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hombres de negro, dejando caer afeminadamente sobre sus espaldas los bucles de su larga cabellera, siempre desnuda la cabeza, aun en campaña, y combatiendo con la espada y el escudo. En las noches de luna llena, se les ve á la puerta de sus habitaciones con su familia, cantar á coro, ejecutar danzas y venerar á un Dios desconocido, por el que celebraban festejos que duraban hasta el amanecer».

Los éuscaros combatían armados á la ligera, teniendo por armas defensivas, dice el geógrafo, un haz de nervios fuertemente unidos (eskuta), ó una pequeña rodela redonda (erredela) que se ajustaban con correas. Sus armas ofensivas eran la javelina, el hacha, y una espada de su invención, larga, puntiaguda, de dos filos, la espada iberiana, elogiada por Polibio, que los romanos adoptaron, y que aterrorizó á los griegos la primera vez que experimentaron sus terribles efectos».

Según los límites señalados por antiguos geógrafos, no había más vascos que los pobladores desde Pasajes, Fuenterrabía, Irún y el valle de Oyarzún para arriba: antepasados diferentes de los actuales guipuzcoanos, vizcaínos, alaveses y navarros españoles, todos los cuales, dice el P. Flórez: bajaban mucho del Norte al Mediodía. Estos vascos españoles, son reputados por Moncaut, por tronco y progenie de los vascos franceses; fundándose para esta afirmación, en que la irrupción céltica que quince ó diez y seis años antes de Cristo, penetró en España por las fronteras pirenáicas más vecinas al Mediterráneo, obligó á los iberos á cejar hacia el Pirineo Oceánico, desde donde se fueron dilatando hasta topar con los cántabros, los cuales pusieron ya un dique á su inundación, obligándoles á contentarse con el abrigo de los fragosos montes que se alzan en Guipúzcoa y Vizcaya, ó á pasar al otro lado á las vertientes septentriona'es de la gran cordillera, como con efecto pasaron muchos, ocupando y poblando la Aquitania.

Chaho opina que los vascos de los Pirineos se dividen en siete principales familias ó tribus: souletinos, altos-navarros,

bajos-navarros, labordanos, guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos, y de estas siete poblaciones que constituyen un conjunto misterioso, cuyo origen tanto ha preocupado á los anticuarios, cuatro: los labordanos, los guipuzcoanos, los alaveses y los vizcaínos, los considera como pertenecientes á la familia cántabra. La alta y baja Navarra es representación de los antiguos vascones. Los souletinos son de raza vascona ó navarra; á menos que por sabias inducciones sacadas de su dialecto particular, no se les considere como un resto de los iberos que habitaron primitivamente la Nueva-populania ó Aquitania del César.

De todos modos, el país que media entre el Bidasoa y el Nervión se dividía en tres distintos pueblos: autrígones, caristos y várdulos.

V

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Algunos hijos de este suelo, arrastrados por su excesivo cariño al país, han pretendido con más patriotismo que razón, negar toda fundación romana no ya dentro del recinto sagrado de la montaña, sino en sus vertientes del Oeste y Mediodía, en la llanura de Vitoria y Valle de la Borunda (1). »

Citamos estas líneas de un vascongado nada sospechoso por su grande amor á su país, para prevenir juicios de apasionados euscalrriacos, que no sólo han negado que los romanos pisaran siquiera el territorio vascongado, sino que se oponen terminantemente á que no sean unos mismos los vascos y los cántabros. No parece sino que hay interés, como ha dicho muy oportunamente un distinguido escritor moderno, en representar á sus antepasados como indóciles, belicosos y ferocísimos, se

(1) Los Euscaros.

gún fueron, á no dudar, los naturales de la Cantabria antigua. No volvió á abrir Augusto las puertas del templo de Jano para batir á los vascongados, sino á los cántabros, que inquietos por demás y malos vecinos, movían á toda hora litigios y guerras á sus otros vecinos y aliados de Roma: es decir, á los vácceos, de tierra de Campos; á los turmódigos, de Burgos y á los autrígones, raza vasca ó ibera primitiva que poblaba los términos de Castro Urdiales y Bilbao, juntamente con los valles de Mena, Orduña, Sedano y Trías, y los alfoces de Pancorbo y Briviesca (1).»

No fué campo de pelea el territorio vascongado ó sea el de los autrígones, caristos y várdulos, sino el de los cántabros; y en tierra cántabra ganaron los romanos las batallas de Véllica, junto á Aguilar de Campóo; de Vinnio, 6 Sierras Albas, donde

(1) El Libro de Santoña, y añade: «Guerrero por inclinación, la vida sin continua batalla era enojosa é insoportable para el cántabro, excitándole á buscar soldada en extranjera hueste. Ni halló igual la indomable fiereza cantábrica. Muchos de ellos, los cóncanos especialmente, habitadores en la Liébana y en la marina de Comillas y Santillana, conservaban la costumbre escítica de beber sangre de caballo; otros, reconociéndose hijos de los masagetas y gelonos de la Tartaria, llevaban tocados á manera de turbantes; y todos ellos comían pan de bellotas, bebían en vasos de cera, embriagábanse con el zitho ó cerveza, no usaban aceite sino la grosura y la manteca de vacas, y tenían por cama el duro suelo. Muchos no habían perdido aún las costumbres traces, militando todo varón, y dejando para mujeres la tarea de labrar y cultivar los campos. El esposo había de dotar á la doncella; pero extraños á la plata y al oro, desconocían la moneda ó jamás se prestaban á recibirla. Cambiaban frutos por frutos ó por manufacturas. Sus armas defensivas y ofensivas consistían en pequeños broqueles, envenenadas flechas, y espadas falcatas, ó á manera de hoz, de hierro por industria felicísima templado. Sus naves, horadados troncos ó pellejos henchidos de viento. Nunca la pereza fué parte á detenerlos para no salir á buscar, por la contratación y el comercio, los frutos y comodidades que les negaba la tierra.

