construcción del descompuesto y desmochado torreón de la antigua muralla que en la Plaza de Armas del Puente de Alcántara forma la esquina de la empinada calle de la Alhóndiga.

Largos siglos ha permanecido la piedra á que me refiero en el torreón de los Baños de la Cava excitando la curiosidad de las gentes y el interés de los arqueólogos, y publicados han sido dibujos de ella en los Monumentos Arquitectónicos de España y en el tomo 1 de mi Toledo. Dadas su importancia y su significación para la historia particular de aquella población insigne, natural parecía se hubiera procurado la conservación de tal reliquia, como la de otras muchas, con tanto mayor motivo cuanto que se trataba de una construcción pública muy visitada.

No ha sido así, sin embargo, pues con profunda extrañeza de cuantos á Toledo van, ha desaparecido del lugar donde aparecía; manos profanas, que no quiero calificar, la han arrancado de su secular asiento, y acaso la hubieran destruído si no comerciaron con ella, pues ambas cosas son por igual verosímiles en aquella ciudad, donde se hace muy poco caso de tales antiguallas, aunque debe á ellas la ciudad los timbres que la enaltecen y ubliman.

En cambio, á poder de persona inteligente y amante de las antigüedades toledanas, el Sr. D. Aurelio Cabrera, había ido á parar otra piedra visigoda, de tan semejante labor y dimensiones, que cuando entre otros restos arqueológicos la vi no ha mucho en el patio de su casa-edificio mudejar que encierra gran número de vigas epigráficas y canes hermosamente tallados-, túvela por la misma arrancada de los Baños de la Cava.

No lo sabía de cierto aquel mi amigo, á quien había sido vendida; mas fuéralo ó no, movido de mi amor al Museo que tengo á mi cargo, me aventuré á solicitar la cesión de la reliquia, obteniéndola desde luego con desprendimiento ejemplar, y de suerte que á los pocos días, salvada de toda futura contingencia, era colocada en la Sala I de la Sección II del expresado Museo, al lado de otros monumentos de su misma progenie.

IV

Recogidos en diversas localidades de la provincia, por él exploradas y estudiadas, poseía en Villacarrillo (Jaén) no escaso número de objetos antiguos--ibéricos, romanos y muslímicos-el subdelegado de Medicina en aquella población, Dr. D. Tomás Román y Pulido. De los ibéricos y romanos, conocidos eran muchos que habían estado en la Real Academia de la Historia, y que después dicho señor ha enajenado, á diferentes per

sonas.

Por indicación de mi inteligente amigo D. Enrique Romero de Torres, tuve conocimiento de que en poder del Sr. Román existía una lápida sepulcral arábiga, encontrada por él en Villacarrillo; y como me significase que si se solicitaba del Sr. Román para el Museo probablemente la cedería, arriesguéme á intentarlo y la respuesta fué testimonio de su generosidad, pues no sólo ha hecho donación de la lápida arábiga, sino de

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