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se reproducen esmeradamente, no sólo portadas y hojas de libros de valor faltos de ellas, y páginas de manuscritos, etc., sino estampas, miniaturas y mapas.

La historia de la encuadernación tiene en las Salas de Impresos y en la de Manuscritos Exposiciones en vitrinas de ejemplares de los distintos estilos y épocas, á contar del siglo x, donde los que á esta industria tan artística se dedican podrían aprender mucho en el procedimiento y afinar el gusto en la ejecución.

Bien pueden estar abiertas estas Exposiciones día y noche; desiertas seguirán, porque nos falta esa cultura, esa educación artística y literaria tan general en Europa, y lo que no se entiende no interesa. Véase si no cómo llena el público las salas de pintura del Museo de arte moderno, cuyos cuadros comprende; cómo escasea ya en el otro Museo de pinturas; cómo apenas visita el de Reproducciones y el de Historia Natural, y cómo abandona nuestras Exposiciones de manuscritos é impresos, siguiendo en ello, naturalmente, la gradación de sus aficiones y éstas las de sus conocimientos é instrucción.

Causa también, aunque secundaria, de las deficiencias en el servicio son los defectos de construcción de un local poco adecuado para su objeto. Ajustado en su técnica interior, especialmente en el Depósito, á los cánones de la arquitectura francesa, para nada se tuvieron en cuenta las exigencias de la ciencia bibliográfica, ni las del servicio del público, ni las condiciones de nuestro clima (1).

(1) "Hay un enemigo-dice monsieur Morel *—, un gran enemigo de las Bibliotecas, el más peligroso * Bibliothéques, 2., pág. 198.

La disposición de las salas, á modo de bazar, en vez de converger en forma de abanico al Salón central, hace que todos los despachos, salas de trabajo, etc., sean habitaciones de paso, y que los empleados tengan que dar largos rodeos para el menor servicio.

Se ha calculado en el extranjero que el empleado tiene que ir á buscar muchos libros á 150 metros de distancia, ó sea 300 entre ida y vuelta, cinco kilómetros por hora, paso de regimiento, sin contar los descansos, y empleando tres minutos. La tardanza media en Washington es de dos, pero con mucho personal y gran destrozo de libros.

El gran Depósito con sus siete pisos, de una altura total de 20 metros y cubierta de cristales, fué otra de las graves equivocaciones de esta construcción. Los americanos, en su New York Public Library, tienen también Depósito de hierro de siete pisos, con 122.675 metros de longitud; pero subterráneo y colocado bajo el Salón de lectura, á cuyo centro suben mecánicamente los libros.

En nuestro Depósito, la montera de cristales convierte durante el verano los pisos 6.° y 7.°, y en parte el 5.o, en verdaderos hornos, donde una temperatura de 48° y el enrarecimiento del aire hacen sentir la asfixia á las personas y dejan los li

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bros calcinados como por un incendio.

Desalojados, pues, forzosamente los dos pisos superiores, los cinco restantes, á razón de unos 110.000 volúmenes, dan un total de menos de medio millón, puesto que en el 4.° las obras en publicación y las incompletas exigen grandes espacios vacíos. La desacertada condición, no se sabe por quién impuesta, de que en cualquier estante y tabla pudiera caber el libro de mayor tamaño, obligó á perder en cada estante 25 centímetros, ó sea un espacio, de otro modo aprovechable, de 2.751 metros.

Por una exageración pueril del temor al incendio, que luego se contradijo por otra exageración contraria llenando de estantería de madera salas y salas de esta Biblioteca y del Archivo histórico, en el Depósito de hierro hasta los pesadísimos entrepaños donde asientan los libros son de hierro, recubiertos de áspera pintura que obra como una lima sobre los cantos de las encuadernaciones de los libros. Para no verlos destruídos en poco tiempo (algunos ya lo están) ha sido preciso ir retirando aquellos entrepaños y sustituirlos poco á poco por otros de madera, con el consiguiente gasto del material destinado á otros empleos.

Nuevo desacierto ya casi irremediable. Las salas todas tienen altura exactamente proporcionada para tres órdenes de estanterías superpuestas, en que los libros no pasarían del alcance de la mano, y divididas por dos órdenes de galerías con barandilla y escalera de caracol. En vez de esta disposición, se hicieron sólo dos órdenes de estanterías y naturalmente una sola galería, perdiéndose así un espacio considerable en

cada sala que ya no será posible aprovechar por el reparto desigual que se hizo de las tres proporciones naturales.

Así, dentro de pocos años, habrá que estrechar con estantería pasillos ya no muy anchos, mientras quedan desperdiciados inmensos espacios allá por las alturas de las salas.

Tales son los principales defectos de que adolece el edificio, por no citar otros, nacidos de la desdichada idea de reunir en él cinco establecimientos de índole y necesidades bastante diversas, y causa de las dificultades inherentes á todo condominio.