» Espíritu de emigración, innato en la raza, llevábalos á regiones desconocidas, aguijoneándolos para descender á la desembocadura del Ebro, entrar por la mar y establecerse en la isla de Córcega, así como el odio á naciones tiránicas y desapoderadas, fué en el cántabro una pasión invencible. Horacio le llama antiguo enemigo de los romanos, porque desde que sus águilas rapaces acosaron nuestra península se declaró contra Roma. Por ello militó en las huestes de Anibal, y peleo en Cannas y Trasimeno; por ello no siguió la facción pompeyana, antes sí la revolucionaria de César, que brindaba con esperanzas de libertad á las naciones opresas de la ambición latina; por ello, en fin, sostuvo más de cinco años de guerra á muerte, contra el hijo artificial de César, cuando quiso éste y logró hacer una sola ciudad de todo el orbe. >>

nacen el Carrión y Pisuerga; de Aracillo, Aradillos, sobre Reinosa; de Ástura, río Ezla, cerca de Mansilla; y la del monte Medullio, sierra de Mamed, sobre el Sil. Pero tales triunfos no vencen la altivez, la constancia, el heroísmo, la ferocidad de los cántabros; irritado y enfermo se retira Augusto, y Marco Agripa, á quien encomienda aquella lucha, la prosigue por mar y tierra y la termina en las aguas de Santoña y Laredo.

Es evidente que los autrígones ó vizcaínos, no fueron vencidos en esta guerra, sino vencedores, porque era á ellos á quienes molestaban los cántabros, sus vecinos. Los vascongados gozaban de una especie de independencia garantizada por su lealtad, por sus sencillas y patriarcales costumbres; así que, lejos de inspirar temor á los señores del mundo, inspiraban tran quila confianza. La población vascongada, además, debía ser pequeña, porque sobre serlo el territorio, sus montes eran seguramente bosques casi impenetrables; pues aun muchos siglos después, se limitaba la existencia de ferrerías por la mucha leña que consumían; sin cultivo las laderas de las montañas, y escaso en los valles, no se tiene noticia de ninguna población importante; no existían las villas de Vizcaya, y es más que verosímil que ni la naturaleza del país ni sus pobladores ofrecieran incentivo alguno á dominadores tan poderosos como los romanos, acostumbrados á una civilización que no había de ser cultivada seguramente en aquella pequeña y pobre comarca.

El Sr. Velasco, en el párrafo de sus Euscaros, con el cual comenzamos este capítulo, tiene razón respecto á Álava; pero no se hallan esos vestigios de dominación romana en Guipúzcoa ni en Vizcaya; así que, aunque estuvieran sometidas voluntariamente al imperio, no se veían inmediatamente dominadas y teniendo que soportar en su suelo á los romanos; que á haber esto sucedido habrían legado multitud de documentos como en los que en otros puntos comprueban su existencia, de la cual no son testimonio el hallazgo de algunas monedas de las que usaron en su tráfico en las costas.

La fundación de Bermeo y de Fuenterrabía, por algunos atribuída á romanos, no está probada: sólo puede exponerse el paso de la gran vía militar de Astorga á Burdeos, para cuyo sostenimiento y seguridad solía haber de trecho en trecho, castros con poca gente guarnecidos; y ni aun de estas pequeñas fortalezas hay restos.

de

Para estos limitados presidios dejaría Augusto las cohortes que habla Estrabón y se repartieron desde Asturias al Pirineo, añadiendo Josefo que una legión sola bastaba para el pre sidio; sin que deba deducirse de esto que estuviesen destinadas tales fuerzas á sujetar á los vascongados, porque no creemos que jamás necesitaron estarlo; y aun necesitándolo, no bastara seguramente una legión sola.

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No pretendemos por esto, sostener, ni creemos que permanecieran siempre tranquilos; pues parece evidente que en las guerras de Julio César, al pedir Petreyo socorro á los lusitanos, pidióle Afranio á los cántabros, y á todos los demás bárbaros que pertenecían al Océano. No quiere decir esto que se refiriera concretamente á los habitantes desde Laredo á Fuente. rrabía; y aun cuando no pocas veces á todos se denominaba cántabros, y muchas bárbaros, es muy frecuente en los antiguos escritores dar una misma denominación á pobladores de comarcas de distinto nombre, y omitirlos con frecuencia.

De todas maneras no puede ya asegurarse de un modo terminante que los autrígones, caristos y várdulos, continuaran tan aislados y sin tomar parte en los grandes acontecimientos exteriores; esto, admitiendo que fuera completo su aislamiento, pues no podemos hacer afirmaciones seguras, porque es general la creencia de la gran confusión que reinó entre los antiguos historiadores y geógrafos al deslindar el país cántabro desde sus orígenes.

Si cántabros y vascongados tomaron parte en las guerras de César peleando en la Aquitania, también la tomaron bajo las enseñas cartaginesas, y después de las batallas de Cannas y

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