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del país á favor del gobierno", así como de la virtud infalible de las máximas liberales, panacea administrable sólo en pequeñas dosis á los no habituados á su acción estimulante, y que ella prodiga sin tasa:

"El Gobierno tiene entendido que existen gravísimos abusos en todos los ramos de la administracion pública. La justicia exige la reforma, el interes la recomienda. Nada lisonjea tanto al pueblo como ver que el Gobierno reparte con igualdad el premio y el castigo, y que mira la felicidad pública como el primer objeto de sus tareas. Una revista, pues, de todos los establecimientos del govierno en que se examinen los abusos que proceden del sistema, ó de las circunstancias, y los que dependen de las personas, para corregir el Govierno es lo que conviene para tener contentas esas Provincias.

"Finalmente desea S. M. que se olvide el principio abominable de que la opresion es la que tiene sugetos á los Pueblos, y que V. E. sustituya en su lugar la máxima que conviene al Govierno liberal y justo que exerce S. M. de que los hombres obedecen con gusto siempre que el Govierno se ocupa de su felicidad. En su consequencia deberá V. E. tratar de proteger y fomentar el comercio de aquellos habitantes con recíproca utilidad suya y de la metrópoli. "Real Alcazar de Sevilla 24 de Marzo de 1809."

Apenas puesto en limpio el cuaderno que contiene aquel caudal de sabias determinaciones, el diablillo que se entretiene en transmutar los hechos é invertir los puntos de vista para tormento de concienzudos juzgadores, aporta al examen del asunto tan novísimos é impensados elementos, que después de otro estudio no menos profundo, en el que se compulsan y analizan los datos recientes con escrupulosa atención, la Junta se decide á fallar el pleito en los términos más opuestos, con una desenvoltura que induce á perder un tantico el respeto á la santidad de la cosa juzgada. Y en vez de retirar y destruir las antecedentes instrucciones, en contradicción manifiesta con las nuevas, se limita á añadir las siguientes, como natural aditamento para complementarlas : "ADICIONES Á LA INSTRUCCION COMUNICADA AL NUEVO VIRREY DE LAS PROVINCIAS DEL RIO DE LA PLATA. DON BALTHASAR HIDALGO DE CISNEROS, EN 24 DE MARZO DE 1809.

"Posteriormente á las noticias que se tubieron presentes para formar aquella instruccion, se han recivido nuevos pliegos, que llaman muy particularmente la atencion de S. M. Se ha savido que la Serma. S.a Infanta D.a Carlota Joaquina de Borbon, habia hecho varias gestiones, unas directas y otras indirectas para ponerse al

frente del Govierno de aquel Virreynato: que se ha sorprehendido á un Ingles, llamado Diego Parosien, que iba con cartas é instrucciones de D. Saturnino Rodriguez Peña para formar partido á favor de la misma S.a Infanta : que el Ayuntamiento de Buenos Ayres, y algun otro particular, han recibido cartas de D. Juan Martin Puirredon, sugeto que aquel Cabildo había enviado á España en calidad de Diputado para activar el despacho de sus asuntos, en que desacreditando al Gobierno, y la revolucion de la Metropoli; dexaba traslucir ideas de independencia: finalmente que la conducta de D. Santiago Liniers, se iba haciendo sospechosa; y estos hechos de que deve V. E. tener conocimiento exigen nuevas instrucciones. Principiemos por los hechos."

Aquí detalla los ya conocidos de nuestros lectores, deduciendo de ellos el rápido crecimiento de las ideas separatistas. Luego declara los temores y recelos que le inspira el Virrey destituído:

"La conducta de Liniers-dice-merece ser tildada de sospechosa. No solo se sabe, que contra el parecer, y aun acuerdo de la Real Audiencia, Cabildo, y demás autoridades de Buenos Ayres, ha adoptado medidas de rigor para reducir á Montevideo, quando los medios pacificos hubieran producido sin disputa el restablecimiento del orden, sino que además se descubre, que los preparativos que hace el Virrey, con pretexto de las ocurrencias de Montevideo, se dirigen á aumentar sus fuerzas, con proyectos criminales. Aumenta el número de Tropas, y principalmente el cuerpo que, sin la autoridad del Gobierno y con su propio nombre, ha levantado para guardia de honor de su persona: se rodea de franceses, en un tiempo en que todos los de esta Nacion son sospechosos y odiados del Pueblo, confiere á ellos y otros malvados, reconocidos públicamente por tales, los primeros grados militares: trata de grangearse la estimacion de la gente más soez: oprime á los poderosos: viola las leyes patrias; comete todo genero de injusticias, desacredita el Cabildo, alarmando al Pueblo contra sus individuos, aumenta á pretexto de vigilancia las rondas y patrullas; y todos estos antecedentes, sino manifiestan claramente la idea de levantarse con el mando, por lo menos exigen de Gobierno precauciones para evitarlo.

