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desde luego que nuestras investigaciones solamente pueden dirigirse á lo que constituye solamente una de las partes de dicha ciencia, acaso ni la más importante ni dificil, aquella que tiene por objeto descubrir las leyes y determinar los principios que informan la producción de la riqueza, es decir la aplicación del trabajo humano, encaminado principalmente á encontrar y reunir los materiales indispensables para que las necesidades humanas hallen una completa satisfacción. De la aplicación de semejante trabajo surge de un modo general apreciada la industria, que por algún economista ilustre ha definido diciendo que es el trabajo inteligente, es decir, la aplicación de cualquiera de los elementos y fuerzas de que el hombre dispone ya moralmente, ya fisicamente considerado, sometidas bajo la dirección de la inteligencia humana; lo cual hace indispensablemente que sus propios mandatos y las necesidades de la humanidad en general, hallen una más completa y perfecta satisfacción, aumentándose por tal medio el bienestar y los elementos de prosperidad y riqueza de los pueblos. Pero de las anteriores indicaciones y del concepto vasto y dilatadísimo que desde luego se deduce de los términos de la definición de industria que hemos aceptado, se desprende una consecuencia lógica é inevitable, y es que la industria que en tal momento apreciada es una en su esencia (cual acontece también con el derecho), si la estudiamos en sus aplicaciones prácticas, si pretendemos descubrir los diferentes trabajos á que esa actividad humana inteligente puede encaminarse, nos dará como resultado inmediato la división de la industria en distintas clases y partes de aquel todo y cuyos términos nos es indispensable conocer, pues en uno de

ellos hemos de encontrar precisamente el contenido del derecho mercantil.

En efecto; la industria, es decir, la aplicación del trabajo inteligente se divide en varios términos, siendo los más frecuentes en industria agrícola, industrial,comercial y mercantil; estos mismos términos son aceptados por otros autores con distintos nombres, llamando á esas partes de la industria extractiva, locomotiva ó de trasporte, y fabril ó manufacturera. De estas divisiones, desde luego, se deduce una idea que aclara los términos y sentido en que tomamos la palabra industria, según más arriba queda definida, y es que el trabajo de que hemos hecho referencia supone la existencia de tres términos; por una parte la fuerza ó voluntad humana, por otra los elementos de riqueza y vida que la naturaleza los proporciona, con más o menos espontaneidad, y finalmente, las necesidades humanas, como aguijón que estimula el trabajo mismo y como fin á que aquél, en último término, se encamina. Expliquemos algo más el sentido y misión de cada una de estas industrias, aceptando la segunda división, cuyas palabras expresan con más claridad la clase de trabajo que la actividad humana emplea en cada una de ellas. En efecto; el hombre en presencia de las riquezas que la naturaleza nos proporciona, lo primero que puede hacer es emplear su actividad y su fuerza inteligente en arrebatar estas mismas riquezas, en apropiarlas y satisfacer con ellas las necesidades que individualmente siente; hasta este momento solamente encontramos la primera de las industrias ó la agrícola, ó más propiamente dicha la industria extractiva; inmediatamente de recoger estos productos surge una consecuencia natural y lógica,

que consiste en que hay evidente limitación entre las
producciones que el hombre logra satisfacer por medio
de la industria extractiva toda vez que de ciertas ri-
quezas tiene más de lo necesario para satisfacer de-
terminadas necesidades, y en cambio no encuentra
medio de llenar otras igualmente apremiantes y legí-
timas; para lograr tal objeto, la inteligencia huma-
na descubrió medios ó formas de aplicar el trabajo,
viniendo ambos por caminos distintos á cumplir el
propio fin y que dieron lugar y nacimiento á otras dos
industrias; consiste la primera en trasformar algunos
productos en otros de indole y naturaleza diferente,
ya porque de este modo se aumentaban la utilidad
aplicaciones de estos mismos productos, ya porque to-
madas de aquella manera semejantes riquezas no sa-
tisfacían de modo directo ó inmediato necesidad algu-
na, esto dió lugar á la industria fabril ó manufacture-
ra, de grandísima importancia y utilidad; el otro me-
dio de que antes hemos hablado consistía en trasportar
los productos que de ciertas materias sobrasen, una
vez satisfechas las necesidades humanas, á otro punto
donde hubiera precisamente falta de aquellos géneros
y abundancia excesiva de otros, consiguiéndose con el
empleo de la permuta de los unos por los otros, verse
las necesidades satisfechas y dando nacimiento á la úl-
tima de las tres industrias, es decir, la locomotiva,
mercantil ó de trasporte, que con estos tres nombres
suele conocerse. De estas tres industrias,
la que única-
mente será objeto de nuestro trabajo es la última; es
decir, que las relaciones que se regulan por el dere-
cho ó parte de la ciencia jurídica que à nosotros co-
rresponde estudiar, se funda sobre el problema social
y económico de la industria comercial, cuyos caracte-

