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han encontrado vestigios en las inmediaciones á Francia, y respecto á los musulmanes, nada. Como las razas conquistadoras siempre dejan señales de su dominio, no debió existir en lo general de la provincia. Pudo ésta ser amiga de los romanos, no conquistada, bastándoles á aquellos señores del mundo con do minar en algún puerto, en algún punto importante y necesario á su gran vía.

Las familias que por su preponderancia basada en la rique. za, en el valor ó en otras causas, llegaron á tener gran influencia en el país, aun cuando dieran á su poderío el carácter feudal que en otros pueblos, como no luchaban con extraños sino entre sí mismos, no erigieron esos soberbios castillos que en otras partes de España, sino casas torres de piedra algo fuertes y poco bellas. Si alguna sobresalía por su arquitectura no ha quedado el menor resto. Dada la poca riqueza, en general, de la provincia, no es de creer se gastaran grandes sumas en esta clase de construcciones. De todos modos, se derribaron por completo cuando D. Enrique IV consideró este castigo oportuno para acabar con aquella constante y encarnizada lucha de gamboinos y oñacinos, con aquel eterno batallar de unos con otros linajes. Las torres que ellos dejaron en pié las mandó destruir el monarca: los pueblos se prestaron gustosos á esta destrucción, aumentán. dola.

No se hallarían antes en Guipúzcoa esas fortalezas, testimonio del antagonismo entre el pueblo y la aristocracia; no porque dejaran de existir estas clases, sino porque no era la lucha entre ellas, sino entre los mismos señores; y naturalmente, éstos necesitaban del pueblo para defenderse y ofender; así vemos que á Mugica seguían sus colonos y siervos y sus lacayos, y lo propio á Lazcano.

La guerra se ha hecho en Guipúzcoa en todos tiempos, como hemos visto en las dos últimas guerras civiles, y lo mismo que no vemos hoy el menor rastro de las terribles defensas improvisadas por los carlistas, porque la disposición de sus

montañas, sus profundos barrancos, la naturaleza especial de

su suelo, se presta todo con poquísimo trabajo á convertirse en poderosos fuertes y formidables ciudadelas, con la retira

da siempre segura, porque están escalonadas las montañas, lo propio sucedería y sucedía antiguamente, pues más que de organizadas batallas campales, nos hablan las crónicas de sorpresas de pueblos ó casas fuertes, de ataques aislados

celadas.

y

de

Para rechazar los guipuzcoanos las invasiones francesas se fiaron más de su valeroso esfuerzo que de la defensa que pudieran ofrecerles las fortalezas, si exceptuamos las de Fuenterrabía, San Sebastián, Renteria, Tolosa, Hernani y Villafranca. Éstas, más que del país, fueron obra de los reyes.

Las casas-torres que se conservan, casi rui

nosas las más, no pare

VISTA DE ZARAUZ

cen hechas para ofrecer una formidable resistencia y menos

á la artillería; por lo cual no debieron tener grande importancia, y así lo revelan sus vetustos paredones. En muchos sitios, en particular á la cabeza de los puentes y en bifurcación de sendas y caminos, se ven de esas antiguas torres conservando sólo el primer piso convertido en casería.

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Hay alguna excepción: la Torre-Lucía ó real Torrelarga en Zarauz, como pue den verlo los lectores en la lámina que acompañamos. Es de piedra sillería y pertenece á la arquitectura doméstica de fines del siglo xv, de la que hay en Orio ejemplares curiosos. Según Saavedra (1), los muros laterales que van volando de piso á piso, eran de

mucho uso en el norte de Francia á fines de la Edad

media. Por una hermosa

escalera exterior se

penetraba en el primer piso: en el alto debió haber un magnífico balconaje co

rrido en toda la fa

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chada, y para sos

tenerlo prolongaron los dos macizos laterales á la altura conveniente. Las ventanas son ojivales trazadas con sumo gusto, con elegantes parteluces. Como el vuelo del balcón era considerable, el arquitecto perforó las dos paredes que le limi

(1) Anales de la Construcción y de la Industria.

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taban por los costados, resultando de esta combinación un mi rador del más bello aspecto.

En Fuenterrabía, la casa de Echeveste, que también repro ducimos, es otro ejemplar notable, aunque no tan bello como el de Zarauz; pudiendo decir lo mismo de algunas casas en Tolosa, Azpeitia, Deva, Mondragón, Vergara y otras poblaciones; recordando dos de Vergara, la de Ozaeta y la de Gaceiria, á los señores de estos antiguos solares, jefe cada uno de los

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bandos que tanto daño hicieron á la villa y á la provincia por satisfacer sus personales odios y venganzas.

Fuenterrabía, como plaza fronteriza, tenía castillo y muros formidables; pero carecía aquél de carácter feudal. Encierra dos partes distintas; la fachada del Poniente que es de la época de Carlos V, y las construcciones sobre el Bidasoa que son ante. riores. La fachada del Poniente tiene en su centro una puerta con arco elíptico y cuatro aspilleras sobre las que se ven otras cua

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