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-fuera alavesa no es testimonio bastante para que la guerra fuese con los alaveses, que pudo caer prisionera en Navarra, ó por su hermosura ser cautivada sin ser cautiva por quien la elevó al trono; y como antes de ser reina había sido poderosa señora, era natural que tuviese poderosos parientes en Álava y que la sombra de ellos se guareciese su hijo D. Alfonso huyendo de Mauregato; pues como dice Morales, le podían dar buen amparo y seguridad».

á

Más turbulentos los navarros que los vascos, se les ve casi en constante lucha con sus vecinos los franceses, ó aliados con ellos para pelear contra otro enemigo; y si antes de la derrota de Roncesvalles sacudían la tutela que les querían imponer los monarcas franceses, después de aquel triunfo, sosteníanse en una situación no bien definible, ni enteramente sujeta á los reyes de Asturias, ni del todo independiente; eran los que se aliaban á veces con los sarracenos para libertarse del dominio ya de los cristianos de Aquitania, ya de los de Asturias.

Álava venía sirviendo há tiempo de asilo á las muchas familias que huían de la invasión sarracénica, como consta de una escritura del archivo de San Millán de la Cogulla, año 871, en la que así lo consignan al conceder ciertos bienes que heredaron de sus abuelos cuando fueron de León á tierra alavesa. Sus nombres no son vascongados.

Al examinarse los sepulcros de Arguineta en Elorrio, se cree procedan también de cristianos refugiados en el país vascongado, no limitándose á guarecerse sólo en Álava; penetrarían en Vizcaya y aun en Guipúzcoa, donde no podían menos de hallar hospitalaria acogida.

Al proclamar Hixem la guerra santa, juntó tres grandes cuerpos de ejército, destinando el segundo á los montes Albaskenses (montañas vascas), penetró por Vizcaya hasta la Vasconia; y no obtendría grandes ni notables resultados cuando los omiten las crónicas.

Otra vez sirve Álava de refugio á un rey perseguido, á Don

Alfonso III, cuyo suceso repetido enaltece á esta noble tierra; y se cuenta que, á poco de restituído á su trono, tuvo que volver á Álava, no como huésped sino á reprimir una insurrección de los alaveses. Mas reuniendo antecedentes y en vista del resultado de esta insurrección, sólo puede culparse á los alaveses la docilidad en prestarse á ser instrumento de agenas ambiciones, ó condolerse de que se vieran obligados á serlo. Aquella sublevación fué originada por las ambiciosas aspiraciones del conde Eilón quien, como el conde Fruela de Galicia, se sublevó contra el poder del joven monarca, cuya presencia bastó para desconcertar á los sublevados, que se le sometieron al instante; y el conde, cargado de cadenas, acabó sus días en un calabozo en Oviedo, sin que haya noticia del interés de los alaveses por su rescate. Consideramos por lo tanto como cargo injusto el que se atribuya aquella insurrección de los alaveses á estar siempre inquietos y mal avenidos con la dominación de los reyes de Asturias» (1).

III

Al conde Eilón, que ya parece había ejercido el mando ó gobierno de Alava, sucedió el conde Vela Jiménez, que defendió bizarramente el castillo de Celorico contra las coaligadas huestes musulmanas de Córdoba y Toledo, como el conde de Castilla Diego Rodríguez defendió también no menos gallardamente el fuerte castillo de Pancorbo. Sólo se apoderaron los enemigos de Castrojériz, que por indefendible abandonó el conde Nuño.

Afición tomaron los mahometanos á esta parte de la Penín

(1) LAFUENTE.

sula confinante con Álava, cuyas fronteras invadían frecuentemente; y para defenderlas, como una parte de su reino (1), encomendó D. Alfonso al conde Diego Rodríguez la fundación del castillo y ciudad de Burgos, como punto avanzado y estratégico; que mucho ocupó al monarca la construcción de estos y otros fuertes no menos importantes. Vemos desde entonces que los condes Vela y Diego recibieron orden de su rey D. Alfonso para molestar y perseguir al mahometano, que tuvo que sostener muchas persecuciones y ataques, hasta que apurado por los condes, dirigió sus legados á nuestro rey, dice el Albeldense, pidiendo la paz, que no le quiso conceder entonces el príncipe cristiano, por más que insistía en solicitarla con repetidas embajadas.

Atacados de nuevo por los infieles Celorico y Pancorbo, defendiéronlos con el mismo ó mayor brío que anteriormente los condes de Álava y de Castilla.

La pérdida, por los coaligados reyes de Navarra y de León, de la célebre batalla de Valjunquera, atribuyéronla á la negativa de acudir á ella los cuatro condes de Castilla Nuño Fernández, Abolmondar el Blanco, su hijo Diego y Fernando Ansúrez, por lo que invitados por D. Ordoño á una conferencia en Tejares, fueron allí cargados de cadenas y conducidos á las cárceles de León, á sufrir ejecución sangrienta.