El servicio está establecido en la siguiente forma, en observancia del Reglamento aprobado por la Superioridad y que ha merecido de algún periódico el calificativo de paladinamente ridículo.

El lector, provisto de una pinza metálica que toma en la entrada (1), escribe su pedido en una papeleta, señalada con número igual al de la pinza. Debe indicar en aquélla su domicilio y firmarla; precauciones que suele hacer inútiles la intención aviesa, estampando nombres y señas caprichosas.

Desde la misma sala de pedidos presenta la papeleta en los Indices. Cuando el lector no conoce el nombre del autor de la obra que desea, el empleado acude al índice de Referencias, donde, por lo general, si la obra está en la Casa, escribe la signatura en la papeleta. El lector acude entonces á las ventanillas del salón de lectura, donde, mediante la entrega de las pinzas, que quedan

(1) Así está establecido en las Bibliotecas principales de Italia.

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su papeleta para devolvérselas á la salida y servir de contraseña, obtiene el libro que desea.

No se dan más que dos volúmenes á la vez, y aun así se hace difícil impedir que en la aglomeración de última hora se cambie uno de ellos ó se sustraiga, entregando el otro ó entregándole mutilado. A quien objete que para eso está la vigilancia puede preguntársele á qué hora podrían salir de la Biblioteca los 50 ó 60 lectores que al sonar el timbre de la salida se agolpan con los libros á la ventanilla, si hubiera que examinar tomo por tomo si faltaban algunas hojas.

Ya se dijo que para las personas que necesitan varios libros á la vez para algún estudio serio está reservada la Sala de trabajo ó de distinguidos.

Si ahora se quisiera demostrar con hechos el grado de incultura de muchos de los que por acudir á una Biblioteca parece que deberían representar la parte culta de la nación, no se acabaría de aducir pruebas. Paredes cubiertas de borrones; mesas con extensos manchones de tinta; incisiones á navaja en barandilla del Indice y ventanillas del Salón; asientos de sillas hundidos; suciedad en mesas y tinteros; sustracción de hojas de libros, y no se diga de mangos de pluma, muchas veces por el solo placer absurdo de hacer daño; hasta los remates dorados de los atriles para periódicos fueron destornillados casi en su totalidad, sin duda para venderlos en el Rastro.

No disponiendo la Biblioteca de guardianes para los W. C. fué preciso cerrarlos, dejando tres urinarios y un solo W. C., después de gastar

por dos veces algunos miles de pesetas en blanquear muchos metros de pared cubiertos de inscripciones é ilustraciones del gusto más abyecto; arreglar las cañerías agujereadas con navajas; reparar, en fin, cuantos desperfectos acertó á realizar la perversa intención de parte del público falta de toda noción de cultura.

No negaremos que por algunos Bibliotecarios ó subalternos no se observen á veces la cortesía, los modales atentos y la mansedumbre á que obliga el trato con el público; casi en ningún caso lo disculparemos; pero alguna explicación encuentra en la aglomeración que produce una concurrencia de 400, 500 y hasta 700 personas diarias, también distintos caracteres y educación, que todos exigen una celeridad y acierto en el servicio imposibles con el número tan reducido de servidores y con los recursos actuales.

con

En artículos sucesivos presentaremos el envidiable y maravilloso cuadro de las Bibliotecas extranjeras y apuntaremos algunas de las medidas que nos parecen conducentes á facilitar y difundir la lectura, con el menor daño posible de nuestras riquezas bibliográficas y artísticas.

Para la ampliación de horas, necesaria también; garantías respecto á las personas y formalidades de admisión; entrega de libros; préstamo á domicilio, etc., etc., confiamos en la clara inteligencia del Sr. Ministro de Instrucción pública y en su amor á la difusión de la cultura, no menos que á la conservación de riquezas de difícil ó imposible reparación, para que el buen sentido se imponga en la opinión pública y para

que no se extravíe pidiendo con el espíritu del antiguo hidalgo español á quien la menor cortapisa ó formalidad exaspera, una mal entendida

libertad que no encontrará en ninguna Biblioteca nacional de Europa ni de América.-(Continuará.)

FRANCESAS

POR D. BARNÉS.

Revue Bleue (22 de Octubre).

EL ARTE DE MUNICH EN EL SALÓN DE OTOÑO, por J. Chantavoine.-La exposición de arte aplicado de Munich, para la cual el Salón de Otoño ha reservado diez y ocho salas, despierta una viva curosidad y discusiones no menos vivas con el entusiasmo de los unos, la indignación de los otros, con un cierto malestar en algunas personas demasiado dispuestas, quizás, á ver una invasión comercial en una simple visita artística que debe recibirse con una cortesía cordial y atenta. Procurando abstraer los caracteres principales de este arte aplicado se puede deducir al mismo tiempo la lección que puede obtener el arte aplicado francés, sin imitar nada ni abdicar de sí mismo.