"S. M. ha creydo que podia conducir á este fin, el fortificar el partido del Gobernador de Montevideo cuyo patriotismo parece indudable y lo mismo el aura popular que goza en Montevideo, en su campaña, y tambien en Buenos Ayres, nombrandole Inspector, y segundo Comandante de todas las tropas de aquel Virreynato: ha creydo tambien util para el mismo intento, disponer, que Liniers venga á España, con un pretexto honroso; finalmente, ha creydo

que conduciria al propio fin, el separar de todas aquellas provincias á todos los franceses, y á sus hijos, bien sean domiciliados, establecidos, ó residentes, sin distincion ni excepcion alguna, pero todavia falta más, y esto queda reservado á la prudencia de V. E.

"Es indispensable, que al presentarse V. E. á encargarse del mando, tome sus medidas, para evitar que quede comprometida y desayrada la autoridad del Gobierno. Tal vez convendrá, que V. E. fixe su residencia, por ahora, en Montevideo, y que dándose á reconocer se asegure la obediencia de aquella Provincia, y de sus tropas : tal vez convendrá tambien, que V. E. circule órdenes reservadas á los Xefes subalternos, no solo dándose á reconocer, sino tambien, mandándoles que desde aquel punto, no obedezcan los de otro Xefe alguno, y disponiendo al propio tiempo, ó bien que se incorporen á V. E. las tropas que esten reunidas en determinados puntos, ó bien, destinándolas á otros, en que no puedan tener influencia en las cosas de la Capital: tal vez, convendría, que V. E. lleve á prevencion, una proclama ó manifiesto, en que pintando los graves excesos del Virrey, sus intentos, é ideas de levantarse con el mando, y hacer un presente de aquellos dominios al pérfido Napoleon, manifieste que el Gobierno Español, ha tratado de evitar esta terrible catástrofe, separándole de aquellas regiones y anticipando la idea de los grandes proyectos que se propone la Metrópoli, respecto de las colonias, ya en razón de reformar todos los abusos, que por desgracia existen en la administracion Pública de las Colonias, yá en razon de la prosperidad de su agricultura, y comercio, y yá en razon de la parte que van á tener en el Gobierno por medio de sus Diputados á la Junta Central: tal vez convendrá que V. E. halague á los militares de todas graduaciones, ofreciendo premios, y recompensas de modo que no parezca un incentivo para atraherlos al buen partido, sino un rasgo de la generosidad nacional para premiar su fidelidad, y desagraviar á los quexosos. Qual sea el medio de que V. E. deva hechar mano, lo indicará la situacion en que V. E. encuentre el pais; pero de todos modos, conviene que V. E. desarraygue las ideas de independencia, celando las personas cuyos principios sean sospechosos, castigando con severidad y prontitud los delitos de esta clase, y haciendo estimar el Gobierno actual por los medios que se han indicado á V. E. en la 1.a instrucción.

"Finalmente: conviene que V. E. se embarque inmediatamente para su destino, pues en la pronta llegada de V. E. consiste, tal vez, el evitar males difíciles de reparar, y conservar á nuestro Rey y Se

ñor D. Fernando VII aquella preciosa parte de la Monarquía.-Real Alcázar de Sevilla, 3 de Abril de 1809."

Como se ve, el concierto de injurias que á Liniers dirigían sus apasionados detractores ha dado su fruto de sospecha. Calumnia, que algo queda. A tales temores, para su honor ofensivos, á las meticulosas precauciones contra una soñada rebeldía, el Reconquistador responderá presentándose noblemente, dispuesto á entregar á su sucesor la pesada carga de una autoridad nunca deseada por él y tan poco envidiable, falta del apoyo de un poder efectivo.

