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de los Ríos (1) y D. Miguel Rodríguez Ferrer que conserva un torso de soldado romano, de mármol y delicada labor. Pero hay además los testimonios recientes é incontestables presentados por el Sr. Baraibar, que en el despoblado de Iruña, á dos leguas al Occidente de Vitoria, describe vestigios de población romana, restos de murallas y mosáicos, monedas é inscripciones (2); y muy recientemente,- Mayo de 1883-tuvo él mismo la fortuna de encontrar dos importantes lápidas, formando una parte del enlosado de una habitación en Trespuentes, y la otra en una heredad de Iruña al clavar la reja del arado.

Merecen conocerse: son las siguientes (3).

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El Instituto provincial de Vitoria conserva parte de una es

1 2 Cimento subterráneo que sostenía un peristilo.

13 Estanques ó baños.

14 Pavimento con las 4 estaciones del año.- 25 piés largo, y 16 ancho.

Se encontraron además barros de Sagunto, monedas que justificaban ser construído aquel edificio en el tiempo del buen gusto de los romanos, lápidas con inscripciones, etc., etc.

Las dimensiones informan una gran casa, con estanque, fuentes, columnas, etc. (1) Estudios monumentales y arqueológicos en las Provincias Vascongadas. (2) Marina copia varias.

(3) La de la izquierda es de piedra arenisca y mide 0'49 metros de ancho por o'62 de largo. La de la derecha es un trozo de mármol rojo y blanco, roto por la mitad y forma como el dado de una columna ó aras. Su altura es de o ̊44 m. y su anchura de o'25 m.

tatua de mujer, atribuída al siglo de Augusto: es mayor del natural y sobre la subtúnica y túnica ostenta un pallium ó manto, que envuelve la parte superior del pecho, derribándose sobre la espalda en amplios y bien dispuestos pliegues. Cíñese la túnica perfectamente al desnudo, con noble estilo estatuario y revélase aquel con bellas y grandiosas formas, sin detrimento alguno, antes bien con mayor gracia y perfección en el movimiento del plegado.

Los hallazgos de inscripciones superan en número y significación á los de estatuas; y se han hallado también muchos mármoles de diferentes especies, cornisas, pilastras de lo mismo y de alabastro blanco; piezas de vajilla de Sagunto, abundancia de piedrecitas cuadradas sueltas, como de pavimentos de mosáicos, y á poco más de un metro de profundidad un piso embaldosado de mármoles jaspeados oscuros y rojo claros.

Es indudable que hubo allí población romana. Contra los que han afirmado lo contrario y que la hubiera en ningún lugar de Álava están los testimonios expuestos, y los hallados en Salvatierra, Ocáriz, San Román, Albéniz, Araya, Alegría, Arceniega, Armentia, Asa, Asteguieta, Contrasta, Ibarguren, Ilarduya, Margarita, Barcabao, Urabain, Ollabarri, Eguilaz, Castillo y Elciego; la calzada que desde Puentelarrá atraviesa toda la provincia y la de Guipúzcoa, siguiendo por Andoaín á Francia; los mosaicos y baños de Cabriana, el campamento de Carasta, los puentes de Mantible, Trespuentes y Mamario, y otra multitud de restos de autenticidad evidente.

y

Tolomeo menciona en los Caristos, pueblos de Álava, el itinerario de la vía romana que la atravesaba como hemos dicho, aún se han encontrado restos de otro camino romano desde las inmediaciones de Zuazo hasta las ruinas iruñenses, lo cual demuestra la importancia que tuvo Iruña, que no estando sobre el camino de Asturica ad Burdegala, se unía á él por un ramal aislado, según acostumbraban á hacer los romanos para sus principales fortalezas y poblaciones, y lo era evidentemente la

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antigua Vennia, que tal nombre afirma el Sr. Baraibar tenía la célebre Iruña, que no se limitaba ciertamente á ser una de las mansiones ó castros escalonados y bien guarnecidos, que había en toda vía romana para su seguridad, pues ya vimos que estaba separada de ella.

El sabio catedrático del Instituto de Vitoria, con la exposi ción de descubrimientos romanos, ha terminado brillantemente la tarea que comenzó hace tres siglos Salvatierra en su «Gobierno y República de Vitoria, y lo copió el Dr. Arcaya en 1656, dando pruebas de perspicacia al suponer que los romanos tuvieron en el despoblado de Iruña larga y floreciente mansión; si bien no podían menos de creerlo así, en nuestro juicio, al encontrarse con tantos testimonios de indubitable procedencia romana, y los que aún pueden hallarse, pues mucho hay allí todavía por descubrir. No puede ya dudarse de la afirmación del ilustrado alavés, é importa poco á nuestro objeto el nombre que tuviera Iruña en la antigüedad y la exacta posición. que ocupara en las vías romanas, aunque fuese otra de la fijada.

Los llanos de Vitoria, Alegría y Salvatierra, todas las comarcas que defendía la cordillera Cantábrica, y corrían hasta el Ebro en Álava, Navarra y Castilla, todo el país en fin al Este y Sud del Pirineo, pasó á poder de los romanos (1). ►

En el valle de la Borunda, allí inmediato, obligado paso por aquella parte de Álava á Navarra, hay también testimonios de su ocupación, no sólo por los romanos, sino por los celtas, como se evidencia en el monumento de Eguilaz: vestigios y ruinas de sus fortalezas y vía dejaron los romanos, y aquella vía, ó su trazado, le conservó la Edad media entre senda y camino, convertido en carretera en 1832. En nuestros días, cruza el ferro. carril la senda del celta, la vía romana, la carretera española y el valle todo, que si en los más remotos tiempos albergó á razas que no existen, no há mucho ha sido aquel valle y los inme

(1) Los Euscaros.

diatos, teatro de sangrientas batallas y de hecatombes no menos feroces que las de aquellos siglos llamados bárbaros, porque ahora peleaban hermanos contra hermanos en civil contienda.

Si los primitivos iberos ó aborígenes se distinguían por sus pacíficas y patriarcales costumbres, la necesidad de rechazar á los invasores, que jamás suelen presentarse en són de paz, ó su trato con belicosos pueblos, si no variaron sus hábitos, despertaron en ellos ese instinto guerrero, ya tuvieran que emplearle para la propia defensa, ó ya para limpiar el país de enemigos: de todos modos, aquellos pacíficos pobladores de las montañas y de los valles, mostraron que sabían ser guerreros; que si la civilización ha convertido en ciencia el arte de la guerra, la naturaleza dotó al hombre de agilidad, astucia, fuerza y valor, y que no se necesitaba más para pelear. De cualidades tan sobresalientes no carecen los alaveses, por lo que puede fundadamente juzgarse que tampoco carecerían de ellas sus más remotos an. tepasados.

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diente, á su mayor apogeo; sigue la oscuridad respecto al país de los caristos, autrígones y várdulos, cuyo nombre conserva

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