Con sus formas simples, sus líneas elementales, sus tonos puros, sus tintas grises, este arte ofrece un aspecto categórico y sumario; pero esta apariencia disimula una gran complejidad. Reposa, además, sobre una tradición ya lejana. Tributario de Flandes en el siglo XVI, de Italia en el xvII, de Francia en el XVIII, el arte bávaro, con Luis I (1825-1848), llegó para inspirarse á las fuentes clásicas de Grecia y de Roma: se han visto elevarse desde entonces en Munich monumentos, ca

lles enteras, en que ningún arte se aislaba de los demás, sino que el arquitecto colaboraba con el pintor para formar conjuntos decorativos. Después de este aprendizaje necesario, en el que el arte de Munich había tomado el sentido de la forma y la proporción, Maximiliano I (1848-1864) lo ha llevado hacia la tradición nacional de la Edad Media, cuyo influjo es todavía tan manifiesto en la herrería alemana, por ejemplo, mientras que el siglo XVIII inspira siempre el francés. Las concepciones monumentales de Luis II (1864-1886) en sus castillos ilustres favorecieron esta colaboración de todas las artes. Se vieron más tarde pintores como Lenbach y Franz von Stuck adaptar este principio á la construcción y á la decoración de sus moradas; por otra parte, arquitectos como Gabriel von Seidl poseen en el más alto grado el sentido pintoresco y aun pictórico. Pintores y arquitectos se sobrepujan para realizar una obra común y no desdeñan hacerse artesanos. Es una especie de renacimiento alemán; después de Luis I entró de la calle en la

casa.

Tal es el origen de este arte. ¿Cuáles son sus elementos? Concilia muchos que parecen contradictorios: es monumental é íntimo, colorista y armonioso, artístico y

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práctico. Es, en primer lugar, monumental; debe este carácter á sus orígenes arquitecturales en primer lugar, y, después, al gusto dominante de la Alemania moderna. Por lo demás, esta monumentalidad es cuestión de proporciones más que de dimensiones; el arte decorativo de Munich lo alcanza mediante sus líneas sobrias, sus formas geométricas, sus tonos puros, cuya simplicidad parece agrandar el espacio á que se aplica, mientras que las líneas sinuosas, las formas compuestas, los tonos quebrados del arte francés lo empequeñecen.

Paralelamente, si el arte decorativo de Munich es con frecuencia colorista, conserva, á pesar de la vivacidad de tonos, una armonía que puede parecer paradójica. Esta armonía obedece á la rigurosa disciplina que preside siempre á la combinación de los conjuntos decorativos: una vez dado el tono por el "jefe del trabajo", todo se acomoda á él con una precisión de instrumento. Aunque el tono sea agudo, siendo sostenido, no resulta chillón, por elevado que sea el diapasón.

La originalidad del arte decorativo alemán es el corolario de una actividad que debe á circunstancias económicas. El rápido aumento de la población alemana ha determinado una gran abundancia de instalaciones públicas y privadas, y ha mantenido una rápida y constante renovación del gusto. Al mismo tiempo que la cifra de la población ha aumentado la de la riqueza nacional. Cada día surgen nuevas fortunas impacientes de manifestarse por el embellecimiento de un hogar seductor y confortable, tan moderno como ellas

mismas. En Francia la fortuna es más antigua y más estacionaria; su disfrute guarda gustoso algo de tradicional; los gustos que proporciona ó que permite satisfacer son heredados como ella. El ideal de un francés acaudalado es, con frecuencia, reunir en su casa un cierto número de cuadros, de objetos de arte y de muebles viejos que conviertan su salón en un pequeño Cluny ó en un minúsculo Kensington, y para evitar todo lo chocante se enamora de las formas discretas y de los tonos atenuados.

Revue de Deux Mondes (Octubre).

LA INTERNACIONAL SOCIALISTA EN EL CONGRESO DE COPENHAGUE, por M. J. Bourdeau.-Se ha verificado en Copenhague el VIII Congreso de la Internacional socialista. Fundada la primera Internacional á continuación de la Exposición Universal de Londres, donde se encontraban obreros de todos los países, bajo la inspiración de Carlos Marx y de Engels, los cuales, en su célebre Manifiesto comunista, habían ya augurado esta unión de los proletarios de la industria por encima de las fronteras, había anteriormente convocado diferentes Congresos á intervalos regulares, desde el de Ginebra de 1866 hasta el de La Haya en 1872. Su organización era muy incompleta, sus reservas financieras, casi nulas. Había formado en distintos países cuadros en los cuales faltaban las tropas, salvo en Inglaterra, en la cual las Trade-Unions formaron su mejor contingente. Después desertaron éstas de la Internacional por horror hacia la Commune de París. El Estado Mayor revo

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