Por lo demás, estas vacilaciones y zozobras de la autoridad central en tan vitales asuntos, son prueba plena de la imposibilidad de regir á tal distancia pueblos hondamente conturbados: ni el conocimiento de los hechos es cabal, ni las soluciones resultan oportunas, ni los remedios llegan á tiempo.

Nos falta espacio para registrar los hechos del último virrey y puntualizar las formas externas de un cambio ya realizado en esencia. Son á la vez que perfectamente conocidos, natural consecuencia de las premisas antecedentes. Cuando Hidalgo de Cisneros parte para América, la revolución está ya hecha y sólo aguarda para exteriorizarse sucesos de la guerra que él no puede impedir ni detener. Su gestión nada influye en los acontecimientos. Si da con su simpatía calor al partido de la independencia y se enajena el afecto de los españoles; si funda periódicos que parecen anodinos y resultan revolucionarios; si trata de ahogar en sangre los primeros incendios separatistas y se capta el odio de los que quiso atraer; si la miseria general que refluye en el Erario exhausto le obliga á escuchar á Mariano Moreno, que en su famosa Representación de los Hacendados demuestra el absurdo del privilegio exclusivo; si consumando la revolución comercial, abre al comercio extranjero las puertas del virreinato, ni sus actos ni sus omisiones adelantan un punto la hora fatal que se acerca.

En ciertas épocas de la historia los hechos fluyen y se precipitan en incontrastable curso; las cosas pasan, porque tienen que pasar; el torrente avasallador lo arrastra todo y en balde nuestro pueril orgullo se esfuerza por disfrazar de actos deliberados las soluciones inevitables. En vano se agitan gobernantes y tribunos por parecer libérrimos actores de las tragedias de la historia: sus arrogancias rebeldías descubren á cada instante la cómica tiesura de los ademanes del fantoche. Como el niño se obstina en contener con sus diques de barro el crecimiento de la marea, así los más sesudos varones se esfuerzan por impedir con los gastados recursos de su autoridad impotente la evolución fatal, mientras enar decidos demagogos

y

que ven con mal encubierto asombro ceder á su empuje instituciones al parecer firmísimas, atribuyen al momentáneo impulso de su brazo éxitos que preparó durante siglos la carcoma imperceptible y tenaz.

De ahí que nos parezca menos interesante el estudio de los sucesos aparentes que el de las causas ocultas, y nos atraiga la psicología de las muchedumbres más que los ademanes de los héroes, arrastrados por las circunstancias cuando creen cándidamente que las dirigen.

El ansia de independencia, latente en los espíritus, crece de súbito entre el desconcierto que produce la embestida napoleónica; là convicción de que la metrópoli no podrá resistirla; de que, domeñada en breve plazo, será regida por exótico poder, descubre la posibilidad de una emancipación sin sangre; idea que encauza y aprovecha el instinto ambicioso de los más hábiles.

Luego, la decidida protección de Inglaterra hará lo demás. El apoyo de Carlos III á sus colonos rebeldes será ampliamente pagado. y al placer de la venganza se sumará el contento producido en sus mercaderes por las anheladas ventajas comerciales.

Así, la ayuda más desembozada se practica desde los comienzos de la lucha todos laboran contra España; oficiales y marinos y comerciantes; desde lord Strangford, embajador en Río Janeiro, hasta el último grumete.

Tan angustiosa como estéril resulta la serie inacabable de nuestras reclamaciones ante el Gobierno de S. M. Británica.

Nuestro representante en Río Janeiro, Marqués de Casa Irujo, repite las mismas quejas en todos sus despachos. Según él, Belgrano y Castelli afirman públicamente: "Para triunfar nos basta que la Inglaterra se conduzca como hasta aquí." "Estos ingleses-añade— han sido los verdaderos padres de la revolución."

A las reclamaciones de nuestro embajador en Londres, Apodaca, el Marqués de Wellesley responde con sencilla ingenuidad: "Que si los insurgentes no atienden á las buenas razones de las Cortes será, puramente, porque se quieran separar de la metrópoli...'

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Tan continuos ultrajes en América por parte de nuestros fieles aliados en Europa, provocan esta exclamación de amargura que leemos en un despacho de la Regencia dirigido el año 11 á CasaIrujo:

"En cuanto á la parte tan activa que los negociantes ingleses han tomado en la insurrección de Buenos Aires, ya llegará el tiempo oportuno de reclamarlo formalmente. Es necesario contemporizar en todo, menos en lo que ataca directamente la soberanía y la digni

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