Como vemos, no figura Vela Jiménez, aunque se habla de haber sido invitado y castigado el conde de Álava, que seguramente no estaba gobernando su provincia y sí alguno de los condes de Castilla; pues ya en escrituras de este tiempo aparece el conde Fernán González siéndolo también de Álava (2),

(1) LAFUENTE dice: «Se aseguró al rey de Oviedo la posesión del condado de Álava». No conocemos el pacto, y esto demostraría que no tenía antes tal posesión.

(2) «Regnante Regimiro in Legione, et comite Ferdinando Gundisal vizin Castella et in Alava».— Escritura de donación al monasterio de San Miguel de Salcedo, año 927.- Sandoval y Berganza citan otras con la misma denominación.

y dependiendo del rey de León á mediados del siglo x, desde cuya época data la independencia de Castilla.

Esté ó no ligada á ella la batalla de Simancas, y fuera el conde D. Vela en contra de Fernán González, ya defendiendo la soberanía del rey de León, ó la propia de Álava, resulta que abandonó á los alaveses perseguido por el de Castilla, pareciendo lo natural, si al monarca leonés había defendido, que á él se guareciese, que poderoso era; pero al ir á Córdoba con los moros, mostraba desconfiar tanto del rey como del conde; y así era. Continuaron los Velas con los sarracenos, á los que incita. ban á hostilizar al castellano, acompañándoles algunas veces en sus expediciones; hasta que esperando poco de los musulmanes, ó menos vivas las pasiones, acogióse aquella familia á Castilla, recibiéndoles bien el conde D. Sancho. Aun cuando éste restituyera á los Velas su anterior poder, le consideraría dependiendo de él; porque á no serlo, no se concibe que volvieran á ponerse en actitud tal, que los arrojara el conde de sus estados, é ignominiosamente, como se ha escrito. Buscaron asilo en el reino de León, cuyo monarca D. Alfonso V, no sólo les acogió benévolo, sino que les dió haciendas con que pudiesen vivir bien; y cuando más olvidados debían estar los odios de los Velas á los condes de Castilla, ó sea á los descendientes de Fernán González, se renovaron con la llegada del conde García á León á concertar con D. Bermudo su matrimonio y consentimiento para que tomara el título de rey de Castilla; mataron entonces al conde, con la rara y horrible coincidencia de que Rodrigo Vélez, que cuando estuvo reconciliado con el conde D. Sancho, tuvo en la pila bautismal al niño García, fué el asesino de su ahijado (1).

(1) Tuvo lugar este suceso el 13 de Marzo de 1029, ausente de León D. Bermudo. Para huir los asesinos del merecido castigo se retiraron al castillo de Monzón, en tierra de Campos, á donde fué á buscarlos el viejo rey de Navarra, cercó el castillo, le asaltó y degolló á sus defensores, excepto á los tres hijos de Vela que fueron quemados vivos.

Extinguida la línea masculina de los Fernán González, el condado de Castilla correspondía á la mujer de Sancho el Grande de Navarra que alzándose con la soberanía de Castilla, se encontraba el más poderoso de los monarcas cristianos. Su autoridad en Alava está probada por documentos conocidos; así como que, dividiendo el reino entre sus hijos, dejó á Fernando el condado de Castilla con las tierras conquistadas al reino de León; á González el señorío de Sobrarbe y Rivagorza; á Ramiro, habido fuera de matrimonio, el territorio que formaba el condado de Aragón; y al primogénito García, Navarra, incluyendo Alava, que ya no pertenecía ó dejó de pertenecer á Castilla, y se consideraba como parte integrante de Navarra, cuyo rey nombraba los condes que la gobernasen.

Esta dominación debía ser muy violenta para los alaveses; porque en efecto, las leyes primitivas de Sobrarbe, base del sistema político aragonés y navarro, no admitían ni era fácil avenir con ellas la independencia ó autonomía alavesa; y dicen escritores no sospechosos (1), que, si la cofradía de Arriaga no hubiese tomado por protector al rey de Castilla, uniéndose voluntariamente á él, riesgo corría de que D. Sancho Ramírez tratase á la provincia como lo exigían las leyes políticas de su país, es decir, como territorio de honor encomendable necesariamente á los ricos-hombres navarros de naturaleza y transmisible á sus hijos. Los derechos de la cofradía y la independencia de que hasta entonces habían gozado, desaparecían. »

Más aceptable y conveniente para los alaveses el dominio de Castilla, fué un acto de buena política, y un reconocimiento explícito de la mayor libertad que permitían las leyes castellanas; pues aunque no fuera más que el derecho de behetría, ya de mar á mar ó de linaje, era una garantía de sus libertades, más seguras con la protección de Castilla. De ella

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