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De este dormitorio se pasa á una pieza destinada á sacristía, que contiene, entre otras cosas notables, dos trozos de mármol de extraordinario mérito. Junto á la alcoba está el oratorio, que tanto excita la piedad de los fieles, especialmente la imagen del Santo, en cuyo pecho ostenta uno de los huesos extraídos de su cuerpo mortal. En aquel oratorio, de forma cuadrangular, dice la tradición que tuvo el Santo la visión de San Pedro al regresar del cerco de Pamplona; y allí el arte ha transmitido por medio de la pintura, diferentes milagros, y una conferencia con San Francisco de Borja, que también abandonó las grandezas del mundo para militar en la Compañía de Jesús. Sobre la puerta morisca hay esta inscripción:

Casa solar de Loyola

Aquí nació S. Ignacio en 1491

Aquí, visitado por S. Pedro y la Santísima Virgen,

Se entregó á Dios en 1521.

Encima de esta lápida están las armas representando una caldera colgada de unas llaves en campo de plata y á cada lado un lobo empinado agarrando el borde y las asas.

Una gran tranca que se conserva detrás de la puerta, se muestra al público como la antigua, con la cual, en tiempo del Santo, se cerraba por dentro. Tiene aspecto de antigüedad, y está desgastada por las muchas astillas arrancadas de ella.

Fundadora del Santuario la reina D.a María Ana de Austria, viuda de Felipe IV, había comenzado por obtener (1682) de los marqueses de Alcañices y de Oropesa, dueños de la antigua torre de la casa de Loyola, la cediesen, para cederla á su vez y el santuario á los jesuítas á fin de que situaran en aquel sitio el colegio; pidió á D. Carlos II, su hijo, le incorporase en el patronato real con los mismos privilegios que gozaba el monasterio del Escorial y los conventos de las Descalzas y de la Encarnación de Madrid, á lo que accedió tan piadoso monarca, y dueña la Compañía de Jesús de la casa de Loyola, se encargó de

levantar el suntuoso edificio denominado exageradamente la maravilla de Guipúzcoa.

Su bella escalinata y hermosa cúpula, llaman seguramente la atención del viajero.

La planta del edificio es un paralelógramo rectángulo, con dos resaltos, figurando todo una águila levantando el vuelo: su cuerpo es la iglesia, el pico la portada, las alas la casa santa y el colegio, y la cola varias oficinas.

La fachada principal tiene 524 piés; lo mismo la opuesta, las de los costados 210 cada una; siendo la área total de unos 122,000.

y

Sobre la majestuosa escalinata, de tres ramales, con balaustradas de piedras con leones y otros ornamentos, se alza la portada, pesada, de figura convexa, constando de un cuerpo con tres arcos de medio punto; sirve de entrada al de enfrente, adornado con cuatro medias columnas, con pilastras en las dos restantes, terminando todo con un frontispicio triangular, sin gallardía, un escudo de armas en medio y balaustradas por ambos lados. Lo más notable de este pórtico son los exquisitos mármoles con que está fabricado: le decoran cuatro estatuas; y es unánime la opinión de la falta de buen gusto; además de que su forma semi-circular no es la más á propósito para el mejor efecto de tan rico vestíbulo.

Por la puerta de en medio (por no dejarla quizá sola hay otras pequeñas con frontones triangulares), y entre dos colum. nas salomónicas, se entra en la iglesia, que es una rotonda de 131 piés de diámetro, sosteniendo su cúpula ocho grandes pilares que forman una galería circular.

El decorado interior es de tan mal gusto como el exterior. El retablo mayor que pudo ser una excelente obra de arte, y en el que se emplearon los más ricos mármoles, no tiene más de notable que su empleo en embutidos y mosáicos del peor gusto. Compone su mezquino cuerpo dos columnas espirales con una imagen de San Ignacio, que ha sustituído á una de plata rega

lada por la compañía de Caracas, y que hoy conserva, para mayor seguridad, la villa de Azpeitia.

Dos altares laterales, consagrado el uno á Nuestra Señora del Patrocinio, y á San Francisco Javier el otro, buenas imáge. nes talladas y bien colocadas en nichos con guarniciones y otros adornos en talla y dorado, resaltan á su vez y hacen resaltar los mármoles del retablo, perfectamente ligados sus colores y clases, sobresaliendo las columnas brillantes de una pieza con las bases y capiteles de mármol blanco. La mesa de altar está sostenida por una urna hecha con dos piedras ricas; y corona el altar un cascarón ó cuarto de esfera cóncavo, adornado de florones, ángeles, rayos de luz y atributos peculiares á la imagen.

Lo mayor parte de los demás altares están sin concluir.

Ocho pequeñas puertas comunican la iglesia con el colegio, con la casa santa y las dos sacristías; y hay, sobre aquellas, otras tantas tribunas, no del mejor efecto.

La cúpula, toda de piedra, de 75 piés de diámetro, fué cerrada, á pesar de los que opinaban la imposibilidad de hacerlo, por D. Ignacio de Ibero, que habría realzado su gloria, si en otras partes de la fábrica no se hubiera dejado llevar del mal gusto de la época. Ocho ventanas dan luces al grandioso cimborio, cuya linterna remata á 200 piés de elevación; ostentando en el cascarón mantos, coronas y obeliscos pareados.

La solidez de la obra, la riqueza de los materiales en ella empleados, el pavimento de mármoles de diversos colores, la forma del edificio, el aspecto de triste severidad que le da lo oscuro de sus mármoles, y no pocos detalles verdaderamente hermosos, revisten todo cierta magnificencia y grandiosidad, que sostienen justamente la fama de aquel santuario, tanto más notable cuanto que no hay en estas provincias templos de extraordinario mérito. Sin terminarse una de las alas del edificio, desluce el conjunto de toda la obra; pero ahora se han reunido fondos para terminarla, y se está terminando.

Casi todos los mármoles empleados son de la provincia.

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