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No

o era sólo en Fuenterrabía y en la frontera donde peleaban los guipuzcoanos; pues como si no bastase tanta lucha, inicióse civil discordia, siguiendo gran parte de la provincia la bandera de los comuneros, y San Sebastián la del Emperador, por lo cual fué situada y sufrió grandes talas y destrozos en sus alrededores, de cuyas pérdidas la indemnizó D. Carlos después.

Hase dicho que influyó en aquellos acontecimientos la suspensión de las garantías forales pedida á la junta por el monar

ca; pero mal podía ser ésta la causa cuando D. Carlos había confirmado los fueros el 23 de Mayo de aquel año, estando en Wuormacia, y hasta el 11 de Noviembre no ordenó al corregidor de Guipúzcoa, Acuña, que suspendiese las garantías forales durante las agitaciones y guerra de los comuneros; así que aun la confirmación de los fueros fué después del levantamiento de las comunidades, y aun para suspender las garantías no anduvo seguramente muy precipitado el Emperador, que no tenía fama de perezoso. Si á favor de reales privilegios se alzaban los pue blos contra el que acababa de confirmárselos, perdían ipso facto todo derecho á su protección. Pero no podemos ni debemos presentar como causa los fueros; á lo más servirían de pretexto á los mal avenidos con la armonía que debía reinar entre los guipuzcoanos, á los que acostumbrados al ejercicio de toda clase de abusos á la sombra de las luchas de bandos y linajes, se veían vencidos, sometidos y sus casas derribadas, considerando ocasión propicia el tumulto que produjeron las comunidades para alzarse en armas, arrastrar en pos de sí fuerzas inconscientes y recuperar lo perdido. Esto no podía consentirlo ningún poder sin abdicar de su autoridad.

No hay identidad alguna entre el grito de los comuneros de Castilla y el de los vascongados, como lo vimos en Álava y lo vemos en Guipúzcoa. Á la cabeza de la civilización de entonces iba San Sebastián por su comercio con casi toda Europa; y no sólo no siguió el partido de los comuneros, sino que los resistió, porque importaba más á la provincia agruparse á los pendones del rey que otorgaba mercedes, que pelear por los señores que tanto daño habían hecho á la provincia y al mismo San Sebastián. Los que en Guipúzcoa se declararon comuneros lo hicieron para tener motivo de satisfacer venganzas personales, despertando odios mal apagados; así que San Sebastián que sólo atendía á aumentar su comercio y riqueza, que nada le importaba el triunfo 6 la derrota de los comuneros, porque en nada afectaba á su política y administración, tenía el mayor interés

en que se mantuviera la paz, base de su prosperidad y de la de toda la provincia.

Los valientes vascongados no podían faltar en el ejército de Italia, cuando tomaban parte en todas las campañas en que se interesaba la monarquía; así que en la celebre batalla de Pavía, después de distinguirse por la certera puntería de sus arcabuces, en deslizarse y escurrirse por entre las patas de los caballos, dando cuenta de muy famosos capitanes franceses, un guipuzcoa. no, Juan de Urbieta, es fama que intimó el primero la rendición al rey de Francia que acababa de caer con su caballo.

Á San Sebastián fué el ilustre prisionero, haciéndole la guardia el virrey de Nápoles, y allí permaneció cinco días (1); y á San Sebastián fué también el Emperador cuando para trasladarse á reducir á los sublevados de Gante, prefirió como camino más corto ir por Francia, confiando en la caballerosidad del que había sido años antes su prisionero. Se estaba en paz con la nación vecina, y así se celebraban concordias entre los diputados de Guipúzcoa, Vizcaya, Encartaciones y cuatro villas de la costa de mar, con los de Bayona y tierra de Labort, para el libre comercio y satisfacción de daños que mutuamente se

causasen.

De luto, por la muerte de la emperatriz D.a Isabel, se presentó D. Carlos en San Sebastián, á cuya villa dió el timbre de Noble y Leal por sus servicios contra los comuneros; se hospedó en la casa de su secretario de Estado D. Alonso de Idiáquez (2), é hizo los honores al regio huésped un gallardo escuadrón de 1,500 hombres, bien armados, y vestidos de luto con capotes de terciopelo negro.

Dos años después (1542) rota la armonía con Francia, amenazaban á Guipúzcoa 50,000 franceses; acudió el Empera

(1) Mandó el ayuntamiento (9 Marzo 1526) que «ninguno suba á la sierra del Castillo mientras que el dicho rey de Francia estuviese en esta dicha villa.»> (2) Guipuzcoanos eran también el confesor Ibarra y los médicos de cámara Escoriaza y Zavala.

dor á defender á San Sebastián con dinero y refuerzos; obraron unidos y acordes guipuzcoanos y navarros, siguiendo las órde nes de D. Carlos, y limitóse esta campaña á pequeñas algaradas; no sacando de ellas la mejor parte los franceses; algaradas que se repitieron en 1558 reinando D. Felipe II, dirigiéndolas D. Beltrán de la Cueva, el alcaide de Fuenterrabía, D. Diego de Carvajal y el comendador D. Juan de Borja, dueño de la casa de Loyola y coronel de Guipúzcoa. Ocuparon sin resistencia á San Juan de Luz, talaron el territorio excepto Ziburu, donde se alojaron los guipuzcoanos, y aunque no pasaron más adelante y regresaron á España, fué nuestro ejército el valladar que se opuso á la con insistencia intentada invasión francesa.

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A

las glorias marítimas que tenía conquistadas Guipúzcoa,

aumentó otras nuevas emulando su gente de mar las proezas de la de tierra. El héroe de las expediciones marítimas del siglo xvi, Machín de Munguía, opuso (1538), con una sola nave, heróica resistencia á la armada de Aradino Barba roja, consiguiendo, después de sostener por tres días rudos combates, reunirse en Corfú á la escuadra de Andrea Doria, quien al verle llegar exclamó: Pluguiera, capitán, á Dios, que yo fuera Machín de Munguía, y vos Andrea Doria..

En 1540 contribuyeron los guipuzcoanos y vizcaínos á la rendición del famoso corsario turco Caramani, que acababa de saquear á Gibraltar, y con quien se trabó terrible y sangriento combate marítimo, cuyo triunfo debióse, según el general Don Bernardino de Mendoza que mandaba la escuadra española, á Dios y á los vascongados.

Entre todos descolló entonces el inmortal hijo de Gueta

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