res generales acabamos de indicar en las anteriores lineas. Dejando, pues, á un lado las otras dos industrias, , que no tienen para nuestro objeto un interés verdaderamente inmediato y directo, insistamos algo más en la que nos importa conocer, marcando su origen y vicisitudes, así como los elementos que más poderosamente pueden influir en su desarrollo y desen

volvimiento.

Sucede con la industria comercial cuando se pretende descubrir su origen, lo que acontece con todos aquellos elementos de la vida social que siendo para ésta indispensables de todo punto, los encontramos con realidad y con vida poderosa y exuberante mucho antes de que la ciencia sancione su existencia y sin necesidad de que la misma ciencia les marque los principios y formas de su desenvolvimiento y progreso.

En efecto la Economía política que es en este caso concreto la encargada de realizar y establecer estos principios científicos tiene un origen muy próximo, mientras que el fenómeno comercio é industria comercial, se pierde en la oscuridad de los tiempos y puede afirmarse que es casi tan antigua como la humanidad misma. Antes lo hemos dicho, en nuestro juicio el hombre se contentó con satisfacer primeramente las necesidades más apremiantes para la vida, más tarde otras, ya no tan indipensables pero siempre útiles, aguzó su inteligencía y vió el medio de que esto se cumpliera de modo perfecto y seguro, y encontrándose con que el trabajo de un individuo por muy fecundo que fuese y las riquezas de una localidad por muy feraz que tambien fuera no llegaban, ni con mucho á satisfacer todas aquellas múltiples y complejas necesidades, ideó la permuta, el cambio directo de un producto con

otro producto, primeramente dentro de límites de localidades muy reducidos, más adelante trasportando los productos á puntos más o menos lejanos, venciendo tal vez para ello obstáculos poco menos que insuperables é invencibles. Creemos, pues, que esta industria surgió reclamada por las necesidades humanas y descubierta por la inteligencia del hombre, deseoso siempre de atender á lo que aquélla le pide, que fué una de las consecuencias de esa lucha titánica que el hombre mantiene con sus propios elementos materiales, deficientes é incompletos; pero incansable en sus apetitos y deseos y para cuya realización el hombre busca de modo indirecto lo que por aquella misma deficiencia no puede lograr de manera inmediata. La limitación de la fuerza ó actividad del hombre, las diferentes aptitudes de cada uno juntamente con la variedad de riquezas que en las distintas localidades y regiones del globo se producen, por la participación que en este punto logran la influencia climatológica y otras semejantes, son, á no dudarlo, la causa, el origen de la existencia de la industria comercial en su primera y rudimentaria manifestación. Cierto que en este primitivo estado semejante industria viviría una existencia reducida y raquítica, que en un principio fué sólo la permuta, la forma de cumplirse, que más tarde vino el trasporte ensanchando y multiplicando las relaciones comerciales; pero todavía era indispensable una revolución más profunda para que pudiera decirse que existía de modo completo establecido el comercio. Cierto que con la permuta directa de individuo á individuo en una misma localidad se había dado un gran paso en la satisfacción de las necesidades humanas; cierto que con la conducción de determinadas mercaderías á otro punto distinto

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